jeudi 19 septembre 2019

Niko Pirosmani, pintor proletario y realista inspirado


18 de septiembre de 2019, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Niko Pirosmani, El Millonario sin hijos y la Pobreza con sus hijos, óleo sobre tela impermeable, 114x156cm, Museo Nacional de Georgia

Muy bonita exposición de Niko Pirosmani (o Pirosmanachvili) que, después del  Albertina, la Fundación van Gogh presenta en Arles (hasta el 20 de octubre); no es la primera en Francia: en Artes Decorativos en 1969 (su primera exposición fuera de la órbita soviética), en el Museo del arte naíf de Niza en 1983, en Nantes en 1999 y en el museo Zervos en Vézelay en 2008 (y posiblemente otras que no recuerdo). Pirosmani quien, por mi parte, descubrí en Tiflis en 2004, no es desconocido en Francia y esta exposición plantea cuestiones interesantes sobre su vida y su obra.

Niko Pirosmani,La Actriz Margarita, óleo sobre tela impermeable, 117x94cm, Museo Nacional de Georgia

Pirosmani es un hombre del pueblo quien después de varios fracasos profesionales y varias desilusiones amorosas (la mejor, quizás apócrifa, es que gasta todo su dinero en rosas rojas para esta actriz francesa que estaba de paso, Marguerite de Sèvres), vivió de marginal nómada sin domicilio fijo, pintando enseñas y cuadros para los comercios pequeños de la ciudad, intercambiándolos contra bebida, cobijo y comida, y también pintando para su propia felicidad. Al vivir en una sociedad en plena mutación entre dos siglos, entre un pasado orgulloso, rural e idílico y una modernidad hecha de dominación rusa, de urbanización y de industrialización, la mayoría de sus lienzos son testimonios de esas dos facetas de la cultura georgiana, y de las tensiones que todo ello puede acarrear (como por ejemplo el virulento cuadro de la compra de un bebé por millonarios a una mujer pobre (arriba). Pirosmani murió el día de Pascua de 1918 a los 55 años, tres semanas antes de la proclamación de una efímera Georgia independiente sobre las ruinas del imperio zarista (que los Soviéticos eliminaron por 70 años en 1921). 

Niko Pirosmani, Jirafa, óleo sobre tela impermeable, 138x112cm, Museo Nacional de Georgia

Así que Pirosmani pinta, esencialmente escenas vistas: al contrario del Aduanero Rousseau (con quien se le compara demasiado; una comparación mucho más pertinente sería con Dominguez Alvarez, también él pintor del pueblo, quien en Oporto también pagaba su parte con sus lienzos), Pirosmani no es un pintor onírico, no representa escenas de ensueño, fantasmas. Excepto el que representa la guerra ruso-japonesa (aquí abajo) y quizás algunos animales exóticos (¿por aquellos años un circo habrá mostrado alguna jirafa en Tiflis? Pregunta importante. Tal como el rinoceronte de Durero...), todos sus temas son escenas que vio (y a veces transformando, haciendo principes con los comensales), historias que le son familiares, hombres y mujeres que frecuenta, animales que observa (a los que su pintura otorga una personalidad: ah, la dulce mirada de la jirafa...).

Niko Pirosmani, Banquete de los cuatro citadinos, óleo sobre tela impermeable, 108x202cm, Museo Nacional de Georgia, no está en la exposición

Una de sus escenas favoritas es el banquete, no cualquiera, el del ritual noble del banquete y los brindis, un elemento esencial de la cultura georgiana: la persona más respectable de la asamblea, el «tamada», brinda empezando por Dios, la patria, los héroes y luego las personas presentes, cada uno se levanta y bebe de un golpe, y nadie se emborracha. Recuerdo un banquete en Gori (una amiga me traducía) en el que el tamada brindaba por Stalin, originario del lugar, luego mirándome de reojo y al ver mi cara añade: «bueno, en honor del francés, el brindis será por Stalin y de Gaulle, juntos» y levanté mi copa. Así que ese ritual codificado y muy presente en los lienzos de Pirosmani (que no es ningún asocial o marginal, al contrario está muy arraigado en la cultura popular de su país), con escenas rígidas, de pose, seguramente más simbólicas que realistas, el tiempo está suspendido (no creo que me equivoque pero en la exposición no hay ningún banquete). El ensayo de Gottfried Boehm evoca en el catálogo el retrato de grupo holandés, así como el destacado análisis de Aloïs Riegl: aunque haya similitudes en la hechura, el papel socialmente glorificador no existe en la pintura de Pirosmani.

Niko Pirosmani, la Guerra ruso-japonesa, óleo sobre tela impermeable, 107x169cm, Museo nacional de Georgia

Y cuando los artistas burgueses de Tiflis quieren honorarlo, él les agradece de una manera bastante irónica al sugerir que en lugar de darle dinero, construyan un lugar convivial en donde beber y comer a voluntad. Desde ese punto de vista, Pirosmani es todo lo contrario del Aduanero Rousseau: este último quiere ser reconocido como artista, quiere que lo integren en los círculos de la vanguardia, juega el papel del naíf. A Pirosmani no le interesa para nada, vive muerto de hambre y no tiene techo pero no se vende. Igualmente cuando los artistas rusos vanguardistas Mikhail Le Dentu (cuyo tatarabuelo era un emigrante francés en la época de la Revolución y el 1er Imperio, asentado en San Peterburgo) y los hermanos Zdanevitch lo «descubren», Pirosmani no les hace ningún caso; les vende cuatro lienzos (probablemente se los compraron a otros) que presentaron en Moscú en la exposición del grupo Gontcharova-Larionov de la Queue d’âne (entre ellos la Mujer con jarra de cerveza, aquí abajo), y esa apropiación paternalista por parte de la vanguardia de un arte visto como «primitivo» parece dejarlo totalmente indiferente. 

Niko Pirosmani, Médico en un asno, óleo sobre cartón, 80x100cm, Museo nacional de Georgia

Aparte de esos cuatro cuadros expuestos en Moscú, a los que concedieron gran importancia, tenemos que reconocer que entre 1913 y 1969, únicamente en la Unión Soviética (y los países satélites) honoraron a Pirosmani, y eso desde 1927, ya que presentaron 23 lienzos de Pirosmani en la exposición de arte de los pueblos de la URSS para el décimo aniversario de la Revolución (es el tercer artista por número de cuadros), luego hubo numerosas exposiciones en Georgia, claro, y también en Leningrado, Kharkiv, Kiev, Odessa, Praga, Varsovia, Berlín Oriental, Dresde, Bucarest, Budapest, Tallinn, Riga, Kaunas, ... El primer libro sobre él publicado en Tiflis, data de 1926. Antes de 1969 no existe ningún interés por él en el Oeste. Es que, aunque no lo queramos, Pirosmani es un pintor proletario, quien, sin alinearse formalmente con anticipación en lo que será llamado el realismo socialista, pinta una sociedad de gente ordinaria, y, algunas veces, situaciones sociales reveladoras. Aunque no les convenga mucho a los críticos contemporáneos no se puede ocultar de dónde viene la pintura de Pirosmani y cuál es su lugar. 

Niko Pirosmani, La Montaña del Arsenal por la noche,  óleo sobre tela impermeable, 113x91cm, Museo nacional de Georgia

Ciertamente, la conservación de las obras fue compleja: al igual que  Larionov y Gontcharova, uno de los hermanos Zdanievitch se exilió en Francia el otro fue enviado al Gulag durante unos años; muchas de las obras de Pirosmani (unas cuarenta) fueron compradas de ganga por el Museo de Tiflis. Un ejemplo interesante es La Montaña del Arsenal de noche: cuando en 1930 el Museo de Tiblis adquirió la colección de los hermanos Zdanevitch, Kirill Zdanevitch conservó 6 cuadros, entre ellos ese; en 1957, cuando Kirill Zdanevitch estaba en el Gulag, parece que su familia, para facilitar su liberación le vendió el cuadro a Lili Brik (la hermana de Elsa Triolet), quien se lo cedió al gobierno soviético para que éste se lo regalara a Aragón, quien lo recibió a finales de 1957. Cuando se puso en venta en Christie’s en 2015, el oligarca de Georgia Bidzina Ivanichvili lo adquirió por 962 500 £ e hizo una donación al Museo de Tiflis. 

Niko Pirosmani, Mujer con jarra de cerveza, óleo sobre tela impermeable, 114x90cm, Museo nacional de Georgia

Una de las características fascinantes de la pintura de Pirosmani es la luminosidad, su capacidad para destacar colores sencillos que se vuelven resplandecientes: es que, en efecto, sus cuadros están pintados sobre una tela impermeable negra (del estilo de la que se usaba para las capotas de los coches), no es que fuera más barata que el lienzo para cuadros, pero era más flexible, no necesitaba apresto y le permitía, al hacer resaltar el fondo negro brillante, darle a sus cuadros esa singularidad luminosa (el Médico aquí ariba, es una excepción, pintado sobre cartón). Pinta sin perspectiva, sin profundidad, sus personajes a menudo son frontales, inexpresivos, de una gran sencillez. Pirosmani aunque haya recibido algunas clases de dibujo a los 20 años, es completamente autodidacta. Al contrario del Aduanero Rousseau, no se integra, ni transforma sus ensueños en pintura; al contrario de van Gogh, es un pintor de orden y armonía. ¿Qué etiqueta ponerle: naíf? ¿primitivo? ¿marginal? ¿buen salvaje? Ninguna es realmente adecuada.

Tadao Ando, Mesa de Niko Pirosmani, plexiglas, metal y flores, 2018, 700x180x140cm

La exposición presenta también algunas obras de artistas contemporáneos que hacen eco con Pirosmani: excepto la mesa de rosas azules de Tadao Ando, se puede recorrer bastante rápido (incluso muy rápido, delante de pintores de moda, Yoshitomo Nara o Adrian Ghenie).

La última foto es del autor.

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