samedi 5 juin 2021

¿Fotografiar las esculturas? (Giacometti et Lindbergh)

 


19 de mayo de 2021, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Exposición Giacometti Lindbergh, Museu da Misericórdia, Porto, vista de la exposición, foto del autor.


Brancusi decidió tempranamente que sólo él podía fotografiar sus propias esculturas, aprendió la técnica fotográfica con Man Ray y no dejó a nadie más (ni siquiera Stieglitz o Steichen) que intentara interpretar fotográficamente su trabajo (claro que después de su muerte otros como Grigoresco lo hicieron y podemos ver las diferencias). Alberto Giacometti en cambio no aprendió a fotografiar, y ello nos priva de la posibilidad de un enfrentamiento entre la visión fotográfica del artista y la de un tercero. En 2017 la Fundación Giacometti le pidió a Peter Lindberg, más conocido por sus imágenes de moda que por un trabajo sobre la escultura, que fotografiara esculturas de Giacometti. El Museo de la Misericordia nos presenta entonces una exposición de esculturas y fotografías (hasta el 24 de septiembre). El resultado es interesante a veces pero poco exaltante y a veces decepcionante. 


Exposition Giacometti Lindbergh, Museu da Misericórdia, Porto, vista de la exposición con en primer plano Busto de Annette IV, 1962; foto del autor.



La primera sala, cuadrada, bajo una vidriera (arriba vista en picada) muestra en una tarima central a cinco mujeres de Giacometti y, en las paredes nueve fotografías de las mismas en primer plano, y a veces un desdoblamiento como si fuera un eco. Es bastante espectacular y está hecho para que lo sea, como por ejemplo el busto de Annette que corresponde con su imagen en segundo plano. ¿Permite ello verdaderamente ver mejor y ver más tal y como promete el texto de acompañamiento? No estoy convencido. 


Alberto Giacometti, Personaje en cuclillas 1926, foto del autor.


En su gran mayoría las obras de Giacometti presentadas aquí son cabezas y cuerpos, no hay sino tres obras más antiguas, una composición cubista (la II de 1927) cuya fotografía por Lindberg es particularmente confusa, una mujer plana (la II de 1928-29) y el extraordinario personaje de cuclillas de 1927 de aspecto bastante primitivo con el que Lindberg no se enfrentó. 


Alberto Giacometti, Tres hombres caminando, bandeja pequeña, 1948, foto del autor.


Podríamos decir que Giacometti se basta a sí mismo y que mostrar simple e inteligentemente sus esculturas sería suficiente: Así, la potencia de los Tres Hombres caminando subrayados por la aspiración vertical de la ventana en segundo plano, no necesita nada más. No se pierdan (puesto que lo proyectan en un rincón bien escondido) unos cortos (sin comentario) de la reveladora película en colores de Ernst Scheidegger y Peter Münscher de 1966 que muestra a Giacometti en su taller modelando una cabeza.  


Peter Lindbergh, 3 fotografías del Hombre que camina, 2017, foto del autor.


Me parece entonces que son buenas fotografías documentales, bien hechas, con buena luz, en primer plano, a veces con detalles bien visibles (pero aquí podemos ver de muy cerca las esculturas), pero sin suplemento de alma. Las únicas fotografías de Lindberg con las que sentí un soplo único son estas tres imágenes del Hombre que camina, inmenso, que surge de la oscuridad como un fantasma (a pesar de la columna roja que los divide en una toma desde el único punto de vista posible): por su puesta en escena crean verdaderamente una impresión que va mucho más lejos que la simple mirada sobre la estatua. Pero creo que son las únicas. 


Dibujo de Alberto Giacometti y fotografía de Peter Lindbergh, sin carteles de identificación, foto del autor.


En una sala pequeña se yuxtaponen diez dibujos de Giacometti y 20 fotografías de moda de Lindberg que intentan establecer paralelos formales entre los dos: personajes en la misma pose, igual movimiento. Pero no es verdaderamente bueno, es demasiado a propósito, le falta naturalidad puesto que sólo esta basado en similitudes de formas. 


Rui Chafes, Mi sangre es su sangre (vista del exterior del Museo), 2015.


La Misericordia es una obra de caridad cuyos miembros tienen deberes corporales  y también deberes espirituales (mi preferido es «castigar con caridad a aquellos que se equivocan»). En el edificio hay una colección de arte religioso y también una iglesia. Y da pesar que nadie se haya atrevido a poner  un Giacometti en el coro, delante del altar o sobre el terciopelo rojo del balcón del órgano. Lástima, hubiera sido bastante impresionante. Una de las salas del edificio presenta el cuadro Fons Vitae de Colin de Coter (hacia 1515) en el cual la sangre de Cristo crucificado alimenta una fuente. Al lado de ese cuadro el escultor Rui Chafes, cuyo enfrentamiento con Giacometti en París había impactado, instaló una escultura que surge del edificio, atraviesa la pared y sale a la calle, como si fuera una vena, un tendón, un paño, que une interior y exterior, pasante y devoto. 


Portada del catálogo de la exposición Face to Face en el Moderna Museet.


Cuando fui, el catálogo estaba agotado, y voy a hablarles también de otro catálogo, el de la exposición en el Moderna Museet, que se llama « Face to Face » y en la cual Giacometti se enfrenta con tres escritores, Georges Bataille, Jean Genet y Samuel Beckett (hasta el 30 de mayo). Nada que ver con la catástrofe que fue la exposición del Pompidou en la cual Francis Bacon estaba también frente a escritores. Aquí, si nos atenemos al catálogo hay sentido y no acercamientos incongruentes, por lo menos porque Giacometti conoció y apreció a cada uno de los tres escritores. Bataille (con Michel Leiris y el grupo de la revista Documents) recibió al joven provincial suizo, compartió con el su rebelión contra la estética y su atracción por lo informe (ensayo de Dawn Ades), y le ayudó para que se integrara en el contexto parisino desde 1929 (hay una estatuilla que representa a Diane Bataille en la exposición de la Misericordia). Genet fue pintado y esculpido por Giacometti y escribió un bello libro sobre él, compartían también la marginalidad, (ensayo de Agnès Vannouvong en el catálogo) su relación con el espacio y la clausura. En fin, Giacometti concibió para Beckett el árbol de Esperando a Godot y compartió con él la sensación de la imposibilidad de representación de lo real (ensayo de Jesper Olson). Muy buena introducción de los comisarios; catálogo de 252 páginas en inglés con la reproducción de un centenar de obras presentadas en la exposición además de numerosas fotografías y documentos. Libro recibido en servicio de prensa.


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