jeudi 19 mars 2020

El sol negro de la melancolía (Mujeres fotógrafas de América Latina)


10 de marzo de 2020, por Lunettes Rouges



Sol Negro, portada del libro, con detalle de Paz Errazuriz, Club Buenos Aires, Santiago, 1987 

Sol Negro, Mujeres en la Fotografia / Black Sun, Women in Photography (Toluca / RM, 2019, 160 páginas, en inglés y en español) es el catálogo de una exposición epónima (que no ví) de la colección Anna Gamazo de Abelló en el Centro de la Imagen de Méjico durante el Festival Fotoméxico. Curiosamente, la introducción de las dos curadoras, Maria Wills Londoño et Alexis Fabry (que también es la editora del libro, el curador de la colección de fotografías de la sra de Abelló y de las de los Poniatowski, que el duo mostró en Arles en 2017), cita a Julia Kristeva y no a Nerval (ni, menos mal, a Wiligut). El libro presenta a doce fotógrafas lationoamericanas (3 colombianas, 3 chilenas, 2 argentinas, 2 peruanas, 1 méjico-estadounidense y 1 brasileña), confirmadas y conocidas (nacidas entre 1944 y 1970, además de una de principios del siglo XX, Carolina Cardenas): no es verdaderamente la escena local joven. Las obras van de 1933 (Cardenas) a 2018 (Calle y Donoso). Cada artista lleva un texto de presentación, algunas veces con sus citaciones propias, y un portafolio que va de 4 a 20 reproducciones. Todas, salvo una, fotografían en blanco y negro. Solo una, salvo error, ha tenido una exposición importante en Francia (en Arles en 2017, con el apoyo del Jeu de Paume). Recuerdo haber visto ese mismo año en Arles, en la colección Poniatowski a la brasileña Rosa Guadatino y a Johanna Calle en la exposición colombiana, también en Lescure en 2012 a la argentina Adriana Lestido. Entonces, hemos hecho muchos descubrimientos pero dentro de un conjunto bastante desigual. Aquí se trata de sombra, de melancolía, de sufrimiento, de historias de mujeres, del lado oscuro de la vida, anuncia el prefacio de las dos curadoras. Miremos. Es curioso, las que más me interesaron fueron las más jóvenes (nacidas entre 1965 y 1970). 

Luz Maria Bedoya, Aeropuerto José Marti, La Habana, 1997, 18x18cm

Me parece que la que primero se destaca en el tema de la sombra y de la melancolía es la peruana Luz María Bedoya (1969) y su serie, ya antigua, en el aeropuerto José Martí de la Habana en 1997: pasajeros fotografiados disimuladamente en contra luz, simples siluetas que se desprenden de los grandes ventanales: se percibe la tensión, la espera, cierto malestar. El contrapunto es su serie Area (1999) en la que fotografía fachadas oscuras de edificios, de noche, con solamente una ventana iluminada: cierta forma de voyerismo, pero ante todo una inquietud indeterminada, suspendida, un ensayo sin conclusión. Es también una reflexión sobre la fotografía misma, que continúa persiguiendo

Milagros de la Torre, serie Los pasos perdidos, Cinturones utilizados por el psicólogo Mario Poggi para estrangular a un violador durante su interrogatorio por la policía, 1996, 40x40cm

Otro conjunto oscuro y melancólico, los objetos sellados, de la otra peruana, Milagros de la Torre (1965), serie de 1996 intitulada Los pasos perdidos (el vestíbulo del tribunal de Lima). Las 15 imágenes oscuras representan objetos que sirvieron de evidencia en juicios criminales: cuchillos, bandera con hoz y martillo del Sendero Luminoso, camisa manchada de sangre de una víctima, cinturones estranguladores (crimen extraño), pelotas, falsa tarjeta de policía, etc. Fotografiados de cerca, con un viñeteado intencional, bodegones que son también huellas, principios de historias, recuerdos de crímenes, de insurrecciones, de sufrimientos.

Rosario Lopez, Esquina Gorda n°16, 2000, 44×37.5cm

La única artista que fotografía en color es la colombiana Rosario López, que inventaría las Esquinas gordas, las adiciones de concreto hechas para impedir que los habitantes de la calle se instalen para dormir en un rincón (y, eventualmente para disuadir al que se le ocurriera orinar allí; ¿nosotros tenemos?): esculturas visibles (rígidas, geométricas, formales, minimalistas) que sirven para que cuerpos humanos (adaptables, tirados, deshechos, disminuidos) se vuelvan invisibles. Es, de manera oblicua, sutil y discreta, el trabajo más radical del conjunto, puesto que no nos muestra directamente a los marginados, como lo hacen otros, sino que los registra en un paisaje urbano para hacerlos surgir en nuestro pensamiento por el hecho mismo de su invisibilidad. 

Johanna Calle, serie Análogas, Mujer en la playa, 2018, 11.5×9.5cm

La colombiana Johanna Calle (1965) yuxtapone un negativo y su positivo, no superponiéndolos exactamente como lo hace Ignaz Cassar sino desplazando el negativo cortado al cuadrado del positivo rectangular: la oposición de los dos tonos, la evidencia de la identidad de las formas invertidas, el eco y el contraste entre las dos imágenes desconcierta y confunde. Papel/celuloide, opacidad/transparencia, blanco/negro (y vice versa), oposiciones que hacen que la imagen vibre. La imagen positiva está completa pero invisible parcialmente; la imagen negativa está incompleta, reencuadrada pero visible entera. Ella va en pos de un trabajo sobre la realidad de la representación, con polaroides falsos que son en realidad impresiones Instamatic borradas, retocadas, dibujadas: la imagen ha desaparecido (y la artista viene de un país en donde la palabra desaparecido está cargada de significado). Otra manera de hacer resurgir la oscuridad del mundo. 

Helen Zout, Uniformes de las fuerzas armadas argentinas, 2000, 21.3×16.1cm

Al igual que Johanna Calle, varias de las artistas presentadas aquí intervienen sobre la fotografía misma de manera que no es convencional: Helen Zout (fue resistente clandestina) superponiendo uniformes de las policías argentinas implicadas en la tortura, la banalidad del mal; Claudia Donoso recomponiendo grabados de Goya; Leonora Vicuna pintando fotos de bailarines; Milagros de la Torre retocando fotos de identidad. Varias, como por ejemplo Johanna Calle, trabajan con fotos encontradas: Helen Zout con imágenes de la dictadura argentina, Carla Rippley con los dandis mejicanos. 

Sergio Trujillo Magnenat, Carolina Cardenas, 1934, 16.9×11.6cm

En fin, de manera más directa que Rosario López, algunas presentan a los marginados de su sociedad: prisioneras de Adriana Lestido, prostitutas de Rosa Gauditano, travestis de Paz Errazuris. Finalmente, única en medio de este conjunto heterogéneo, la artista art déco colombiana Carolina Cárdenas (1903-1936) o más bien el pintor colombiano modernista Sergio Trujillo Magnenat (1911-1999) que la fotografió para una empresa común, razón por la cual es el único hombre de la exposición (i incluso con su autorretrato !): fotos íntimas, modernistas, sobrias, bastante construidas y puestas en escena, y, por su muerte prematura, llenas de tristeza. 

Libro recibido en servicio de prensa

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