27 de febrero de 2020, por Lunettes Rouges
Joana Escoval, vue d’exposition Mutaçoes. The Last Poet, Museu Berardo |
iFuera el white cube y las instalaciones lineales! iBasta ya la mirada distanciada y fría del visitante frente a las obras colgadas en las paredes! La exposición de Joana Escoval en el Museo Berardo (hasta el 19 de abril) es una experiencia incluyente en la cual se entra en un espacio visual, luminoso y sonoro como si usted obedeciera a una orden para abandonar toda esperanza. El tubo orgánico blanco de paredes sinuosas en el se entra, con cierto temor, ya es en sí una obra, una construcción de la experiencia del espectador, que no solamente mira sino que es actor, se pasea, camina, todo su cuerpo tiene que adaptarse a las ondulaciones del recorrido, a los pasajes de claro a oscuro y a las variaciones de intensidad del sonido. Se puede vivir como una simple exploración, como un extravío, o, mejor, como si volviéramos al vientre materno, del cual, al final, sin preaviso, seremos expulsados brutalmente hacia la luz que encandila en un corredor de servicio.
Joana Escoval, vista de la exposición Mutaçoes. The Last Poet, Museo Berardo |
Recorriendo esas circunvoluciones, vemos, casi por casualidad, esculturas de Joana Escoval, las cuales, como siempre, son finas, livianas, depuradas, flotantes, apenas suspendidas. La mayoría son hilos de metal, cobre, bronce, oro, suspendidas en la pared o en el suelo, dibujando curvas sencillas y elegantes, crean redondeces en medio de las paredes redondas. Navegamos entre ellas como si estuviéramos bailando, un contrapposto dinámico para pasar de la una a la otra esquivándolas. Algunas están ancladas en lavas estrombolianas, como un eco mineral del nacimiento del mundo. En medio de esas esculturas ínfimas el cuerpo percibe constantemente una oscilación, un flujo, un desplazamiento de energía, una tensión creativa, una transformación esencial.
Joana Escoval, vista de la exposición Mutaçoes. The Last Poet, Museu Berardo |
Un video, a lo lejos en el fondo de una caverna oscura, muestra tres formas misteriosas, fibrosas, que se balancean en cadencia: parecen tres creaturas abisales, antes de entender que se trata de la crin y de la cola de un caballo y del cabello de su jinete. Otro video doble, para el cual los cables que alimentan las pantallas se tuercen en el suelo como serpientes, pone frente a frente los ojos de un felino y los de un humano, dos predadores crueles.
Joana Escoval, vista de la exposición Mutaçoes. The Last Poet, Museo Berardo |
Por supuesto que aquí podemos hablar de naturaleza, de ecología y de selva amazónica u otra, pero, más que sobre esas preocupaciones de primer nivel, me parece que la instalación de Joana Escoval nos sitúa primero en una relación filial, cercana, totémica, con el mundo mineral y su energía cósmica original, con la madre Tierra. Por eso la salida al final de la exposición es brutal.
Fotos de Bruno Lopes, cortesía Museo Berardo.
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire