mardi 27 avril 2021

Vivian Maier, a través de dos filtros

 

19 de abril de 2021, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)



Entrada de la exposición


El Centro Cultural de Cascais (Fundación D. Luis I) presenta hasta el 16 de mayo más de cien fotografías de Vivian Maier y algunos extractos de sus películas, es su primera exposición en Portugal, la comisaria es Anne Morin (de la Agencia diChroma, que propone tres formatos diferentes llave en mano, Vivian Maier I - que tenemos aquí, Vivian Maier II y Vivian Maier III) que ya había organizado según un esquema similar su primera exposición en Tours, Francia en 2013. Recordemos brevemente que Vivian Maier (1926-2009) fue una aya estadounidense de origen francés que trabajó principalmente en Chicago y cuyas fotografías no se conocieron sino después de su muerte: cuando ya no pudo pagar los gastos de almacenaje y el guarda muebles vendió sus cosas en subasta y unos buscadores de gangas compraron las cajas en donde estaban los negativos, rollos sin desarrollar (parece que a partir de 1972/75 dejó de desarrollar sus rollos), positivados y películas, en total alrededor de 150 000 imágenes además de todo tipo de papeles, incontables recortes de prensa bien clasificados que aparentemente desaparecieron. Esta historia novelesca y triste se cuenta mucho ya sea en Wikipedia, en la página de John Maloof quien posee la mayoría de las fotografías, en libros en francés (bastante idealizados) o en inglés (es más un trabajo de historiador), o en este artículo que trata de la exposición y en grandes cantidades de otros artículos sobre ella (sin hablar de la saga de los herederos). Y en realidad, la tentación es grande de dejarse fascinar solamente por la historia, la de la mujer y la del «descubrimiento» de su obra. Pero, quizás porque conozco la historia de otro artista secreto, Miroslav Tichý, y la de su «descubrimiento» por Roman Buxbaum, que voy a hablarles más bien de lo que vemos aquí y de lo que no vemos; no es que la «leyenda» no sea pertinente sino que ustedes tienen decenas de lugares en donde leerla. 


Vivian Maier, fotografía no identificada, captura de pantalla de un diaporama.

 

La exposición, entonces. Desde la entrada la imagen que nos recibe es un autorretrato: hablaré de ello pues en su trabajo hay una diferencia marcada, tanto estética, como, digamos, esencial, entre sus autorretratos y el resto de sus fotografías. Por otro lado, tenemos trozos de películas en 9 secuencias, algunas en blanco y negro, otras en color, también con diaporamas de fotos fijas, en total, 45 minutos (que hubieran merecido sillas delante de la pantalla, pero bueno...). Los cortes entre las secuencias son rudos, no se trata de un montaje sino de una simple yuxtaposición, sin que se sepa si su rudeza sea obra de Vivian Maier, es más probable que hayan sido hechos después. Son escenas cotidianas, a veces con niños (la vemos recogiendo fresas con ellos habiéndole dejado la cámara a alguien unos instantes) o paradas y otras festividades (¿habrá sido algo candorosa a pesar de su aspecto hosco? hay cantidades de fotos del bien parecido Kirk Douglas en una vitrina) y también muchos incidentes en la calle en donde ella está de curiosa y filma a otros curiosos, un ejercicio de doble voyerismo: la demolición de un edificio, los estragos causados por un huracán, una persona herida o muerta que la policía evacúa delante de los curiosos, la historia de una madre y de su bebé asesinados (su película empieza con una nota escrita de su mano contra el drama), y, lo más extraño, una visita al matadero antes de su demolición en compañía de uno de los niños que cuida, de caperuza roja y pantalón verde, una mancha de color en medio de todo ese gris indeterminado en el lugar al cual conducen a la muerte ovejas y terneros (las imágenes fijas que siguen son de cadáveres de animales muertos en la calle, caballo, gato). Esta primera impresión nos aleja del mito a la Mary Poppins, es verdad que vemos a los niños pero detectamos sobre todo cierta fascinación por la destrucción, la catástrofe, el voyerismo. Entre los autorretratos que aparecen de vez en cuando, en general, reflejos en espejos, este me impresionó (no está en las exposiciones), en él se ve a un niño que parece que está gritando entre las piernas abiertas de la fotógrafa (pero supongo que no hay que ponerse demasiado freudiano...). 


Vivian Maier, Armenia peleando con un policía, Lower East Side, New York, Septembre 1956, tirage original.


Después de las películas la exposición está organizada en seis secciones bastante evidentes: escenas de calle, niños, retratos, autorretratos, y, en otra ala, color y formalismo. La mayoría de la imágenes son de formato mediano, unas diez (retratos sobretodo) son de gran formato: es evidente que no es una idea de la artista sino del trio de organizadores, el coleccionista John Maloof, el galerísta Howard Greenberg y la comisaria Anne Morin. Todas las impresiones son recientes, decididas por John Maloof; ignoramos si fueron hechas a partir de negativos ya desarrollados por Vivian Maier (quien tuvo durante mucho tiempo un pequeño laboratorio en su baño) o por una tienda de fotografía o a partir de rollos que Maloof hizo desarrollar. Maloof tenía alrededor de 3000 positivados originales de los que según él solamente 200 eran de buena calidad y recién se los regaló a la Universidad de Chicago. Otro comprador, Jeffrey Goldstein, tenía una gran cantidad de positivados originales que vendió después de haber tenido algunos problemas con la justicia y parece que actualmente están en Suiza. Aquí solamente vemos impresiones póstumas. Sin evocar los problemas de copyright que puede haber (no es porque tenga un negativo que tengo derecho a mostrarlo y a vender una impresión), por lo menos un ejemplo (el policía con la armenia) muestra una diferencia evidente entre el positivado original, aquí arriba, reencuadrado desde más cerca es más dramático que la impresión reciente que es idéntica al formato del negativo. 


Vivian Maier, S.T., San Francisco, 4 de noviembre de 1955.


Bueno, recorriendo las salas vemos niños, claro, los de los burgueses del North Shore que cuida, o niños en las calles, retratos irónicos de mujeres de mundo (y bastantes monjas, un tema que parece que la atrae) o compasivos con los pobres. Este es un aspecto importante del trabajo de Vivian Maier, critica de manera irónica la sociedad y se interesa por la marginalidad; pero ¿cuál es la razón del «conteo hacia abajo» como dice Martha Rosler? ¿El voyerismo y la curiosidad, la sensación de ser una de ellos, la piedad? Según los hijos Gensburg de quien se ocupó y que le ayudaron al final de su vida, a ella le gustaban las ideas de izquierda, pero ¿qué significa ser de izquierda para los Gensburg de Highland Park? Es curioso pero hay pocos negros en esta exposición (en total 6, salvo errores, entre ellos estos dos niños en Los Ángeles en donde Vivian Maier vivió en 1955, antes de Chicago), aunque proporcionalmente parece que hay más en la página de Maloof. 


Vivian Maier, S.T., Chicago, 27 de mayo de 1970.


En las escenas de calle, Vivian Maier selecciona incidentes, incongruencias, destrucciones (como esta hoja de contactos en una vitrina); pocas personas manifiestan sus sentimientos, a veces cólera pero poco amor y ternura (y ¿qué pensar de esta extraña escena que no está en la exposición?), sólo un primer plano de dos manos enlazadas; estamos lejos de la sensualidad fotográfica de Robert Doisneau por ejemplo, o de Diana Arbus. Sus primeros planos son más bien de piernas de mujeres, bastantes numerosas aquí, a veces finas y elegantes, y otras... Su planteamiento fotográfico es directo, muy típico del rudo Midwest, sin rodeos, y conservando la distancia. 


Vivian Maier, S.T., Chicago, s.d.


Sus fotografías en color son en su mayoría composiciones bastante violentas con colores crudos y agresivos. Ésta me atrajo por su ironía discreta y porque se necesita un instante para distinguir el semáforo en rojo. Posiblemente sea la sección que se intitula formalismo la que mejor muestra su cultura fotográfica (ver por ejemplo esta auténtica escultura): vive en Chicago, la ciudad en donde Moholy-Nagy fundó el New Bauhaus, en la ciudad de Cahallan, en Nueva York en donde estaba en 1951 cuando el MoMA presentó a Cartier-Bresson, Izis, Ronis, Doisneau y Brassaï; tenía libros de Berenice Abbott y de Thomas Struth. Aprendió la técnica con la compañera de su madre, Jeanne Bertrand, y adquirió, entre museos y libros de arte, un ojo crítico, un sentido de la composición y de la intensidad que son destacables. Es cierto que no es la única que hace fotografía de calle, y aunque no le guste a Abigail Solomon Godeau que quiere hacer de ella un icono feminista, ella no es ni mucho menos, la primera mujer que se impone en un universo supuestamente masculino, viene después de Lisette Model, Helen Levitt, y también de Ilse Bing, Marianne Breslauer, Dorothea Lange y otras más, todas ellas es verdad, mejor favorecidas socialmente y reconocidas en vida (además es curioso que ella no aparezca en esta enciclopedia militante), pero que habían señalizado el camino de las mujeres fotógrafas en el espacio público. Me parece que sus fotografías de calle son de calidad excelente pero no la ubican en el panteón de la fotografía, para mí es una entre otras dentro del universo de las fotógrafas de calle; es la «leyenda» entorno a Vivian Maier que ha realzado el interés por su trabajo, es la fascinación ante su historia y su «descubrimiento» que nos hace mirarlo con más énfasis. 


Vivian Maier, Autorretrato Nueva York, 18 de octubre de 1953.



En cambio, y a ello voy al fin, lo extraordinario son sus autorretratos, son sin comparación. Hace poco vi una pequeña exposición parisina y salí de allí maravillado y lleno de preguntas. Maravillado por su inventiva, su humor secreto en el cual la ironía de la situación (vea, pasa un espejo) contrasta con la máscara impasible de su rostro. Retomo lo que escribí entonces: «¿Pero porqué se sacará fotos siendo tan hosca y estando tan poco encariñada con su persona? Maestra del encuadre de calle, de la captura de escenas al instante, de una forma de testimonio sobre lo que la rodea, ¿en qué puede interesarle su propia imagen? » Solterona autoritaria educada por mujeres nunca se integró verdaderamente, siempre en el margen y secreta, lo poco que sabemos de su vida parece totalmente coherente con su propia manera de representarse, furtivamente o entre luz y sombra (como aquí arriba). Quizás sea esa su vanidad, su narcisismo propio, mostrarse tal como quiere ser, impermeable a la moda, a los criterios de belleza, a las miradas masculinas, fría y sin la menor emoción. Siendo tan adepta a las composiciones visuales estructuradas, a las rupturas en el espacio, puertas, ventanas, miradas que se escapan, ¿cómo resistir con el juego de espejos, cómo no incluir un cuerpo, su cuerpo, en aquel juego de descomposición del espacio?


Vivian Maier, detalle de un autorretrato sin fecha.


Para esta mujer austera, solitaria, asexuada, que roza la paranoia y es fuera de lo común, la fotografía no era un pasatiempos, era una obsesión, una vida por procuración. Lo que contaba era tomar la foto, oprimir el disparador, no desarrollarla ni positivarla, ni verla, y todavía menos mostrarla (vendió sin embargo algunas fotos de los niños que cuidaba a sus padres). Para Garry Winogrand que deja también centenares de rollos sin desarrollar, fotografiar frenéticamente se aparentaba a una pulsión sexual. Para Vivian Maier era más bien una afirmación de sí misma, era una afrenta silenciosa, un placer solitario arisco. Pero de ello no sabremos nada. NADA. Su opacidad resiste, y es ese el primer filtro que se interpone entre nosotros y su trabajo. 


Vivian Maier, fotografía no identificada (¿Vietnam?), captura de pantalla de un  diaporama.


Escribo «su trabajo» puesto que, como lo subraya muy justamente Abigail Salomon Godeau, no podemos hablar de obra: puesto que lo que vemos no expresa lo decidido por la artista, sus preferencias, su enfoque, su construcción de una obra. Lo que vemos es lo que sus «descubridores» han querido mostrarnos: selección de las imágenes, selección de las impresiones, selección del papel, selección del énfasis puesto al «trabajo bien hecho», mejor imprimido que el de ella. Y ahí está el segundo filtro que viene a pertubar nuestra visión. La donación a la Universidad de Chicago permitirá sin duda que investigadores estudien seriamente su obra, y ahí el término es apropiado. El relato que se nos propone en esta exposición (y el de Paris en septiembre en el Museo de Luxemburgo) es solamente eso, un relato que nos seduce. Un ejemplo entre otros: antes de 1951 Vivian Maier viajó a Cuba y a Canadá; en 1959-60 hizo un largo viaje en Asia y Medio Oriente; durante sus estancias en la región de Champsaur, también fotografía. Son fotos que nunca se muestran (aquí hay una sin identificar, digamos, de aspecto tropical en la secuencia películas/diaporamas, y vemos otras en la página), nunca se les ha dado importancia, nunca se han analizado, identificado, ni estudiado. El atractivo relato que presentan en esta exposición tiene que seguir atrayéndonos, y está muy bien, pero tendrá que darle paso a la historia. 


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