lundi 16 mars 2020

Creación y destrucción, pareja y jirafa (Alberto Giacometti)

6 de marzo de 2020, por Lunettes Rouges




Vista de la exposición, con reconstitución documental según fotografía de Maniquí, 1932-33, yeso, desaparecido, y original de Femme qui marche I, 1932-36, yeso, 152.1×28.2x39cm, foto del autor

Eric Watier empezó en 1999 un inventario de las destrucciones en las cuales contabiliza las acciones intencionales de destrucción de sus obras por parte de los artistas. En su primer libro sobre los cien primeros, tenemos a Roman Opalka (a causa de molestias aduaneras), Tania Mouraud (borrón y cuenta nueva), Jean Tinguely (Homenaje a NY, y Estudio para un fin de mundo), Gina Pane (para acabar con la pintura), Wilhelm de Kooning (para que Rauschenberg borre su dibujo), Simon Hantaï (enterrando sus lienzos), Jean-Pierre Raynaud (su casa embaldosada), Francis Bacon (todo lo de antes de 1944),  François Morellet (contra el apartheid), Bernard Plossu (sus gran-ángulo), John Baldessari (incineración con urna funeraria), Ben (pintando un cuadro con la intensión de destruirlo), Pierre Soulages (y los vecinos lo demandan a causa del humo), On Kawara (cada medianoche, todo Date painting inacabado), Alfredo Jaar (unos pasaportes finlandeses falsos), Arnaud Claas (unos negativos en el agua), Georges Rouault (delante del secretario judicial),  Gerhard Richter (todo lo de antes de 1962) y muchos otros. No sé si Giacometti aparece en el segundo tomo (que no tengo), pero lo mencionan por lo menos una vez en la página tumblr del proyecto«Alberto Giacometti habría destruido un bajorrelieve que representaba cuatro piernas pues se parecía demasiado a una cruz esvástica».

Alberto Giacometti, Objeto surrealista, 1932-2011, madera, cobre, metal, 40x120x10cm, obra desaparecida parcialmente y completada por Martial Raysse en 2015 con la ayuda de Francis Garcia

La supuesta cruz gamada no figura en la exposición «En búsqueda de las obras desaparecidas» en la hermosa edificación de la Fundación Giacometti (hasta el 12 de abril), pero el ensayo de Nathalie Leleu en el catálogo (muy bien documentado) evoca a Eric Watier, Tinguely, Bacon y Rouault, y se interroga sobre el acto destructivo. ¿Porqué habrá tantas obras desaparecidas de Giacometti y aparentemente muchas más que de otros escultores? Sin duda alguna las destruía por insatisfacción y exigencia consigo mismo, fue el caso en particular con sus obras de juventud (de las cuales una rescatada, un autorretrato de 1925), y también obras vinculadas con un periodo, un estilo del que deseaba alejarse para conservar únicamente lo esencial. Es seguramente cierto de algunas de sus obras de sus periodos cubista y surrealista, pero 

Detalle de una foto de
 taller
por Dora Maar, 1934
descubrimos también, por casualidad su breve aventura con el realismo socialista: dibujos de hombres de puño levantado y, surgiendo en lo oscuro una fotografía hecha por Dora Maar hacia 1934, aquí al lado, escultura de un hombre con bandera (en su carnet de croquis la bandera lleva la hoz y el martillo). Digamos que esas esculturas no nos hacen mucha falta. En la parte de arriba, al lado de una elegante y pura Mujer que camina original, acéfala y sin brazos, está la reconstitución de un Maniquí con voluta de violoncelo (o de balalaika) a modo de cabeza, y garras y plumero a modo de manos, no es la mejor escultura de Giacometti (texto de Joanna Fiduccia en el catálogo); aquí arriba tenemos el Objeto surrealista del cual quedaba la parte de madera y que Martial Raysse reconstituyó a partir de un dibujo. 


Man Ray, Mujer angustiada de noche en una habitación y autorretrato, 1933 (estatua de Alberto Giacometti, 1931-32, yeso, desaparecida)

Pero, a menudo se trata de negligencia, de falta de interés, de necesidad de hacer espacio en su pequeño taller, y también de otros accidentes, la terracota y el yeso son frágiles. Además, no tiene ningún registro de sus obras, no conserva siempre registro de ventas, regalos o préstamos; algunas obras de las que solamente queda un croquis o una fotografía, duermen quizás en alguna colección privada y podrían resurgir algún día. En esa época Giacometti trabajó bastante con decoradores y en particular con Jean-Michel Frank y algunas de sus obras de yeso fueron percibidas, quizás, como simples elementos decorativos de un apartamento y desaparecieron en las renovaciones, como un bajorrelieve por François Spitzer (quedan un esbozo y una foto mala), y dos centros de mesa, el uno por M. Norton (dos dibujos y una mala foto), y una extraña decoración mural para la salonnière Lise Deharme, fotografiado por Man Ray. El mismo Man Ray, de mirada inquietante, aparece sobre su propia foto de la Mujer angustiada en una habitación de noche, yeso roto y cuyos pedazos deben de estar en alguna parte, según Diego Giacometti.

Reconstitución documental  según fotografía de Oiseau silence, 1930-33 (original madera y yeso, destruido)

Para esta exposición, la Fundación Giacometti decidió entonces crear de nuevo algunas de las obras desaparecidas, perdidas o rotas, a partir de fotografías (algunas son excelentes: Man Ray, Dora Maar y Brassaï, Marc Vaux y anónimos con talento) y de croquis. Reconstituir las obras desaparecidas es una idea bastante única; sólo para los ready-made de Duchamp, pero con un enfoque completamente diferente, se había hecho, me parece. Podemos saludar la proeza, el trabajo de investigación y documentación que permitieron la reconstrucción. Pero incluso en el caso de obras que no fueron destruidas a propósito, siento cierta sensación de molestia, posiblemente irracional y sin embargo indeterminada, ante la «pérdida de aura». Me hubiera gustado que por ejemplo en el catálogo un filósofo o un pensador (porqué no Georges Didi-Huberman o Jean-Luc Nancy) nos ayudaran a conceptualizar el enfoque y el malestar. Aquí arriba, reconstitución del Pájaro silencio, una jaula que encierra un conjunto violento y erótico del que existía una fotografía que apareció en VU: demasiado grande para conservarlo en el taller fue depositado por Giacometti en casa de Max Ernst, en donde lo rompieron en un desafortunado accidente.
 
Reconstitución documental de Bajorrelieve, 1929, según fotografía, bronce

Este bajorrelieve de bronce había sido realizado a principios de 1929 (ejemplar único) para el hermoso y festivo apartamento parisino de Georges-Henri Rivière (que había entrado poco antes al Museo de etnografía del Trocadero, y luego director del Museo de Artes y Tradiciones Populares) y de su esposa, Nina Spalding Stevens, una rica viuda estadounidense 21 años mayor que él, también museóloga en Toledo, Ohio: como lo escribe Thérèse Rivière, él necesitaba ingresos y contactos en Estados Unidos y ella relaciones parisinas. Giacometti les hizo un regalo de matrimonio muy apropiado: un bajorrelieve representando un acto sexual «en el que los cuerpos humanos están simplificados hasta la abstracción. El acto de la penetración simbolizado con una varilla larga y aguda, acentúa la sensación de violencia que emana de la escultura por tanto bastante abstracta» (Michèle Kieffer, comisario de la exposición en el catálogo). Por desgracia, como lo escribe el discípulo y heredero de Rivière, Jean-François Leroux-Dhuys, Nina Stevens era posiblemente la única persona en Paris que ignoraba que Rivière era homosexual y que no deseaba sino un matrimonio blanco, de conveniencia y por interés. El matrimonio no duró mucho más que el viaje de bodas (el que le permitió a Rivière descubrir los museos estadounidenses), Nina Stenvens, vuelve a los Estados Unidos, pide el divorcio, se deja el apartamento y el bajorrelieve, que no había cumplido su función erótica, desapareció en la tempestad de la liquidación (imagino bien a Nina Stevens, recuperándolo por rabia y frustración para dárselo a un chatarrero por el precio del bronce). El bajorrelieve fue reconstruido para esta exposición. 

Anónimo, Luis Bunuel y Alberto Giacometti posando con Jirafa, Hyères, 1932 (Alberto Giacometti, Girafe, 1932, madera pintada, desaparecida o destruida)

Otra obra perdida con una historia, pero que no reconstituyeron aquí, La Jirafa de Noailles: a finales de 1931, los mecenas Marie-Laure y Charles de Noailles le encargan a Giacometti, Buñuel, Dali y Crevel, una jirafa de tamaño natural para una fiesta en su casa; Crevel y Dali prudentes no aceptan la invitación. Buñuel escribe un texto, Una Jirafa, con veinte descripciones de lo que debería encontrarse debajo de cada mancha oscura de su piel, si el proyecto era realizado (Pierre Unik corrige su francés inseguro). Giacometti dibuja y hace realizar por Adolphe Chanaux una jirafa de cinco metros sobre una tabla, las veinte manchas son pedazos de madera con bisagra que se pueden levantar para leer los textos de Buñuel. Debajo de la séptima mancha se puede leer (y se tiene que imaginar) «una sencilla tela de bolsa vieja sucia de yeso»; el texto de la octava mancha dice que estaría cubierta de «pelos finísimos, rizados, rubios, sacados del pubis de una joven danesa de ojos azules clarísimos, de cuerpo gordito» sobre los cuales el espectador tendría que soplar suavemente (y, mientras tanto, imaginarlo). La décima mancha anuncia que es una bola de masa para pan que queremos amasar pero que esconde cuchillas de maquinilla de afeitar, y la doceava mancha sería «una hermosa foto de la cara de Cristo coronada de espinas pero muerto de risa», etc. El 20 de abril de 1932, los invitados de los Noailles (entre ellos, Jean Cocteau, Christian Bérard, y los compositores Darius Milhaud, Francis Poulenc, Georges Auric, Igor Markevitch, Henri Sauguet, Roger Désormière), subidos en una escalerilla descubrieron la jirafa polisémica y se la gozaron; luego fueron a cenar, y, después de los digestivos volvieron al parque de la casa. Y cual fue la sorpresa y la estupefacción, la jirafa había desaparecido. Sus anfitriones no dijeron nada, ni Buñuel, ni Giacometti (que en la foto se ve medio escondido y parece que sostiene su pantalón) no se atreven a preguntar que pasó; después del escándalo de La Edad de Oro, el vizconde ¿se habrá asustado? Una obra «virtual» por excelencia: textos «programáticos» de Buñuel que nunca dejaron constancia, realizados, y una escultura desaparecida de Giacometti de la que no queda sino la foto que vemos aquí y dos dibujos. De ahí a hacer un taller para niños...



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