27 de noviembre de 2019, por Lunettes Rouges
Gillian Wearing, Me as Cahun Holding a Mask of my Face, 2012, 157.3x129cm |
La máscara de protección, la máscara de disimulación, la máscara de apropiación, la máscara que abre hacia otra realidad, son los temas que plantea una muy interesante exposición sobre las máscaras, en Kunsthaus del cantón de Argovia, en Aarau a menos de una hora de Zurich (hasta el 5 de enero). Un tema utilizado con frecuencia por y en torno a los artistas (Picasso, Hazoumé, Rodin) y otras veces también de manera más socio etnológica; muchas veces poéticamente, otras de manera más pedante. Esta exposición presenta numerosos enfoques artísticos de la máscara, he aquí algunos.
Susanne Weirich, Global Charcoal Challenge, 2018, 18 moniteurs, durée 13 min. |
La (falsa) protección, podrían ser las pantallas azuladas en las que jóvenes de ambos sexos se quitan de la cara unas máscaras de belleza al tiempo que se filman: se han aplicado y dejado secar sobre la cara una mezcla poco apetitosa de carbón y cola, se la quitan con dolor y gesticulando. Luego se limpian las impurezas. Esta instalación de Susanne Weirich contiene una ironía triste y cínica sobre el mundo actual, no solamente el culto consumista de la belleza y la auto fascinación compartida a través de selfies, sino también (me parece) sobre la obligación actual de ser liso, puro, sin manchas: saneamiento, corrección política, ventilación (es hora de ventilar dicen las nuevas ligas de la virtud) son la transposición de la limpieza en el campo de las opiniones autorizadas.
John Stezaker, Mask (Film Portrait Collage), CLXXIII, 2014, collage, 20×17.6cm |
La disimulación, podría ser una máscara, precisamente, detrás de la cual no pudiéramos reconocer al que la lleva, protegido entonces de las miradas y libre. ¿Quién mejor disimulador que un actor de Hollywood? No aquellos del teatro griego que a menudo llevan máscaras sino los de Hollywood, de quienes John Stezaker esconde los rasgos... detrás de paisajes: es verdad que es extraño e inquietante, pero es también la posibilidad de apropiarse del rostro de una estrella; no podemos gozar tranquilamente con su belleza puesto que nos escapa, no escapa en el río, debajo del puente (quizás sean, psicoanalíticamente, un símbolo, una construcción).
Hélène Delprat, THE DON’T SHOW SHOW, instalación, 2019 |
Podríamos ver la apropiación en la serie de Gillian Wearing quien, a través de un maquillaje muy bien elaborado se convierte en Mapplethorpe, Arbus, Wharol o (arriba) Claude Cahun: igual que cuando se transforma en su propia madre, sentimos bien que en ello existe una ambigüedad, al mismo tiempo, admiración, amor, rechazo, negación. Es verdad que ustedes creen ver a Cahun pero yo no soy ella, yo soy su complemento y su contrario, y es mi cara, mi máscara que ella ostenta con un gesto de violencia tranquila (como el Goliath de Caravaggio). La instalación aquí encima, de Hélène Delprat, que ocupa toda una sala detrás de la pared de máscaras nos lleva a otra parte, entre Fellini y Frankenstein. Simon Starling recrea también una realidad neutra, entre teatro y política, con ocho máscaras sobre varillas de metal en una semi oscuridad y una película que navega entre Hiroshima y el teatro Nô.
Gauri Gill, serie Acts of Appearance, 2015- |
Habría que citar a muchos otros. Pope L. mezcla su rostro (negro) con imágenes de niños blancos y de criados negros, quizás (pero no dice nada de ello) una evocación de piel negra, máscaras blancas; es además la única obra política de la exposición junto con (que vi unos días antes en Basilea) la película de Shirley Temple de blackface (el montaje se lo dan a Theaster Gates). Cameron Jamie filma a hombres disfrazados festejando la San Nicolás en un pueblo austriaco, un documental sobre cierta violencia socialmente aceptable, integrada en la vida social del lugar, como todo desahogo carnavalesco. Kader Attia yuxtapone máscaras africanas y gueules cassées, un trabajo que ya vimos sobre la reparación. Gauri Gill (en la portada del excelente pero controvertido número de Katalog sobre las mujeres fotógrafas y el Fast Forward) les pidió a los habitantes de un pueblo indio que fabricaran y se pusieran máscaras tradicionales hindúes, una extraña mascarada.
Cindy Sherman, ST 318, cibachrome, 146.1×97.8cm |
Para terminar, en la última sala aparece la maestra de las máscaras, la que, toda su vida, se travistió, disfrazó, aquella de quien prácticamente no conocemos la verdadera cara, puesto que la hemos visto únicamente modificada, transformada, Cindy Sherman. La exposición tiene la inteligencia de no presentarnos imágenes de ella «clásicamente» enmascarada, sino tres máscaras flotando, dos de ellas las llevan dos rostros, uno oscuro otro dorado, otro bordeado con una masa pelirroja, pero la tercera, aquí arriba, es mucho más inquietante. Se trata de una máscara rota de niño, como si una bala la hubiera destrozado, y no cubre nada, vacío y ausencia. Es sin duda una afirmación del artificio de las composiciones fotográficas de la artista, pero más allá de esta interpretación literal, veo una reflexión trágica y desesperada, una invitación para meditar sobre nuestro mundo. Las máscaras son también reveladores. Catálogo muy interesante (inglés y alemán) con ensayos de los comisarios Madeleine Schuppli (sobre la máscara contemporánea) y de Yasmin Afshar (sobre la historia de la máscara en el arte), y además buenas reseñas sobre los 35 artistas.
Fotos 1, 2 & 4 del autor
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