lundi 10 juillet 2023

Censura, política y ecología (bienal de fotografía de Oporto)

 


1 de julio de 2023, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Censura durante la inauguración, fotógrafo desconocido

Bueno, para hablar de la Bienal de fotografía de Oporto (que se terminó el 2 de julio), hay que empezar por la censura. El conde de Ferreira (1782-1866) se enriqueció gracias al comercio de esclavos y fue un gran filántropo en su ciudad de Oporto en donde desarrolló, entre otras, la obra caritativa Santa casa de la misericordia. Para honorarlo, el principal hospital psiquiátrico de la ciudad, en donde hay 300 pacientes, lleva su nombre. Todavía hay un panóptico, edificio pequeño y poligonal, para enfermos violentos que fue construido en 1892; tiene 6 celdas según el modelo de Jeremy Bentham, analizado por Michel Foucault (éste, contemporáneo del hospital en desuso Miguel Bombarda en Lisboa es, desde el punto de vista arquitectural, mucho más digno de atención). Dos artistas originarios de Pernambouc y que residen en Oporto, Dori Nigro y Paulo Pinto, expusieron en ese lugar. La mayoría de las celdas mostraron un trabajo melancólico, retratos coloreados de sus abuelas y de otros parientes, fotos de familia corroídas por la humedad (abajo) y algunos objetos de recuerdo. Un trabajo poético y de memoria como homenaje a la historia de las poblaciones mestizas del noroeste. Pero...


Dori Nigro & Paulo Pinto, Vento (A)mar

En una de las celdas solamente hay una azucarera sobre su velador, la azucarera esta decorada con el retrato del conde de Ferreira. En la pared, tres pares de ganchos. Ahí estaban colgados unos espejos en los que habían escrito algunas de la proezas del conde esclavista. La tarde de la inauguración el director del hospital, al descubrir aquellas evocaciones de su «patrón» y bienhechor exigió que retiraran inmediatamente los espejos. Como era imposible hacerlo tan rápido llamó a un obrero del hospital que selló la puerta de la celda (arriba) frente a unos invitados atónitos. Al día siguiente retiraron los espejos y abrieron la celda. La explicación que dieron después fue que eso podía chocar a los pacientes, aunque actualmente el lugar está fuera de la parte psiquiátrica y que los visitantes solo pueden entrar acompañados (me acompañó una de las médicas del hospital). Hubo poquísimas reacciones a la censura: ni retiro, ni cancelación, ni petición, solamente uno que otro artículo disperso: este país no ha resuelto aún su historia colonial y esclavista (y ¿Francia?).


Buhlebezwe Siwani, Dzumani, 2019

Este incidente me parece que es una buena introducción a mi crítica de la bienal en la que hubo 14 exposiciones de las cuales pude ver 11. No sé bien que significa  concretamente el título «Actos de empatía», pero si la bienal se organiza según cuatro plataformas (sustentar, revitalizar, conectar y expandir), yo prefiero clasificar las exposiciones en tres categorías: las que tienen una dimensión política fuerte en sentido amplio, las marcadas por la nostalgia que con frecuencia son etnológicas y las que llenas de buenos sentimientos son generalmente huecas.  


Sandim Mendes, Pão Pão Queijo Queijo, 2010

Para empezar, la exposición cuya comisaria era la fotógrafa Monica de Miranda (excelente transmisora) me pareció una de las mejores de la bienal (con Petricor). De los fotógrafos presentes yo no conocía sino a Zineb Zedira y a Silvia Rossi (quien vuelve a «enactuar» con ternura y humor las poses de su madre). Me gustaron los rituales de la sudafricana Buhlebezwe Siwani que se pinta la cara con laca roja como si fuera sangre de pollo sacrificial o sangre menstrual (arriba), los cuadros barrocos y en vivo de Kudzanai Chiurai (Zimbabue), los 27 cuadros de la cara mas o menos clara de una mujer negra (¿autorretrato?) de Sandim Mendes (Cabo Verde) : un trabajo en serie sobre la apariencia y la mirada (el título «pan pan queso queso» significa «para ser bien claro»). A pesar de la poca información obtenida de los artistas, emana de la exposición una sensación de fuerza y orgullo, un homenaje a las raíces y a las culturas. 


Rima Maroun, While Standing my Ground, 2020

Igual de política pero mucho más deprimente es la exposición sobre Beirut y la degradación de la ciudad, entre bombardeos israelíes, explosión del puerto, corrupción y esfuerzos vanos de reforma. Doce fotógrafos libaneses o que viven allá evocan sus recuerdos, el universo perdido, los lugares preservados, los cuerpos anonadados, los últimos árboles de la ciudad. En medio de un trabajo sobre la pérdida más que sobre la indignación, Rima Maroun se diferencia por el uso de su cuerpo como señal de rebelión: completamente vestida de negro con una mascarilla covid posa como una muerta, brazos y piernas abiertos en medio de escombros, aquí en un entoldado extraño que forma una suerte de estuche surrealista alrededor de su similicadáver. 


Jorge Graça, Monte da Charneca, Loulé, 2023, captura de pantalla video

Otras exposiciones son testimonios de tipo etnológico sobre escenas portuguesas que se sitúan en algún lugar entre nostalgia y ecología. La mejor es sin duda Petricor de Jorge Graça, sobre las tradiciones en torno al agua en Algarve, los zahoríes, la noria, el tronco navideño medio quemado y que se pone de nuevo en el fuego las noches de tempestad, las señales de lluvia que da el cielo, las ranas o las hormigas. Un video muestra el rito que consiste en pasar nueve veces una plancha con doce montoncitos de sal, por encima del fuego de la San Juan : su humedad relativa después de haber pasado las nueve veces predice la lluvia para cada mes del año que llega. Petricor es la sangre que corría en las venas de los dioses griegos, y es el olor del suelo después de la lluvia. Una exposición pequeña llena de ternura y respeto que alerta sobre la sequía de manera elegante y atractiva. 


Ine Harrang, Echoes, 2022, captura de pantalla video

Podemos decir mucho también de la mayoría de las obras que presentan en el museo del Vino de Oporto, hay unos doce artistas portugueses y noruegos que en el marco del proyecto Vivificar profundizaron sobre los pueblos del interior. Algunos hacen un trabajo poético e inspirado, por ejemplo el travelling de Hasan Daraghmeh sobre unas fotos inmóviles de un pueblo desierto, los juegos musicales en la naturaleza de Alexander Delmar, y sobresale un video Echoes de Ine Harrang que sigue a una mujer de pelo rapado, vestida de negro, en el pueblo de Açoreira: ella representa un rito de agua y ramos de olivo sobre ropa de sus amigas y luego se encuentra con ellas para cantar en coro. La directora juega con las aberturas, ventanas y puertas dentro de casas más o menos en ruinas, con dulzura y ternura filma a los perros, las flores y el agua; una historia misteriosa que intriga y seduce. Otras son más documentales, grabaciones y testimonios. Entre ellos, Rachel Schefer hace hablar de la guerra a unos veteranos de las expediciones coloniales en Guinea y Mozambique (éste muestra una tabla que servía de libro para aprender el árabe), unos hombres más jóvenes cuentan su servicio militar y unas muchachas un poco ingenuas. Una forma de hablar de la historia y de los traumas de un territorio. Algo similar en la Estación San Bento, Matilde Viegas y Uwa Iduozee (finlando-nigeriano) muestran la esperanza y la energía de los jóvenes procedentes de dos barrios pobres de Oporto. 


Raquel Schefer, Route de fuite, 2022, captura de pantalla video

Menos interesantes son las exposiciones que prorrogan lo que yo decía de la Bienal anterior. Es divertido colorear de verde los techos grises de los edificios, es divertido crear una realidad virtual alrededor de la fusión entre hombres y animales, pero no van demasiado lejos. Es divertido hacer el papel de captar los ruidos de las profundidades oceánicas con micrófonos en la superficie (y hacer el papel de ser Sami). Pero no es verdaderamente convincente. El peor es quizás el chamán peruano con sus discípulos de trajes folclóricos impecables en medio de la jungla y que hace un discurso bien condicionado para los oídos occidentales: parece una producción de una oficina de turismo. Como lo he dicho ya, los buenos sentimientos no producen necesariamente buenas fotos. 


Suzanne Malherbe, lamada Marcel Moore. Foto de Lucy Schwob llamada Claude Cahun

El blog se quedó dormido durante mes y medio: pocas exposiciones interesantes y bastante trabajo por otro lado (abstracción retiniana, la fragilidad fotográfica, la fotografía y el arte marginal, ...) que pronto será publicado. También hice una propuesta en esta conferencia para que habláramos de la invisibilidad de la mujer en las parejas de fotógrafos que trabajaron juntos: mientras evocara a Lucia Moholy-Nagy, Hilda Becker o Anna Blume todo bien; pero como quería hablar también de la invisibilidad (ampliamente documentada, sin embargo) de Suzanne Malherbe / Marcel Moore en relación con su pareja, ya no funcionó: en esas conferencias militantes no se pueden tocar los iconos. Eso también es censura. Para que aprenda a no ser ingenuo...

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