mardi 10 septembre 2019

Jean Dubuffet, El europeo con máscara de bárbaro

06 de septiembre de 2019, por Lunettes Rouges





Jean Dubuffet, Le Déchiffreur, 26/09/1977, 178x214cm, MAMC St Etienne

No tuve tiempo para escribir sobre la exposición del MUCEM Jean Dubuffet, un bárbaro en Europa, antes de que la cerraran, les pido que me disculpen. Fue una exposición interesante y audaz, ya que, en lugar de seguir un hilo cronológico, intentó hilvanar la obra y el pensamiento de Dubuffet según tres ejes, no verdaderamente secuenciales: el hombre común, el etnógrafo y el crítico de la cultura (promotor entonces del arte marginal). No reprocharemos entonces las carencias en la presentación de la obra de Dubuffet (l'Hourloupe, les Mires), lo que no entraba en el esquema; pero podemos cuestionar en cambio la ausencia de distancia crítica en relación con Dubuffet, la exposición tiene alguna tendencia a la hagiografía. No es que sea necesario, como lo pide un crítico políticamente correcto, precisar que Dubuffet les vendió vino a los alemanes, crimen monstruoso, sino más bien que hubiera sido interesante analizar con un poco más de profundidad porqué ese buen burgués fue presentado (por Pierre Seghers en 1944) como un hombre común, comprender su única experiencia pretendidamente etnográfica, sus viajes turísticos de algunas semanas al Sahara y entender cómo su ataque contra las reglas del arte conocido como académico se acompañaba de la construcción de otras reglas, de otro sistema tan normalizado y exclusivo, el del arte marginal.

Jean Dubuffet, Donnée H59, 31/05/1984, 67×100, coll. Dubuffet Paris

Nos recibe el Déchiffreur de 1977 (arriba), hermosa composición con la cual nos explican de forma poco sutil que «el hombre está en el centro»; es verdad, pero lo interesante es el desorden a su alrededor. El hombre común está relacionado con la sobriedad, la humildad, la modestia, es lo contrario del héroe, de lo bonito, de ahí el interés por el grafiti. Donnée H59 es una pequeña obra de papel (data de 1984, poco antes de su muerte) en la que sentimos una energía creadora que late y que se aparenta con la escritura automática.  

Estatua de piedra conocida como Kamenaia Baba, siglos IX-XIII, Ucrania, 240x101x46cm, MUCEM

Se entra luego en una sala particularmente oscura llamada etnográfica (mito  recurrente que el arte «primitivo» se tiene que presentar en una semi oscuridad, como en el Quai Branly ...), en donde hay una profusión de objetos, de imágenes y documentos, que dan una impresión de cantidad pero que no aclaran nada, en un recorrido bastante confuso. Sin embargo es allí, hurgando en la oscuridad que vemos las piezas más interesantes de la exposición, al igual que algunos Barbudos Müller y una estela antropomorfa Kamenaia Baba de la que se inspiró Dubuffet (pero su Venus del andén parece bastante sosa al lado de esta magnífica y misteriosa estatua pagana). Vemos también que Dubuffet quien al principio se interesó mucho por el arte de los niños, se alejó de ello pensando que la influencia cultural era demasiado grande (y así le dió la espalda a la psicoanálisis; ¿existe alguna investigación sobre las relaciones de Dubuffet con el psicoanálisis?).

Jean Dubuffet, Ghardaîa (45×57), & Nómadas y camellos, palmeras, jardinero (44×55), 1948, Museo de Artes decorativos Paris

No es porque Lévi-Strauss le haya escrito (el 15 de noviembre de 1948) que consideraba su esfuerzo como «el único valido ante el fracaso del arte que podemos llamar profesional» que hay que adjudicarle a Dubuffet un título de etnógrafo. Es verdad que vió a muchos investigadores y coleccionistas de artes «primitivos», pero cuando él mismo va sobre el terreno, al Sahara en 1947, 48 y 49 (cada vez por unas semanas solamente), sus notas y dibujos lo muestran incapaz de deshacerse de su punto de vista de blanco en las colonias (a pesar de que dice querer purgarse de la opresiva cultura francesa). Yo no sé como aprendió en pocas semanas el árabe y el tamasheq (de lo que se vanagloria), ni qué tipo de comprensión pudo alcanzar de la música y de la cultura mozabite o tuareg, pero sus dibujos, o casi todos, llevan los motivos de los estereotipos pintorescos coloniales habituales: el árabe, el camello, la palmera. Y cuando incita a su arrendador para que pinte, este último lo imita, al otro extremo de la cultura artística de la región. Dubuffet le escribe a Jacques Berque (el 17 de marzo de 1947) que había adoptado «el género arabista desmesuradamente». Pero sólo lo mineral de los paisajes parece haberlo enriquecido verdaderamente.

Aloïse Corbaz, Pesca milagrosa del borceguí de Talía, hacia 1954, 204x147cm, col. Art marginal Lausana

La exposición despliega entonces la postura anti burguesa, después el proletario y el indígena y en una tercera faceta, la del artista marginal dinamitando la cultura humanista; la organizan, dicho de paso, de forma muy pertinente, entre el punto de vista que hay que descentrar, la lengua que hay que enloquecer, la materia que hay que animar, la música que hay que desentonar, la polémica que hay que fomentar, y las creencias que hay que debilitar, para alcanzar el arte marginal (aquí arriba la ineludible Aloïse Corbaz). Es un encausamiento que seduce. Pero el arte marginal según Dubuffet no son sino reglas, definiciones, exclusiones, y reproduce en su universo propio todos los defectos del arte que calificó de académico y de oficial. Cuidado con el que se atreva a poner en duda la palabra del maestro, o que se atreva a sugerir otras pistas, otros enfoques. Me quedé atónito por la violencia de una carta en una vitrina dirigida el 18 de enero de 1969 al crítico Gilbert Lascault quien, en el borrador de un artículo para el número 32 de la revista de arte XXème siècle de Gualtieri di San Lazzaro, se atrevió a evocar Mayo del 68 a propósito de Dubuffet. Es una carta altanera e insultante, la carta de un hombre terriblemente ofendido que amenaza y asegura que ese articulo «simplón» no será publicado: el arte marginal es una iglesia y su papa excomulga. Subsisten todavía muchas hagiografías (ahí también). Por fortuna el catálogo contiene un texto mordaz e irreverente de Christophe David (« Jusqu’à l’os »), lo que permite equilibrar un poco. 

Fotos 1 & 5 cortesía del MUCEM. Fotos 2, 3 y 4 del autor.

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