18 de mayo de 2021, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
Jorge Molder, de la serie Call for papers, 2013, f. del autor |
En el interior del auditorio de Serralves hay una exposición didáctica bastante documentada sobre la danza en Portugal, en forma de « timeline »; a pesar de varios intentos, no soy crítico de danza y por ello pensaba no hablarles del tema. Pero entre los numerosos documentos que presentan hay un artículo en la revista Expresso del crítico Alexandre Melo, fechado en 1993, que se intitula «Los portugueses no tienen cuerpo». El artículo critica la coreografía seca, árida y anti sensual de Vera Mantero y Francisco Camacho, una danza conceptualizada muy interesante pero que utiliza el cuerpo solamente como objeto, como herramienta. No es que, como lo dice la narración que presentan aquí, se trate de retraso o de retrógrado (lo que le permite a algunos como a Raquel Ribeiro en 2010, refutar este argumento en nombre de la modernidad), me parece que es más bien el puritanismo fuertemente arraigado en la cultura portuguesa. La ausencia de cuerpo carnal es verdad en la danza (incluso la danza desnuda era austera) y está arraigada en la historia (el Museo de arte antiguo tiene, en total en sus colecciones, cinco, únicamente cinco representaciones de cuerpos femeninos algo desnudos, cien veces menos que en el Louvre: una prostituta flamenca, unos condenados quemándose en el infierno, una miniatura alegórica, un Boucher muy prudente y una danaide según Rodin). Y esa ausencia de cuerpos es patente en las artes plásticas contemporáneas en las cuales a menudo no hay sensualidad (y todavía más con la muerte reciente de Julião Sarmento, uno de los muy raros portugueses que se atrevió a jugar con la sensualidad y la seducción). Así, como esta exposición lo muestra claramente, cuando en la actualidad hablamos de cuerpos, es para hablar de ellos solamente como objetos, y los temas son entonces la misoginia, el machismo, la homofobia, las violencias raciales, la transfobia, la « queerness », etc., temas muy importantes pero para los cuales el cuerpo no es sino un objeto, y no un objeto activo, sensual y seductor.
Jorge Molder, de la serie Tangram, 2004/08, 150x102cm. |
Es verdad que podemos hacer cosas extraordinarias considerando el cuerpo como un objeto, una forma o un alfabeto con el cual podemos expresarnos, de manera formal, desprendida, conceptualizada, sin dejarnos dominar por los sentidos o los sentimientos. En la biblioteca de Serralves, una exposición pequeña presenta unas quince fotografías de Jorge Molder que pertenecen a la colección del museo (exposición parisina de Molder en proceso). En sus imágenes más conocidas (aquí las serie «T.V.» y «La Reina los saluda») Molder se representa a sí mismo, cuerpo y cara, pero no son autorretratos en el sentido clásico de la palabra, utiliza su cuerpo más bien como instrumento, como alfabeto, como material para encarnar el lenguaje artístico, son antirretratos (he hablado de ello más en detalle aquí y allí). También hay fotos de otras tres series: una, deja algo dubitativo (además de su título «Zizi»), son superficies lisas monocromáticas de rayas; lo que sorprende son las dos fotografías (arriba) de la serie « Call for papers » que no son sino rastros de huellas (la marca de un zapato en el piso, la marca de un vaso húmedo en una mesa) y abren así una perspectiva compleja sobre la fotografía como huella de un mundo que en sí, no es sino una representación fugitiva. Para volver al cuerpo, una serie de juegos de manos parece representar un código, una prestidigitación combinatoria: la serie se llama «Tangram», como el rompecabezas chino (aquí arriba). ¿Qué podemos deducir? La exposición que está en el vestíbulo de la biblioteca también tiene libros, algunos sobre el artista (uno de ellos se llama «Molder agente secreto»), otros escogidos por él porque lo han influenciado (Perec) y que se pueden consultar; entre otros, en el n°62 de la revisra European Photography, que le dedicaba un artículo a la serie « Anatomy and Boxing », Molder, adepto de las pistas falsas escribía: «No tengo nada especial que decir sobre esta serie pero si quiere entenderla abra un diccionario para leer las definiciones de las palabras» y una lista de palabras: teatro, sueño, agonía, brillar, disecar, aprobación, ilusión, olvido, y otras. iBusque usted mismo!
Manoel de Oliveira, sin título |
En el parque de Serralves, en la Casa do Cinema, hay una exposición de unas cien fotografías inéditas del gran cineasta portugués Manoel de Oliveira, que datan de los años 30 a 50. Algunas son fotografías de los rodajes, de la búsqueda de localizaciones o elencos, pero la mayoría llevan el espíritu modernista de la época, bodegones, vistas bien construidas de paisajes, nubes, geometrías arquitecturales o vegetales, juegos de sombra y de luz, de reflejos y de difracción. Se mezclan revelados originales y recientes (de gran calidad). También vemos dos o tres experiencias (virage con azufre, solarización). Esta exposición muestra un aspecto desconocido de su trabajo, entonces es de interés documental, pero, si conocemos el trabajo de fotógrafos europeos y estadounidenses durante el mismo periodo es difícil sacar algo original, innovador o revolucionario, nada lo distingue en particular. Un ejemplo entre otros: la loza de aquí arriba muy bien fotografiada, llega 20 o 30 años después de los Bols de Paul Strand (y muchos otros), no va muy lejos en la preocupación por la abstracción y la descomposición de las formas, es como si se parara en el camino por falta de audacia. Inmenso cineasta pero fotógrafo aceptable. Aquí tampoco hay cuerpos (fuera de los elencos y de algunas fotografías muy prudentes de su esposa).
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