19 de noviembre por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
en portugués (con algunas fotos más)
Alberto Giacometti, Mujer de pie, sin brazos, 1958, yeso 65,1 x 11,3 x 21 cm / Rui Chafes,
Más allá de los ojos, 2018, acero, 12 m.
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Ante todo, puede sorprender el acercamiento: ¿qué tienen que ver Alberto Giacometti y el escultor portugués Rui Chafes? Ni similitud en las formas, ni experiencias comunes, ni ninguna filiación. ¿Es descabellado reunirlos, hacerlos dialogar en esta exposición en la Fundación Gulbenkian en París (hasta el 16 de diciembre)? Sobre todo porque se empieza la visita entrando en un pasillo oscuro, mate y estrecho, en cuyas paredes han puesto algunas aberturas a través de las cuales se divisan pequeñas esculturas de Giacometti iluminadas con una luz violenta. Vemos una a través de una reja de confesional, otra (Mujer de pie, sin brazos) por una tronera vertical que enmarca su propia verticalidad (aquí arriba), otras por un oculus que difracta la mirada e impide una visión única. Tiene que asistir solo a esta experiencia, puesto que es difícil cruzarse y el patán que dice en voz alta cosas sin interés molesta, cuando el silencio debería ser evidente en semejante corredor. Se ven de otra manera las pequeñas cabezas giacométicas, y nos damos cuenta de que es la arquitectura de ese pasillo la que nos obliga a mirar más atentamente, de forma más trabajada, es incluso un esfuerzo percibir en el lente multiplicador la cabecita de tierra de Diego (9.5 cm de alto, abajo), que nunca antes se había expuesto. Y es entonces cuando entendemos que aquello no es una puesta en escena creativa, ni un artifice de curador inventivo, sino que nos encontramos en el interior de una escultura de Rui Chafes, que ese pasillo llamado Más allá de los ojos, es su obra, su manera de encontrarse con Giacometti, de rendirle homenaje y de afrontarlo, tarea inmensa de la que sale muy bien.
Alberto Giacometti, Figurita pequeñísima, hacia 1937-39, yeso, 4,3 x 3 x 3,8 cm |
Otra instalación de Chafes se encuentra en la sala siguiente, un paralelepípedo de acero de 4 metros de largo (Luz) en el fondo del cual, en un nicho minúsculo iluminado, hay todavía más minúsculo, Figurita pequeñísima (4.3 cm de alto) sobre un pedestal más grande que ella: ¿simple puesta en escena? Pero, al entrar y al acercarse a la figurita, de repente uno se siente mal, mareado: un suelo inclinado, unas paredes que parecen moverse, se siente incomodidad, tormenta, desequilibrio, se avanza con dificultad. Ahí también, se perturba la percepción y hay que esforzarse, dominar el malestar, para alcanzar el final y disfrutar al fin con la contemplación de la escultura de Giacometti (allí también, solo, preferentemente).
Rui Chafes, Con nada, 2018, acero, 130 x 25 x 23 cm & Otro cuerpo I, 2018, acier, 80 cm / Alberto Giacometti, Figurita, hacia1956, bronce, 23,4 x 6,9 x 10,1 cm |
¿Será que Chafes es un pertubador de visitas, un revelador de la mirada, su papel se limitará a molestarnos para permitirnos que veamos mejor? ¿Un simple escenógrafo genial? iClaro que no! Pues más lejos, al ver sus esculturas frente a frente, entendemos el contraste: las unas, de bronce, yeso o tierra, se encuentran sobre pedestales, a veces desmesurados; otros, de acero negro, se encuentran suspendidos y se mueven al paso de los visitantes. Algunas llevan obstinadamente las huellas de los dedos que las modelaron, como cicatrices; otras tienden a la perfección lisa (incluso si, por primera vez en el trabajo de Chafes, dos de ellas, vemos el interior, las entrañas, más ásperas pero igual de puras que la piel del exterior bien pulida). Unas (en todo caso las que escogieron para esta exposición) son figurativas, seres humanos de pie o cabezas; las otras son solo formas abstractas, enrollamientos, torsiones (aunque una, discreta en la escalera se llama Lágrima V, esfera pequeña de acero suspendida). Otras tienden a ser
« desmateriales », otras flotan en los limites de lo ponderable. Unas son un grito hacia el mundo; otras son un murmuro en nuestro espacio secreto.
Rui Chafes, La nuit, 2018, acier, 81 x 28,5 x 287 cm / Alberto Giacometti, Le Nez, vers 1947-50, plâtre, 43 x 9,7 x 23 cm
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Me convenció menos la instalación que agrupa una obra del uno ensamblada en una obra del otro: la de Chafes, La noche, en verdad inestable y que se balancea, está puesta sobre un pedestal, mientras que la de Giacometti, La nariz, está suspendida, no en una jaula como lo hiciera Giacometti, sino a la escultura de Chafes. Esta inversión molesta. Además, son las dos esculturas que muestran similitudes formales, la una parece el prolongamiento de la otra, espada y nariz. Es verdad, que ahí también, la mirada tiene que jugar con las formas y encontrar su punto de vista único, pero la fuerza de la demostración aquí me parece debilitada. Mencionemos para terminar cuatro dibujos de Giacometti en las paredes.
Alberto Giacometti, Tête de Diego, vers 1934-41, terre, 9,5 x 5,4 x 7,7 cm |
Nada que ver con la otra exposición de Giacometti en el Museo Maillol, bastante didáctica (no he visto la de la Fundación con Annette Messager). Nada que ver tampoco con las esculturas farragosas de Franz West en el Centro Pompidou, en búsqueda de legitimidad, cuestionando el estatuto de la obra de arte y volviéndose mobiliario: otra concepción de la escultura, en las antípodas de la pureza de Giacometti y de Chafes.
Imágenes cortesía Fundación Gulbenkian; obras de Chafes cortesía del artista; obras de Giacometti Col. Fundación Giacometti, París. Vistas de la exposición: fotos de Sandra Rocha.
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