dimanche 22 mars 2020

Als ich can (van Eyck)



17 de marzo de 2020, por Lunettes Rouges






Portada de Van Eyck, Thames and Hudson, 2020, con detalle (el espejo) de Jan van Eyck, los esposos Arnolfini, 1434, óleo sobre tabla, 82.2x60cm, National Gallery, Londres

Así que no veré la exposición van Eyck en Gante, a la que me iba mañana (ver también esta página). Para consolarme ((pequeña consolación), he aquí una crítica del libro publicado oficialmente en el marco de la exposición Van Eyck (Thames and Hudson, 2020, 504 páginas, 370 ilustraciones, £60, más de un kilo, en inglés; una versión en francés saldrá pronto por 70€). Es un libro ilustrado magníficamente pero no es un catálogo de la exposición: no hay reseñas de cada una de las obras que exponen, tampoco una lista de ellas; tampoco es una monografía sintética sobre los van Eyck (Jan y su hermano), ni un catálogo razonado. Es una antología de ensayos eruditos sobre los diversos temas relacionados con van Eyck; algunos bastante avanzados, otros más generales. Es entonces un libro destinado más bien a aquellos que quieren profundizar sus conocimientos sobre van Eyck y/o disfrutar del esplendor de las reproducciones (esta página propone reproducciones detalladas de sus obras). NB: no mencioné específicamente a Hubert van Eyck, coautor de la Adoración del Cordero Místico con su hermano Jan.

Victor Lagye, Adán y Eva, según Hubert y Jan van Eyck, 1865, óleo sobre tabla, 2x 213x37cm, Iglesia San Bavon, Gand

Así, el ensayo sobre la localización de la casa de Jan van Eyck en Brujas, sin duda no le interesará sino a los especialistas. Su biografía (y la de su familia) de Jacques Paviot (p.58-83) es erudita, llena de referencias doctas y por lo tanto difícil de leer. El ensayo (4 autores, p.316-329) sobre los embaldosados y las alfombras en su obra es también bastante analítico, demuestra una clara influencia árabe, tanto en baldosas mozarabes de Valencia como en alfombras turcas: sabemos que van Eyck viajó en España, formando parte de la embajada «conyugal» del duque de Borgoña en Portugal (a propósito, se puede leer la ficción de Jean-Daniel Baltassat), e incluso estuvo en la corte del emir de Granada que era entonces un reino musulmán (p.72); incluso nos preguntamos si en una de sus misiones secretas para Felipe el Bueno no fue hasta Jerusalén (p.78 & 96). El ensayo sobre la historia de los repintes y de las restauraciones del Cordero Místico (Hélène Dubois, p. 236-257) está también destinado a los expertos, y es el único que evoca por casualidad la historia del políptico: la obra de arte más robada del mundo, trece veces, dice Noah Charney*. Pero, cuando los franceses se roban la tabla central en 1794, la restauran mucho mejor que los ganteses; igualmente las tablas laterales que los sacerdotes de San Bavón vendieron en 1816 y que luego el Museo de Berlín adquirió, fueron devueltos en 1920 después del Tratado de Versalles, en mejor estado que la tabla central que se había quedado en Gante (p.255). También sabemos que las tablas que representan a Adán y Eva desnudos fueron púdicamente descolgadas a finales del siglo XVIII, y que el pintor «braghettone» Victor Lagye hizo copias «vestidas» en 1865 para no molestar a los fieles (aquí arriba). Otra peripecia, en 1934 se robaron dos tablas y solamente devolvieron una; la que falta Los Jueces Justos, fue reemplazada por una copia. La autora trata brevemente el traslado fallido del políptico al Vaticano en 1940, detenido en Pau, y el robo de los alemanes en 1942 (que la introducción, p.19, califica de «crimen de guerra cometido por los franceses colaboradores»...), y es bastante crítica con las restauraciones hechas, especialmente la de 1951. La restauración actual está detallada en esta página

Detalle enderezado de Willem van Haecht, El gabinete de pinturas de Cornelis van der Geest, 1628, óleo sobre tabla, 120.5×137.5cm, Rubenshuis, Anvers

La primera parte del libro, el contexto histórico, comprende, además de los estudios ya mencionados sobre su familia y su casa, un ensayo historiográfico de Larry Silver Idées et Méthodes de la recherche sur van Eyck », p.36-57) y un texto excelente de Jan Dumolyn y Frederik Buylaert  sobre el mundo de van Eyck (p.84-121). El primero, además de su dimensión exclusivamente historiográfica (especialmente sobre las atribuciones), insiste sobre los temas principales de van Eyck, la función y el sentido de sus cuadros principales, sabiendo que fue uno de los primeros artistas de nuestra era que firmó sus obras y uno de los primeros (después de los miniaturistas) que realizó, suponemos, su autorretrato (abajo); un tema que corresponde con mi reseña sobre la figura del artista. Entre las obras perdidas de van Eyck inventariadas por él, menciona ésta de aquí arriba, que solamente conocemos a través de su reproducción en el cuadro de Willem van Haecht, y que el catálogo restituye y endereza (p.48): tal vez sean Marguerite van Eyck et Jeanne Cenami, futura esposa de Arnolfini, durante el baño ritual antes de las nupcias; un espejo convexo a la derecha las refleja, lo que evoca, claro, a los Esposos Arnolfini. Entonces, el texto de Dumolyn y Buylaert, sobre el mundo de van Eyck, ha sido, para mí, el más esclarecedor de todo el libro: en efecto, los dos historiadores nos presentan una historia social (y con aspectos económicos) de la obra de van Eyck, de qué manera se sitúa dentro de las diferentes redes a las que pertenece, los gremios (de paso, relativizan su peso restrictivo (p.91-92)), la ciudad, la corte, los clientes del artista. Inspirados en Jacob Burckhardt, muestran de qué forma emerge el artista como individuo, a partir de los diferentes contextos sociales, culturales y económicos. No solamente es un enfoque bastante pertinente sino que además el artículo está escrito claramente, sin pedantería y con humor.

Hubert y Jan van Eyck, Adán (detalle), Adoración del Cordero Místico, 1432, óleo sobre tabla. Foto David Levene, cortesía MSK Gand

La segunda parte vuelve a tomar el tema omnipresente en la comunicación actual sobre van Eyck, la revolución óptica. Maximilian Martens desarrolla el concepto (p.140-179) insistiendo sobre la familiaridad de van Eyck con la literatura, la ciencia, y especialmente la óptica y la geometría y sobre su conocimiento de los escritos de Plinio y de Alhacén; de ahí deduce su naturalismo y su cuidado con los detalles al igual que su interés por los reflejos, los espejos, y, algunas veces los trampantojos (aquí arriba el pie de Adán que se sale completamente del marco), subrayando sin embargo que las perspectivas de van Eyck son a menudo erróneas si se las relaciona con las futuras reglas de Alberti (p.163). Astrid Harth y Frederica Van Dam se interesan por la óptica y la luz como componentes de una visión espiritual («Ver la Gloria de Dios», p.180-203), para demostrar de qué manera los hermanos van Eyck combinan experiencia empírica y conocimiento científico, y afirman que su contribución al arte de la pintura es «el desarrollo de una metáfora científica e intrínseca visual para el concepto metafísico de visión espiritual» (p.186). También afirman que el naturalismo sensual de van Eyck chocaba y que la mayoría de sus copistas (entre ellos Michiel Coxcie), así como los desastrosos repintes de 1550 lo moderaron idealizando e intelectualizando las formas, los cuerpos, los colores, los drapeados, los efectos de óptica. Matthias Depoorter estudia la naturaleza en la obra de van Eyck, su gran preocupación por los detalles y su realismo científico cuando pinta pájaros, flores, nubes, incluso rocas. Esta parte se cierra con el ensayo de Hélène Dubois sobre las restauraciones y repintes, mencionado más arriba. 

Jan van Eyck, El Nacimiento de San Juan Bautista, Horas de Turin-Milan, hacia 1420 o hacia 1435, tempera, oro y tinta sobre pergamino, pág. 28.4×20.3cm, Museo cívico d’e arte antiguo, Turin

La tercera parte es la más «clásica», puesto que aparte del ensayo sobre las baldosas y las alfombras árabes, presenta estudios sobre obras específicas, que los autores analizan muy detalladamente (es ya el caso de La Anunciación en la introducción, p.24-25). Stephan Kemperdick (p.260-283) escribe sobre la Madona en una iglesia, los detalles arquitecturales, la desproporción de la Virgen en relación con el edificio y los juegos de luces del suelo. Guido Cornini (p.284-295) estudia los diferentes retratos del Cristo (Sancta Facia, Vera Icon) de los que ya no quedan sino copias, subrayando hasta qué punto se trata de retratos verdaderos y no de arquetipos pero se aventura al estimar una influencia de van Eyck sobre Fra AngelicoDominique Vanwijnsberghe hace un análisis apasionante de las miniaturas llamadas «las Horas de Turín-Milán» (algunas que se quemaron sólo se conocen a través de fotografías), e intenta determinar quién las pintó (¿27 manos diferentes? de las cuales una o dos bastante eyckianas), cuándo (¿van Eyck joven alrededor de 1420? ¿van Eyck más maduro hacia 1435? ¿seguidores de van Eyck?) dónde (en Henao, concluye) y para quién (según él, para Margarita de Borgoña): su encuesta está escrita agradablemente y nos mantiene casi en vilo. Además las miniaturas son espléndidas, realistas, expresivas: como por ejemplo, aquí arriba, la escena doméstica del Nacimiento de San Juan Bautista, con cantidad de detalles (y el pobre Zacarías, relegado en el pasillo, leyendo separado del gineceo). Y a veces, algo de ilusionismo eyckiniano: la iglesia de la Misa de los Difuntos está sin terminar, se ve en la parte de arriba, fuera del marco, ladrillos sin revestimiento de piedra, es un edificio ficticio, una construcción mental.

Jan van Eyck, Anunciación, Tríptico de Dresde, 1437, óleo sobre tabla, 2 veces 33×13.5cm, Galería de pinturas antiguas, Dresde

La última parte intitulada «Diálogos», analiza la influencia de van Eyck en otros artistas, de forma bastante clásica y convencional: en el arte europeo de los siglos XV y XVI (Till-Holger Borchert, p.424-445 y Lieve de Kesel, p.332-363), en Italia (Paula Nuttall, p.402-423) y, curiosamente, en el siglo XIX hasta Giacometti, de una forma poco convincente y basándose más en citaciones que en comparaciones estéticas (Johan de Smet, p.446-462). Heike Zech analiza la presencia de objetos de metal y de vidrio en la obra de van Eyck (p.390-399). El artículo más interesante de esta parte es el de Ingrid Geelen (p.364-389) sobre las relaciones de van Eyck con la escultura, un arte que aparentemente no practicó aunque haya concebido algunas (p.386) y pintado (p.388); pero varios de sus paneles son representaciones bidimensionales de estatuas extraordinariamente acabadas: aquí arriba, La Anunciación al reverso del Tríptico de Dresde

Jan van Eyck, Retratro de un hombre de turbante rojo (autorretrato), 1433, óleo sobre tabla, 26x19cm, National Gallery, Londres

Este libro tiene una bibliografía considerable (p.465-491) y seria (la prueba: no están ni Baltassat, ni Charney*, ni Postel ...). Las reproducciones son de excelente calidad pero, para saber por ejemplo el material y las dimensiones de una obra hay que ver un anexo poco práctico (p.492-497), con algunos, raros, errores  (14.4 en lugar de 14.2 p.301). Otra crítica menor, no hay biografía de los participantes, excepto cinco de ellos (de 26), el título en la solapa de portada. Para concluir, es un libro académico que enfoca ciertos aspectos de la obra de van Eyck. Se trata de una elección selectiva y claramente no es exhaustiva. Así, todo enfoque semántico de Panofsky y de sus discípulos o exegetas se omite deliberadamente puesto que «ya ha sido demasiado difundido» (p.22). Los esposos Arnolfini tienen que conformarse con la ración mínima, probablemente porque han sido demasiado estudiados (claro que, por ejemplo, un ensayo sobre el espejo en la obra de van Eyck hubiera encajado bien aquí). Bueno, repito que es un libro excelente pero no es ni un catálogo de exposición ni una monografía. «Als ich can», como puedo, era la divisa de Jan van Eyck, inscrita en el marco de su presunto autorretrato (aquí arriba).

Adenda del 18 de marzo: No había terminado de leerlo cuando escribí esta reseña, y no recomiendo para nada el libro de Noah Charney, lleno de inexactitudes y de prejuicios. Las pocas anécdotas entretenidas que cuenta (no estoy seguro a 100% de la veracidad) no valen la pena. 


Libro recibido en servicio de prensa

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