(artículo original en francés, aquí)
Jorge Molder, Juego de 54 cartas, 2017, Comodín |
Un juego de cartas. En un juego, hay reglas y hay trampa. Las reglas primero : 52 cartas de cuatro colores (o 54 con sus comodines). Un dispositivo, un apparatus (Foucault, Flusser), un marco bien definido. Un juego de cartas puede ser una competencia, unas imperiosas ganas de ganar, o quizás sea un solitario, un juego contra sí mismo; podemos jugar por el placer o por la gloria, o por dinero, o los tres. Y atravesamos toda la gama social, del bridge a la malilla, del póker (mentiroso o strip) al solitario. Y ni hablemos del tarot. Entonces, lo que Jorge Molder presenta en el centro de arte que acaba de abrir (de nuevo) en el centro de Lisboa, es un juego de cartas, Carpintarias de Sao Lazaro (hasta el 30 de marzo). Reglas del juego : todo tiene el mismo formato cuadrado, todo (casi todo) es en blanco y negro. Y Molder está (como de costumbre) vestido de negro y blanco, traje y camisa (que veremos de nuevo al final).
Jorge Molder, Juego de 54 cartas, 2017, Trozo |
Pero las cartas están hechas para hacer trampa, claro. Pues hacer trampa es jugar en contra, es liberarse de la reglas y ser libre. Molder se las arregla diciendo que jugar no le interesa. Pero salpica su trabajo con pequeños indicios de engaño. Primero, un titulo en francés, de un artista portugués para una exposición en Portugal : ¿porqué? Seguramente por esnobismo de su parte. O quizás por juego sobre la ambigüedad de la palabra : juego en francés es tanto el hecho de jugar como el conjunto de cartas (en portugués, hay dos palabras : jogo y baralho). Hay referencias a Mallarmé, Duchamp, Perec : el juego como actividad intelectual antes que como pasatiempo o vicio, como con César en Pagnol («me rompes el corazón«) o con el pobre Antonio das Arabias (y su perro Pilatas) en Aquilino Ribeiro. Todo eso en un país en el cual una decisión de la Corte Suprema para reglamentar los juegos de azar, cita a Dostoievski, a Zweig y al susodicho Antonio das Arabias (en 7.1.1).
Jorge Molder, Juego de 54 cartas, 2017, Clave |
Y además, ¿54 cartas? Pero si yo aquí cuento i55! Otra «trampa». Cuatro «colores» para 13 cartas (Caras, Manos, Trozos, Espectros, en lugar de Corazones, Diamantes, Picas y Tréboles). Dos comodines, o sea 54. Y la número 55, es esta « Clave », un cubito de color, perdido en un inmenso fondo negro, casi invisible allí en donde está (mal) colgado, único toque de color indeterminado (junto al primer comodín) en un universo de blanco y negro, es un diapasón disimulado, medida de toda cosa, que nadie mira y que podría ser la clave de todo ese trabajo. Pues lo que aquí cuenta no es el valor de uso de las cartas sino el concepto que las da a entender. Por otro lado, es su Clave misma la que clausura la monografía del artista, la cual se abre con otra imagen igualmente sencilla y enigmática (de la serie « A interpretaçao dos sonhos », 2009).
Jorge Molder, Juego de 54 cartas, 2017, Espectro |
Aquí, ni Cezanne, ni Caravaggio, ni La Tour. Imágenes que nos dan la impresión de haberlas visto, como si todo el trabajo de Jorge Molder (caso todo, pues algunos trabajos no son autorrepresentaciones) fuera una sola obra, expresada sin cesar, renovada, recreada, con el paso del tiempo. Como si volviéramos siempre al mismo tema. Pero no nos equivoquemos : ese tema no es el autorretrato, Molder no representa sus emociones y estados de ánimo, no entra en la categoría de los autorretratistas sistemáticos (Rembrandt, van Gogh, y tantos fotógrafos desde Robert Cornelius). Tampoco utiliza su cuerpo para personificar o para contar un cuento (como Molinier o Cyndy Sherman por ejemplo). Su cuerpo, sus manos y su rostro no son sino el material que usa (siguiendo un enfoque muy diferente, Francesca Woodman hizo igual). Escribe Hans Belting para concluir el capítulo (« lo propio y lo extraño ») que le dedica a Molder en Faces : « fotografiando a un doble ataviado con una máscara de su propia cara », subraya la « ambivalencia programática entre la cara y la máscara ».
Jorge Molder, Juego de 54 cartas, 2017, Espectro |
Hablemos entonces de las fotos en sí. Mientras que la exposición en el MIEC de Santo Tirso fue, aparentemente, más lineal, aquí la estrechez del lugar y su forma irregular impusieron rupturas y verticalidades que no son todas muy buenas (como la dificultad para ver Clave). No seguiré entonces el recorrido de A a Z sino que comenzaré por Espectros, en tres hileras. Aquí, y únicamente aquí, vemos su cuerpo entero : en medio, seis imágenes de director de orquesta gesticulando, habitado por una danza interior en la cual nos arrastra; arriba seis imágenes de dolor, de desesperanza, una torsión del busto rodeado de negro. Abajo, sola, dramática (quizás demasiado en ese dispositivo en hileras), una imagen del agotamiento, de la caída, del fin, devorada por la sombra.
Jorge Molder, Juego de 54 cartas, 2017, Cara |
El color de « Caras » es naturalmente el más expresivo : mímicas de dolor, de sueños, de sorpresa, de tristeza; en primer plano, de frente o de perfil (una vez cabeza para abajo), nítidas o borrosas. La máscara misma.
Jorge Molder, Juego de 54 cartas, 2017, Trozo |
Los trozos (la palabra significa también « bocados ») son detalles en primer plano grande, su ojo desorbitado, su boca gritando, hueco negro a la Bacon que parece retarnos (y Beckett también, el de Not I). El último Trozo es una mano que indica el siguiente color.
Jorge Molder, Juego de 54 cartas, 2017, Manos, vista de la exposición |
Mientras que las otras fotografías incitan a una mirada empática y contemplativa, las Manos, son imperativas, indican, dirigen, ordenan : puño levantado, escansión, señales. Ahí se ve el envejecimiento (Molder tiene mi edad), los tendones, la artritis. Cosa rara del colgamiento irregular, la última mano está cortada del resto, está aparte, en su rincón.
Jorge Molder, Juego de 54 cartas, 2017, Comodín |
Dos comodines, que también quieren ordenar e indicar el recorrido impuesto, el orden de los colores; el alfa y omega. El primero es un titulo, «Juego de 54 cartas», fotografía de la caja, y mirándola bien, es una fotografía en color. El último, en el extremo, en el mismo rincón que la última mano, es una herramienta de la ausencia: la ropa usada para las fotografías, dispuesta como si el cuerpo estuviera ausente y hubiera dejado una huella. Imagen mortuoria. El juego de cartas era un juego de escena, el actor cuelga los guantes...
Jorge Molder, Juego de 54 cartas, 2017, Trozo |
Jorge Molder es indudablemente el mejor fotógrafo portugués contemporáneo que aún vive (Helena Almeida acaba de fallecer), es un artista importante aunque sea desconocido fuera de su país (tiene una galería en Francia pero lo han expuesto poco). Actor enmascarado con su propia cara, encarna mejor que nadie el adagio a la Rimbaud « Yo es Otro ». El desconocido Henri van Lier le dedicó unas páginas, escribió (lo que Molder rechazó) que era « un fotógrafo filósofo, o un filósofo fotógrafo. Su trabajo está llevando a cabo una filosofía de la fotografía en acto ». Van Lier escribe también (y, comparado con el título en francés de esta serie, no resisto el placer de citar unas líneas, en el estilo inimitable de van Lier, nacido en Brasil) : « sus impresiones sutiles consuenan con la topología, la cibernética y la lógico-semiótica de la lengua portuguesa. Ellas se ajustan a la concavidad y reconcavidad de las nasales, del portugués, al oleaje largo y vago, a los calores tactiles pero difusos, las penumbras, los deslizamientos rítmicos, los índices de curvatura imponderables, las inflexiones, sobre todo lo lejano cercano […] Asunto de textura más que de estructura ».
Jorge Molder, Juego de 54 cartas, 2017, Mano |
Las fotografías de Jorge Molder no son mudas, pero son taciturnas, interrogativas, molestas. Nos arrastran hacia un juego fascinante y peligroso. ¿Y cómo podríamos jugar a ese juego sin poner en juego nuestra propia vida?
Todas las imágenes de la serie se pueden ver en este pdf (textos en inglés al final).
Dos entrevistas en portugués : sobre su vida, y sobre su trabajo.
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