24 de julio de 2023, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
Elliott Erwitt, La peninsula Valdés, Argentina, 2001 |
El riesgo en toda retrospectiva es simplificar, limar asperezas, dar una imagen demasiado lisa del artista. Cuando además el artista mismo ha hecho todo para parecer lo menos complejo posible («quiero que la gente reaccione emocionalmente, no con el cerebro»), resulta entonces una exposición como la de Elliott Erwitt en el Museo Maillol (hasta el 24 de septiembre, exposición organizada por el subcontratista Tempora) : todo es simple, separan el color del negro, los capítulos están bien organizados con títulos escogidos por él (Entre los sexos, Playas, Niños, Abstracciones, Ciudades, Perros, un ambiguo «Regarding women», y los espectadores en el Museo), y para facilitar la visita hay por el suelo unas encantadoras huellas de patas de perro que usted sigue dócilmente en medio de salas con paredes de colores exagerados. Incluso, el ingenioso escenógrafo tuvo derecho a hacer un ensayo en el catálogo, en el que podemos confirmar también que Elie Barnavi no es un crítico de arte (en cambio, el ensayo de Isabel Benoît sobre el juego en la obra de Erwitt salva el día). Lo anuncian en el prefacio: «no sobrecargar la obra con un aparato crítico»...
Elliott Erwitt, Kissimmee, Florida, EEUU, 1997 |
Es claro que Erwitt es un fotógrafo de lo cotidiano, es amable, humanista, juguetón, entretenido y nos muestra besos en los retrovisores, baguettes en el portaequipajes de una bicicleta, o un tríptico famoso de piernas humanas y caninas: fotografías en las que siempre podemos leer una bonita historia, anecdótica pero raramente trágica. Fotografías con pose, espectaculares (es raro lo improvisado pero hay que hacer creer que sí, que por casualidad fijó en el instante a aquel hombre saltando), resalta la composición de las fotos y no hay mucho que decir: solamente sonreír y sentirse inocentemente conmovido.
Elliott Erwitt, Pittsburgh, Pensilvania, EEUU, 1950 |
Y, ¡sin embargo! Judío ruso nacido en París en 1928 (mañana cumple 95 años), educado en Italia antes de irse para Estados Unidos, ¿será tan simple, tan anodino? Discreto, sin ninguna duda, y taciturno. Pero, en un recodo, después de tantas sonrisas cómplices aparece de repente una imagen que habla de racismo (arriba), de pobreza (en Hérat o en Venecia), que denuncia el conformismo (las ocas blancas de Hungría). Aquí y allí aparece cierta violencia, la de una sociedad que nos adoctrina (ya sea con la religión o el consumismo, arriba). Pero, discreción: el niño negro sonríe y su pistola no es sino un juguete, aquí no hablemos de racismo ni de violencias raciales. Recuerdo una imagen muy violenta en el MEP en 2010, un hombre que gritaba en medio de la muchedumbre neoyorquina, boca abierta en medio de las cabezas, un loco al que nadie le prestaba atención, un abismo bocal que aspiraba todo el espacio: aquí no la muestran.
Pasamos bastante rápido delante de sus fotografías publicitarias, bien minuciosas, en color. Uno de los mejores momentos de la exposición está en el primer piso, el encuentro de unas nalgas alemanas demasiado blancas en la isla de Sylt con las sanguinas de Maillol. Para resumir, es una exposición demasiado bien hecha, demasiado digerible...
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