vendredi 5 décembre 2025

Otro David


5 de diciembre de 2025, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Jacques-Louis David, Autorretrato, 1794, óleo sobre lienzo, 81x64cm, museo del Louvre


David neoclásico, claro que si; David pintor de lo antiguo, David retratista, David y La Consagración de Napoleón. Etc. Todo eso es verdad. Pero el interés de esta exposición en el Louvre (hasta el 26 de enero) es que no se satisface detallando esos temas conocidos y trillados, sino que permite explorar también otros aspectos de su pintura. Tomaré dos ejemplos, David revolucionario y David erótico.


Jacques-Louis David, La Muerte de Marat, 1793, óleo sobre lienzo, 165x128cm, Museos reales, Bruselas


En general no se insiste mucho sobre el compromiso revolucionario de David, no solamente en sus cuadros, tampoco en sus funciones cívicas. Él, que no aguantaba el Antiguo Régimen y su sistema paralizado, Academias y Salones, hasta el punto de intentar suicidarse después de su cuarto fracaso en el Grand Prix en 1773 (lo obtuvo al quinto intento en 1774), eligió rápidamente, pintar a hombres víctimas de las injusticias, descartados por el poder, reducidos a la mendicidad (Belisario en 1781) o un suicidio (Sócrates en 1787, año en que David entra en la Francmasonería) antes que la glorificación de los héroes vencedores de la Antigüedad. Otro ejemplo de su falta de conformismo con los valores de la época: es el primero (o uno de los primeros) que les abrió su taller a las mujeres (entre ellas Madame Benoist). Por tanto, cuando estalla la Revolución se compromete con pasión: amigo de Robespierre, diputado en la Convención (que preside brevemente), votó la muerte del rey (y su mujer pide el divorcio), presidente del Club de lo Jacobinos, miembro del Comité de Seguridad General durante el Terror, organizador de fiestas revolucionarias («obras de arte totales») y ceremonias fúnebres (para Peletier y Marat), su acción sobrepasa ampliamente el mundo artístico (hizo abolir las Academias y abrió los Salones para todo el mundo, contribuye en la creación del que será el Museo del Louvre, y en una palabra, tumba el sistema antiguo). No puede terminar el Juramento del Juego de pelota, pinta el Brutus condenando a sus hijos a muerte y al joven Bara idealizado en héroe antiguo, bosqueja une alegoría de la Revolución en Nantes; su retrato de Le Peletier de Saint-Fargeau (asesinado por un guardia del rey) será destruido por la hija del Convencional, una realista que reniega a su padre, y no queda sino un grabado. Cuando cae Robespierre, David es uno de sus pocos allegados que se libra de la guillotina, lo meten preso dos veces (y su ex mujer se vuelve a casar con él), en la cárcel realiza su autorretrato (arriba) y una serie de retratos de Convencionales derrotados. No volverá a la escena artística sino en 1880 con las Sabinas, un cuadro que al contrario de la fiebre revolucionaria, recomienda la paz antes que el sacrificio, un anti Brutus, y el retrato inacabado de Madame Récamier (a quien no le gustó verse representada fría y distante). Bajo el Imperio, ya sabemos que su carrera será floreciente, será desterrado en la Restauración y terminará su vida en exilio en Bruselas. 


Detalle de Jacques-Louis David, El Amor y Psique, 1817, Museo de arte de Cleveland 


Por otro lado, yo ignoraba que David era primo de Boucher. Vemos a David como a alguien mas bien austero y es grato ver algunas marcas de sensualidad erótica en su obra. En uno de sus primeros cuadros, el trágico y severo La Muerte de Séneca en 1773, un cuadro que el jurado del Grand Prix encontró teatral y frenético, aparece el bonito seno de una joven desnuda a la antigua, totalmente inconexo. Pero el más bonito ejemplo aquí es Amor y Psique (1817): frente a la belleza fría, recatada y artificial del cuadro de Gérard sobre el mismo tema y expuesto al lado, el lienzo de David muestra sin la mínima ambigüedad a dos jóvenes pos coito. El Amor evoca a Caravaggio (El Amor victorioso) con la misma sonrisa conquistadora. El brazo de él encierra el seno de ella, el brazo de ella roza el sexo de su amante. 


Jacques-Louis David, Los lictores le llevan a Brutus los cuerpos de sus hijos, 1789, óleo sobre lienzo, 323x422cm, Museo del Louvre


NB: si va a ver la exposición no olvide ir, a pesar del gentío, al ala Denon en donde están los tres grandes lienzos inamovibles, Consagración de Napoleon (con un espejo inmenso en la pared de enfrente, trampa para selfis), Leonidas en las Termópilas y Brutus




mardi 2 décembre 2025

De la fotografía neoanáloga


1 de diciembre de 2025, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)





Le Collège International de la Photographie -Colegio Internacional de la Fotografía-, creado en 2018, publica el primer número de sus Cuadernos, dedicado a la fotografía neoanalógica, que su director Michel Poivert define, en un largo ensayo revelador (traducido al inglés en un folleto separado), como la forma de superar la fotografía actual, traspasando la digitalización hacia prácticas que sobrepasan la experimentación del siglo pasado; toma la forma de un movimiento contracultural con la voluntad de emanciparse del sistema cerrado además del aparato. Se trata (por fin) de insistir más en la materia fotográfica que en la representación de la imagen: uno de los aspectos para focalizar la reflexión fotográfica, a gran distancia de la pretendida foto plástica, que ha encontrado, bajo diferentes nombres desde hace diez años, numerosos vectores, tanto en teoría (ver mi libro) como en exposiciones (también en la BnF).

Una entrevista muy interesante con el galerista Thierry Bigaignon a la vanguardia del movimiento, completa el ensayo. La entrevista va ilustrada con las imágenes del trabajo radical de Denis Malartre, de quien tuve el placer de escribir en una obra publicada con él. También hay una entrevista con un coleccionista, Patrice Galiana (quien, como yo, fue «curador» de la librería de la galería), en una suerte de manifiesto de tiradores, con bonito diseño. 

La revista presenta también a muchos artistas quienes de una u otra manera tienen su lugar en este nuevo movimiento: en este momento hay una exposición en Montreuil sobre el mismo tema, con nombres que conocemos: Sylvie Bonnot, Laurent Lafolie, Laure Tiberghien o Dune Varela, también un trabajo específico del apasionante Hideyuki Ishibashi (tiene un múltiple con encarte en la revista), una búsqueda interesante sobre las formas de Valia Russo y el replanteamiento, bastante creativo, de unos doce alumnos de la Escuela Duperré sobre los fantasmas de la casa de Daguerre (y también, menos convincente, el «conglomerado de formas» bastante confuso de William Basseux, en cambio la exploración ártica de Hélène Gaudy cuyo libro sobre las fotografías que encontraron de milagro, es muy interesante). 


Recibido en servicio de prensa : difusión les presses du réel

jeudi 20 novembre 2025

El nombre de Madeleine (Marie-Guillemine Benoist)



17 de noviembre de 2025, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Marie-Guillemine Benoist, Retrato de una negra / de una mujer negra / de Madeleine, 1798/1800, óleo sobre lienzo, 81×65 cm, Museo del Louvre



Retrato de una negra. Una negra. No tenía nombre.

Era simplemente una negra, una sirvienta, una antigua esclava que seis años antes había obtenido la libertad gracias a la ley de abolición votada por la Convención, el 4 de febrero de 1794 (hecho único en el mundo, Napoleón restableció la esclavitud en 1802 que no fue abolida definitivamente sino en 1848 por la Segunda República). Una mujer libre por escrito pero dependiente y ligada a sus amos. August Benoist-Cavay, originario de Anjou, y su esposa criolla Catherine Vidal, colonos de Guadalupe, que se la trajeron con ellos cuando vinieron a Paris entre diciembre de 1797 y noviembre de 1799. Se habían casado en 1790 y no tuvieron hijos (Catherine Vidal tenía 3 años más que su marido que tenía 33 cuando se casaron; además estuvieron separados varias veces a lo largo de su unión), y en su contrato de matrimonio Catherine Vidal aportaba, además de un diamante de un valor de 1200 libras, «dos negras de Guinea, Alzira, de unos 19 años, 2000 libras, y Dely de unos 18 años, 2200 libras» (el nombre «negro de Guinea» era una palabra genérica y no significaba una llegada reciente, y por tanto sin escarificaciones, como pretende Anne Lafont). Él, que era jefe de la administración de Guadalupe, era, según dicen, un «hombre honesto, de buenas costumbres y amigo de la paz, estimado y apreciado por los habitantes». Vuelve a Guadalupe en 1798 y regresa a Paris en febrero de 1799 en donde había dejado a su esposa y sirvienta. 

Negra de la casa, como se decía entonces, nacida hacia 1722, se había librado del duro trabajo de la plantación. Dócil, discreta, atenta, limpia, tenía, sin lugar a dudas, «todo para gustar». ¿Decidieron traerla con ellos a la Metrópoli porque sabía cuidar bien la cabellera de la Señora y también sus trajes? ¿O su belleza le había encantado al Señor, que como era a menudo la costumbre, se le metía en la cama por la noche más o menos discretamente, con el consentimiento implícito de la Señora? ¿Y fue él quien insistió para que posara así desnuda? 


Anne-Louis Girodet, Retrato de un negro / de Jean-Baptiste Belley, 1797, óleo sobre lienzo, 158x111cm, Museo de la Historia de Francia, Versailles


En el siglo XVIII en Francia (al contrario de Portugal), había pocos negros, ni africanos ni antillanos. Sí, en todo caso en Paris, ya no eran objetos de la curiosidad y conservaban un potencial exótico evidente. En pintura, salvo el Rey Mago Baltazar, el modelo negro era en general un negrito cuya piel color de ébano hacía resaltar la elegante blancura de su ama. Eran raras las representaciones individuales de hombres negros: algunos dibujos de Watteau, algunas terracotas de Pigalle, un lienzo de Rigaud: todos eran tipos, representaciones genéricas, más que retratos de seres de verdad con motivo de mostrar la personalidad, el carácter, el alma del modelo. Sin duda alguna el primer retrato verdadero de un hombre negro, es el del ciudadano Belley, diputado de Santo Domingo, pintado por Girodet en 1797: el acceso de un hombre negro al estatuto de diputado de la Convención se expresaba glorificándolo a través de la pintura, reconociéndolo a través del arte. Es con Delacroix, Géricault y muchos otros que en el siglo siguiente el hombre negro será auténticamente un tema de pintura. 


Anónimo, La Moruna de Moret, hacia 1700, Museo Charles Friry, Remiremont


En cuanto a la mujer negra que en el siglo siguiente estimulará tantos fantasmas exóticos y eróticos, parece totalmente ausente del arte francés e incluso europeo. Hacia 1700 no hay sino tres retratos mediocres de Hermana Luisa María de Santa Teresa en la abadía de Moret, una religiosa de quien se murmuraba que era el fruto de los amores adúlteros de la Reina Maria Teresa con un paje negro de la corte de Versalles (o de Luis XIV con una comediante negra, decían otros). 

El cuadro está firmado por « Laville-Leroult (esposa) Benoist ». Marie-Guillemine Laville-Leroult, nacida en 1768 es hija de uno de los últimos y efímeros ministros de Luis XVI. Se casó en 1792 con el banquero Pierre-Vincent Benoist, hermano de Auguste Benoist-Cavay: la que pinta aquí es entonces la empleada de su cuñado. Su marido está del lado de la corona y tiene que exiliarse durante la época del Terror (1793/94), poco después de su matrimonio; bajo el Imperio (1804-1814), y muy cerca de la Restauración de 1815 hará una bonita carrera hasta ser ennoblecido en 1828 por el rey Carlos X. Para no ser un obstáculo en la carrera de su marido, Marie-Guillemine Benoist dejará de pintar cuando lo nombran en el Consejo de estado. Marie-Guillemine fue formada por Jacques-Louis David, el maestro del neoclasicismo que fue pintor oficial de Napoleón, y también por Élisabeth Vigée-Lebrun, una de las primeras artistas reconocidas en Francia. Expuso desde 1784, a los dieciséis años, y tuvo cierto éxito especialmente como retratista. En la víspera de la Revolución ya era reconocida como una joven artista con talento. Sin haber pintado durante el Terror, retoma una gran actividad después del nacimiento de su segundo hijo, Denys, en 1796.

¿Porqué pinta ella el retrato de una negra? Ignoramos su opinión personal sobre la esclavitud pero sabemos que su marido estuvo a favor de su restablecimiento en 1802 por razones económicas, dice entonces. Procedente de un medio conservador, incluso contra-revolucionario, es poco probable que ella haya pintado ese cuadro como manifiesto político o antirracista, sobre la emancipación de los esclavos y el feminismo. Podemos suponer que la atrajo la gracia de la joven, con sólo seis años menos que ella, que debió verla con frecuencia en casa de su cuñada, que se puso a mirarla como a una persona y no como a una simple empleada y que el desafío de plasmar en pintura los tonos de una piel negra la motivó, además del deseo de pintar un tema inusual. El cuadro debió de ser pintado durante le verano de 1798 en el castillo familiar de la Motte cerca de Angers, o un poco más tarde en Paris. 

Retomemos la descripción del cuadro de la página del Louvre:

«El modelo femenino de entre 20 y 40 años, es representado de medio cuerpo en formato cortado delante de una pared gris sin indicación de profundidad espacial. La cara y los ojos están dirigidos hacia el espectador, el cuerpo de la joven está ubicado lateralmente, sentado en un sillón de tipo cabriolet de estilo Luis XVI de madera dorada y cubierto con tela verde fijada con clavos de tapicería. El espaldar y el brazo derecho del sillón están casi cubiertos por un chal azul grande puesto encima. La joven está peinada con una pañoleta blanca enrollada y anudada arriba de la cabeza, una punta dejada libre cae a lo largo de la mejilla izquierda. Se ve una candonga de oro en su oreja derecha. Los brazos y el pecho están casi completamente desnudos: la modelo parece haber desatado y abierto su camisola blanca que se sostiene todavía en el talle con un cinturón de textil rojo. Tiene las manos cruzadas sobre el regazo. La firma de la artista se encuentra sobre el fondo gris, justo por encima de la mano derecha de la modelo».  

Miremos el cuadro con cuidado. Primero, las marcas de exotismo son bastante visibles: pañoleta en la cabeza, candonga en la oreja, que son alusiones a su condición social. ¿Los colores de la ropa, la tela azul, traje y turbante blancos, cinturón rojo, evocarán discretamente la bandera francesa? En cuanto al acabado de la diferencia racial, es de admirar la gradación de colores en la pigmentación de la piel negra, en especial en el pecho, mientras que los dos otros retratos de negros citados más arriba, el ciudadano Belley y la religiosa de Moret (de quien solamente vemos la cara, y en cuanto a él, también las manos), los tonos son mucho más uniformes. Los brazos son musculosos pero la mano derecha tiene una forma extraña, hay una distancia rara entre el índice y el mayor (la mano izquierda también pero es menos visible), puede ser una malformación que discretamente se disimula aquí. Pero lo que sorprende de entrada en este cuadro es que esta mujer se presenta con una pose altiva que no le corresponde a una sirvienta y mucho menos a una esclava. Recuerda a Marie-Antoinette (Vigée Le Brun), Madame Récamier (David) o la Fornarina (Raphael), ocupa el espacio tradicional de una mujer blanca, como Marie-Guillemine Benoist pinto tantas (y David antes que ella, aquí se inspira claramente). La mirada, dirigida directamente al espectador intriga por su insistencia: además de la pose, es la mirada lo que le da toda su dignidad a esta persona. 

La sorpresa la provoca el seno desnudo: no tiene nada de un seno lactante. Es cierto que podemos evocar a las Amazonas, la desnudez gloriosa de La Libertad guiando al pueblo (Delacroix) treinta años más tarde, o la moda de los vestidos transparentes de las Maravillosas en la época del Directorio (1795-1799). No obstante Madame Benoist nunca mostró un seno desnudo en ninguno de sus retratos de mujeres blancas, por profundo que fuera, algunas veces, el escote. Es una época en la que el desnudo está reservado a los temas mitológicos, históricos o alegóricos, pero (salvo en la obra de Goya con su cuadro secreto La maja desnuda) este no aparece en los retratos. La preferencia de Madame Benoist es sin duda la combinación de cierta transgresión erótica deliberada, cubierta con la idea que más tarde llamarán orientalismo, y una forma de superioridad racial al evocar la desnudez de los «salvajes». Su ambigüedad procede de esta contradicción: presentar a su modelo tanto como un objeto de posesión exótica y como un ser humano sensible. Al contrario del ciudadano Belley, que no solamente no se presenta, o muy poco, erotizado, sino en situación de poder, esta joven negra, cualquiera que sea la dignidad de la pose, es un objeto erotizado y anónimo. Sin haber podido alcanzar el estatuto de individuo de pleno derecho, es ante todo una proyección de los deseos y ambigüedades de la artista, ya fueran admirables o secretos. 

Cuando terminó el cuadro en 1799, Madame Benoist lo expuso en el Salon de 1800, en un lugar de predilección, con el título, «Retrato de una negra». La palabra «negro» se usaba comúnmente en ese entonces para designar a las personas de color, aunque ya fuera un marcador de superioridad racial. A pesar de la reciente abolición de la esclavitud, las distinciones raciales y la jerarquía biológica de las razas estaban todavía muy presentes. Precisamente, en 1798 Girodet empezó llamando el retrato del ciudadano Belley «Retrato de un negro», antes de cambiarlo al año siguiente, posiblemente bajo la presión del principal grupo antiesclavista, la Sociedad de amigos de los negros,  Una gran mayoría recibió la obra de Madame Benoist muy positivamente, reconociendo su talento, su audacia y su determinación para rebasar las fronteras del sexo, de la raza y de la clase social. He aquí un ejemplo de crítica en la prensa de entonces: «Su negra está puesta con ingenio, es decir con una actitud graciosa que no corresponde a las personas de su color; el busto y en especial el brazo están bien dibujados, la tela que envuelve la cabeza está dispuesta con gracia. Se reconoce en la ejecución la manera sabia y el arte de Jacques-Louis David.» En 1818, quizás para compensar que había renunciado a la pintura en nombre de la carrera de su marido, el rey Luis XVIII le compró a Madame Benoist cuatro cuadros para el Louvre y entre ellos éste. 

El cuadro fue expuesto en el Louvre con el título «Retrato de una negra» hasta finales del siglo XX, cuando lo rebautizaron de manera más políticamente correcta «Retrato de una mujer negra». En 2019, el descubrimiento de un documento de viaje de Benoist-Cavay revela que él y su mujer iban acompañados de «Ringa, criado del jefe de administración» y de «Madeleine, sirvienta», y volvieron a bautizar el cuadro. Es probable que después de su emancipación, una de las dos «negras de Guinea» de Catherine Vidal, Alzire o Dely, haya recibido ese nuevo nombre. 

Madeleine: un nuevo nombre, sí, pero sin apellido. 


(escrito para Lurdes)




jeudi 23 octobre 2025

Resaca tropical (Jonathas de Andrade)


20 de octubre de 2025, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Jonathas de Andrade, O Peixe, 2016, captura de pantalla video.


La temporada artística Brasil Francia es una oportunidad para que tengamos numerosas manifestaciones culturales y exposiciones de artistas brasileños en Francia (y viceversa). Entre ellas (ya he hablado aquí de las del Quai Branly y de la Maison de l'Amérique Latine), una de las más interesantes es la de Tours (Jeu de Paume descentralizado, hasta el 9 de noviembre) dedicada al artista del noreste Jonathas de Andrade, del que ya había visto en Brasil un muy buen video O Peixe, y otros videos e instalaciones. Su trabajo se estructura principalmente en torno a temas relacionados con la resistencia contra la opresión, ya sea racial, social o económica; una resistencia que se expresa muy a menudo a través de acciones comunitarias antes que individuales. Pero otras obras menos políticas llevan en general una impronta con una belleza mágica: es el caso de O Peixe (el Pescado) por el cual retomo mi texto de hace 9 años: «un video de pescadores de Alagoas en el noreste: en un decorado de manglares tropicales se siguen varias secuencias similares, el cuerpo musculoso casi desnudo de un pescador en su barca, un primer plano sobre sus ojos, la pesca tradicional con caña o arpón y después, una vez agarrado el pescado (una especia de mero, diría yo, por falta de conocimientos de ictiología más precisos), un ritual extraordinariamente sensual en el cual el pescador toma el pescado entre sus brazos, lo abraza, lo acaricia, lo acompaña en una muerte apacible. Es al mismo tiempo un momento casi erótico de una conmovedora belleza ancestral y un testimonio de cercanía con la naturaleza, de una unión en la que encontramos bastantes actitudes indigenas sobre la caza o la pesca. La instalación de Afiches para el museo del Hombre del noreste es también una glorificación homoerótica de aquellos hombres ordinarios de todos los colores con la impronta de aquella cultura tan particular de esa región. 


Jonathas de Andrade, Juegos Dirigidos, 2019, captura de pantalla video.


Dos de los videos de Jonathas de Andrade muestran bien su interés por las comunidades que resisten contra el orden dominante: Olho da rua (El ojo de la calle) se inspira del Teatro del oprimido de Augusto Boal, muestra un banquete feliz en ocho actos, organizado por habitantes de la calle de Recife, dejándoles libertad total en su expresión colectiva sobre su condición social e identidad. Todavía más contundente es Jogos dirigidos (Juegos dirigidos), filmado en un pueblito en donde hay cantidad de sordo-mudos: abandonados por el poder público, y que se inventaron su propia lengua a base de signos y sonidos, para comunicar. Presentado con la forma de un ejercicio pedagógico, la película es sobre todo la afirmación de un grupo desamparado frente a la dejadez del poder. 


Jonathas de Andrade, Foma de Resistencia – en Mão Kayapó Menkragnoti, 2019/20, captura de pantalla video.


El interés por la lengua y su poder se encuentra también en la apropiación, algunas veces provocadora, del método de alfabetización de Paulo Freire (Educação para Adultos), también el juego de reutilización de los mapas de su territorio al cubrirlos de dibujos, por parte de las mujeres indígenas, confrontación de dos grafías, de dos lenguas (Forma de Resistencia). 


Jonathas de Andrade, Pensamientos confusos y miradas perturbadoras sobre los fantasmas de ultramar, 2025, serie de fotografías, detalle, foto del autor


En una instalación hecha para la exposición e inspirada por Jean Rouch, otra de sus influencias importantes, que mezcla documental y ficción, Jonathas de Andrade combina temas esotéricos africanos con fotografías de prensa sobre África francesa colonial. A lo largo de las imágenes descubrimos la sonrisa rapaz de Tonton (que fue ministro de la Francia de Ultramar en 1950) con (me parece) Houphouët-Boigny: la cuna de Franzáfrica (Pensamientos confusos y miradas perturbadoras sobre los fantasmas de ultramar). 


Jonathas de Andrade, Resaca tropical, 2009, serie de 99 fotografías y 140 páginas dactilográficas, detalle, foto del autor.


Para terminar, la instalación que le da su nombre a la exposición, Resaca tropical, pretende ser el diario íntimo (que dizque encontraron en la basura) de un joven blanco de Recife, fiestero, seductor, exánime y acongojado, que cuenta sus conquistas femeninas y su malestar en la vida; un diario ilustrado con bastantes fotos estereotipos de playas, bares y jovencitas más o menos vestidas, con fondo de modernidad arquitectural de la ciudad. Contraste entre el rigor modernista de los edificios y el relajado sensual de los cuerpos. Bonita metáfora de cierto Brasil...



Muy buen catálogo, (me parece que es el primer libro en francés sobre el artista) en el cual se destaca un interesante ensayo de Marta Ponsa. Recibido en servicio de prensa (de parte de Presses du réel)





mardi 21 octobre 2025

Claire Chesnier, entre cielo y tierra


19 de octubre de 2025, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Claire Chesnier, vista de la exposición « claro vertical » , CCCOD, septiembre de 2025, f. de l’auteur


La exposición de Claire Chesnier en el CCC Olivier Debré de Tours (hasta el 1 de febrero) es mucho más que una exposición. Se trata de una inmersión, de sumergirse, se trata de meditación; para algunos es una oración, para otros un éxtasis. Es la posibilidad de quedar fascinado, transportado, flotando en los cielos y en los paisajes. Se entra de lleno en aquellos cuadros a escala humana que vibran, uno se deja devorar y es una experiencia tanto sensual y física como visual y estética. La supuesta línea de horizonte siempre indecisa que separa la «tierra» del «cielo» ofrece una variedad de olas, siluetas de árboles y encajes, y le deja espacio a una graduación imperceptible y a una transición constante. 


Claire Chesnier, 131024, 2024, tinta sobre papel, 155x135cm, f. Fabrice Seixas


Claire Chesnier corresponde con la línea de pintores que han sabido transfigurar paisajes para crear composiciones casi abstractas, luminosas, nebulosas e indecisas: Turner, por supuesto, Constable y Ruisdael y también Biberstein (y en fotografía, Rita Magalhães). Con la salvedad de que Claire Chesnier no es pintora, que para nada pretende reconstituir a su manera la luz y los colores del mundo ante sus ojos, sino que utiliza tinta y pigmentos en infusión sobre papel mojado y que no representa nada, representa su propia visión interior del mundo. 


Claire Chesnier, 010323, 2023 tinta sobre papel, 171x135cm, f. Fabrice Seixas


En la sala pequeña, un juego de luces proyectado sobre uno de los cuadros (El cielo colmado, y se sigue abriendo) lo cambia de manera imperceptible, lo aclara, luego lo oscurece: la «tierra» de vuelve más oscura, el «cielo» más claro y después todo cambia radicalmente. El tiempo de un día se condensa en doce minutos, el espectador pierde todo punto de referencia.


en la portada del libro: Claire Chesnier, 130124, 2024, 172.5×130.5cm, f. Fabrice Seixas



Muy bonito libro de las ediciones JBE, con reproducciones excelentes (35 euros).



samedi 4 octobre 2025

Amazonía, presente y futuro

30 de septiembre de 2025, por Lunettes Rouges



Diadema pariko. Pueblo Boe-Bororo, Estado del Mato Grosso (Brésil), 2024. Plumas (Ara ararauna, Ara chloroptera, pato doméstico), madera, algodón, fibras vegetales. © museo del quai Branly – Jacques Chirac


La exposición en el Quai Branly (hasta el 18 de enero) expresa que su objetivo es no solamente mostrar las culturas de los pueblos indígenas de Amazonía sino también las creaciones de artistas contemporáneos originarios de aquellos pueblos. Es un objetivo que podemos elogiar pero que no lograron. Al principio nos fascina la manera como muestran en la exposición, la riqueza de las culturas amazónicas, su vitalidad y su resiliencia y supera los estereotipos habituales sobre «los indios». 


Objeto procedente de un pueblo que se ha aislado voluntariamente, foto del autor


La exposición aclara muy bien los relatos sobre la creación / transformación del mundo, sobre la porosidad entre humanos y no humanos, sobre las relaciones con lo sobrenatural, las visiones y los sueños. Tocados, pinturas corporales, urnas funerarias, muñecas rituales, máscaras, en su mayoría pertenecientes a las colecciones del Museo, acompañan el recorrido, y gracias a cartelas bien redactadas, nos explican y nos intrigan. Sobresalen también algunos objetos pertenecientes a pueblos aislados que rechazan todo contacto con nuestra civilización, objetos recogidos en campamentos abandonados, como por ejemplo esta pieza extraña, cercana a un Giacometti. 


Iano Mac Yawalapiti, Escenas de la fiesta Kuarup. Pueblo Yawalapiti, Territorio autóctono du Xingu (Brasil). 2022, 2023, 2024


Entre los artistas contemporáneos, entre su mundo de origen y el mundo «moderno», resaltan las fotografías documentales, que gracias a la cercanía con aquellos pueblos, nos hacen penetrar en el corazón de las comunidades; videos de madres pintando los cuerpos de sus hijas, gesto esencial para moldearlos, o las imágenes de una ceremonia Kuarup en donde los Yawalapiti, muy buenas fotografías de Iano Mac Yawalapiti, uno de ellos. También tenemos a los que documentan el desastre ecológico en curso (Taküma Kiukuro sobre los incendios de la selva, y el asombroso Uýra Sodoma sobre la contaminación de los ríos en Manaus). 


Sheroanawë Hakiiwë, Moka Maimki (patas de rana), 2021, monotipo sobre papel de zarzamora, foto del autor


Sin embargo, lástima, la mayoría de las creaciones contemporáneas que presentan se sitúan entre kitsch y artificio: pinturas seudosicodélicas de colores chillones que supuestamente representan espíritus o no-humanos (Brus Rubio Churay, Carlos Jacanimijoy, Paulo Desana, que ilustra el afiche), apropiaciones inmaduras de iconos de la historia del arte (Jaider Esbell) o collages pop insignificantes sobre unas fotos de antropólogos (Denilson Baniwa). Sólo las composiciones gráficas de Sheroanawë Hakiiwë se desprenden del resto por la sobriedad de su composición. No soy experto en ese campo pero me sorprende por ejemplo, la ausencia de Sallisa Rosa o Gé Viana: el nivel hubiera sido más alto. Lástima. 


Hoda Afshar, The Fold, 2019-2023


P.D.: Pasé demasiado rápido para hablar como se debe, pero hay que resaltar en otras partes del museo, el trabajo de Hoda Afshar sobre Clérambault; un artículo en mi próxima visita.




mercredi 10 septembre 2025

De algunas mujeres desnudas y de su representación


2 de septiembre de 2025, por Lunettes Rouges

(artículo original, en francés, aquí)


Paul Belmondo, Venus, 1951, Saint-Étienne, plaza Jean Jaurès.


En la ciudad en donde pasé mi infancia había, para el preadolescente bajo influencia hormonal, poquísimas representaciones de la desnudez femenina: nada en el museo (que se convirtió en un gran museo varias décadas después, y que entonces poseía abundancia de fusiles, espadas, bicicletas, cintas y esqueleto de elefante más que desnudos clásicos y románticos) y, en las calles, una Ninfa tímida en homenaje a Massennet, gloria local, único objeto de nuestros fantasmas, la Venus majestuosa de Paul Belmondo, acompañada de un Apolo igual de pos coital, y que tanto nos hizo soñar...


Pierre-Paul Prudhon, El rapto de Psique, hacia 1808, óleo sobre lienzo, 195x157cm, Museo del Louvre


Una de las ventajas que tenían los chicos parisinos era que cuando hacían visitas escolares al Louvre, ellos sí podían deleitarse con los encantos de la Afrodita de Praxíteles, las Tres Gracias de Cranach, la Odalisca de Boucher, la Psique de Prudhon y con tantas otras. Y los chicos de Londres, Florencia, Leningrado o Berlín estaban en las mismas. Por supuesto, con el paso del tiempo, la frecuentación de las bellezas del mundo real menguó, e incluso suprimió la proyección quimérica sobre estatuas y cuadros y fue entonces cuando la preocupación estética sin segunda intención y liberados al fin de toda pulsión patriarcal que fuimos a admirar la Venus Rokeby o la Maja desnuda. 


Miguel Ángel, Capilla Sixtina (detalle: San Blas y Santa Catalina de Alejandria), 1536-41, Vaticano ; a la derecha después de la intervención de Daniele da Volterra, 1564.


Pues entre todos los museos de las capitales que celebran alegremente la belleza del cuerpo femenino desnudo, hay uno que quebranta la regla: no es el del Vaticano (en donde no obstante las modificaciones puritanas del Braghettone sobre Catalina de Alejandría con Blas en el Juicio Final, todavía podemos admirar la Afrodita Colonna y la Venus Felix), pero el de la ciudad en la que vivo actualmente, en la cual, si se refiere al arte antiguo no hay necesidad de un «braghettone»: nada que esconder, nada que ver. Paseando por las salas de ese bello museo, uno se puede acercar bastante a las Tentaciones de San Antonio y dejarse engullir por él, también se puede abandonar completamente a la fuerza majestuosa de Apostolado de Zurbarán y dejarse embrujar con la plenitud dorada de los biombos japoneses. Pero mujeres desnudas, nada, o casi. 


Jacob Adriaensz Backer, Cortesana, 1640, óleo sobe lienzo, 64.5×56.5cm, MNAA, Lisboa


Buscando bien puede a pesar de todo, descubrir en las reservas algunos senos y nalgas: una miniatura alegórica, una Danaide de Rodin, un Boucher ajuiciado. Me parece haber visto también una mujer desnuda minúscula de marfil y de la que no encuentro el rastro, una estatuilla que las chinas de la buena sociedad utilizaban para mostrarle al médico (o que la sirvienta mostrara en su lugar) el lugar que las hacía sufrir sin tener que desnudarse (pero puede ser una leyenda... entre anatomía funcional y erotismo tapado). Pero en los dos únicos lienzos del museo que exponen la desnudez femenina (y creo que son los únicos que presentan en las salas de manera permanente) no hay ambigüedad: la lujuria es pecado mortal. La exuberante bátava de mirada divertida no deja duda sobre su profesión: senos sobresalientes y moneda de oro muestran enseguida su intensión y el pecado que va a cometer el amateur. Es verdad que es un motivo frecuente en Europa del Norte (y no es desconocido en Italia) pero no conozco a ningún pintor portugués que se le haya medido: entonces, pues hubo que importarlo de Holanda...


Anónimo portugués, El Infierno, 1505-30, óleo sobre madera, 119×217.5cm, MNAA


Después del disfrute, el castigo. Este pintor portugués anónimo, de principios del siglo XVI representó los tormentos del Infierno de manera expresiva, aterradora y algo sádica (parece que fue el único portugués que lo ha hecho así). En el trono de un Lucifer con cofia de plumas (se acababa de descubrir el Brasil), los pecadores son castigados por donde pecaron: a los glotones los hartan a la fuerza, a los perezosos los cocinan en una caldera, el avaro tiene que tragar piezas de oro incandescentes. Arriba a la izquierda tres vanidosas se asan por encima de una llama que les quema los cabellos, y, en diagonal, un demonio hembra acosa a una pareja de amantes que se entregaron a la lujuria y podemos imaginar los tormentos que les esperan... Así termina la exploración de los raros desnudos femeninos en aquel museo (pocas cosas complementarias se pueden decir de los desnudos masculinos). Pero no saquemos conclusiones apresuradas: no es a partir de las carencias en una colección y de las representaciones en dos cuadros que vamos a entender la mentalidad de un pueblo...




dimanche 7 septembre 2025

Miriam Cahn: el cuerpo, solo


28 de agosto de 2025, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Miriam Cahn, MAAT, vista de la exposición


En la entrada de la exposición Miriam Cahn (hasta el 27 de octubre) hay seis desnudos grandes: una mujer mayor, ella misma, cuerpo grisáceo o verdoso con fondos verdes, grises, ocres, senos marchitos, vientres flojos, vulvas evidentes, miradas furiosas o inexpresivas y cinco de ellos con los puños apretados con violencia y rabia. Se queda uno absorto, que decir, atónito, a causa de la intensidad de la pintura, a causa de la afirmación del cuerpo de la mujer, a causa de la denuncia de la violencia ejercida contra él. Allí se encuentra lo grande de Miriam Cahn, en los cuerpos, las miradas, y también en la pintura de tonos pastel de dulzura engañosa. 


Miriam Cahn, weltäffin (mujer mundial), 27 & 29 de septiembre de 2019


Después de la contemplación emotiva pero relativamente estática de los seis primeros cuerpos del vestíbulo, es mejor continuar la visita hacia la sala de la izquierda en la cual, a lo largo de las paredes nos confrontamos brutalmente a unos veinte o treinta cuadros mas pequeños del cuerpo femenino. Parece haber un hombre o dos, uno de ellos se acaricia el penis, y un ser hombre lobo, con cabeza de loba y cuerpo de mujer, pero lo demás son solamente carnes hembras como ninguna mirada masculina hubiera sabido representarlas jamás (si se hubiera atrevido...): senos deformes, vulvas sanguinolentas, partos con posturas «primitivas», y ante todo, rostros trastornados, azorados, vulnerables (más abajo). Ahí se haya la intensidad de Miriam Cahn, en el vuelco que le da a la mirada, en la forma orgullosa de mostrar a la mujer. 


Miriam Cahn, nichts (nada), 2005 6 19 de mayo de 2023


Se siente la misma emoción en la sala de arriba, de acceso incómodo, en la cual la artista denuncia la violencia de la guerra (de una sola en realidad, la de Ucrania; el genocidio en curso no parece, en cambio, haberla conmovido: Boutcha en lugar de Gaza). Vemos el lienzo ambiguo que sacudió a la derecha extrema en el Palacio de Tokyo: los comisarios y la artista han subrayado varias veces que no se trata de un menor sino de un ser humano adulto representado pequeño puesto que oprimido en su país por el invasor. Me parece más potente, puesto que universal, el lienzo de al lado, el del puño clavándose en un cuerpo aprisionado. La dignidad de Miriam Cahn está al lado de los oprimidos. 


Miriam Cahn, s.t., 8 de marzo de 2023



Es una lástima puesto que esto no es sino la mitad de la exposición. Mientras que frente a aquellos cuerpos violentados la adrenalina estaba al máximo, justo después vemos unos eslóganes bastante simplones (« Nicht mehr mögen ») escritos en lienzos pequeños (sus obras más recientes, como si las imágenes la hubieran abandonado), y unos dibujos de tanques en grisalla (son T-90, claro, no son Merkava) e instalaciones militares, y en medio una instalación de trozos de madera estilo años 50. Y no serán las entrevistas en el catálogo las que nos aclaren. Da pesar. 


Fotos del autor.