9 de abril de 2025, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
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Henri Matisse, Marguerite, Collioure 1906/07, 65.1x54cm, Museo Picasso (colección personal Pablo Picasso) |
Marguerite, nacida en agosto de 1894, es la hija de Henri Matisse y de su modelo Caroline «Camille» Joblaud, cuatro años menor que él y que compartió su vida durante cinco años, de 1892 a 1897 (lo que no es una relación efímera ni pasajera como lo pretende el catálogo). El padre de Matisse se opone a su matrimonio con una pobre huérfana, y por añadidura modelo, y deshereda a Marguerite cuando nace. La pareja vive en el quai Saint Michel en donde Matisse seguirá viviendo después. Primero se separan en febrero de 1897 (Matisse no quiso se que comiera unas frutas que quería pintar y ella se va con la niña...), entonces Matisse reconoce a Marguerite y dos meses más tarde se reconcilian, pasan el verano de 1897 en Belle-Île, y se separan definitivamente en septiembre. En octubre de 1897, Matisse, testigo de un matrimonio, se enamora de una de las damas de honor, Amelie Parayre, hija del director de un periódico radical, con quien se casa tres meses más tarde (esta vez con la bendición del padre, dada la situación social de la prometida). Después del nacimiento de su hijo Jean y mientras que Amelie está embarazada de Pierre Matisse, la pareja se hace cargo de Marguerite que será desde entonces educada por Amelie. Caroline Joblaud vivirá hasta en 1959 (cinco años después de la muerte de Matisse). Su hija no tuvo con ella sino relaciones esporádicas. En 1901, Marguerite se enferma de difteria (el «crup») y le hacen una traqueotomía que le deja una fea cicatriz en la garganta y que disimulará con una cinta negra. Siempre tendrá salud frágil. Desde los nueve años, «chiquilla de taller», será uno de los principales modelos de su padre (que solamente utilizará modelos profesionales a partir de los años 1920 con Henriette Daricarrère).
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Henri Matisse, Cabeza blanca y rosa, Paris quai St Michel, 1914/15, 75x47cm, Centro Pompidou |
La exposición del Museo de Arte Moderno (hasta el 24 de agosto) está dedicada a la relación del pintor con su hija, a la mirada atenta y protectora que tiene para con ella y a la capacidad de Marguerite para afirmarse, siendo tan joven, como modelo esencial de su padre, quien hizo más de cien retratos de ella. Mucho más que de Amelie o de sus hermanos, ella es su modelo preferido, se presta para todas las experimentaciones (como el retrato pre cubista), y más que un modelo exterior, interactúa con el pintor. Todo ello lo muestra muy bien la exposición.
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Henri Matisse, El Té en el jardin, detalle, Issy les Moulineaux, 1919, LACMA Los Angeles, foto del autor |
Pero lo que salta a la vista, que por lo tanto no está explicito en esta exposición, es que Matisse solamente pinta a su hija cuando sufre, enferma, lastimada por aquella cinta negra que se encuentra en todos sus retratos entre 1903 y 1920 (y a veces con una blusa de cuello alto que disimula su garganta herida). En 1919 y 1920, Marguerite tiene que soportar nuevas operaciones; convalescente, descansa en Étretat con su padre que sigue pintándola, agotada, sufriendo. Pero puede por fin quitarse la cinta y exponer su garganta a las miradas. Desde entonces Matisse deja de pintarla. O mejor, ya no la pinta como elemento central de sus lienzos sino como un modelo de facciones imprecisas (incluso deformadas como por ejemplo en Té en el jardín), nunca sola sino acompañada de Henriette Darricarrère. Aquel enlace mágico entre padre e hija se rompe cuando la hija ya no es el ser que sufre, objeto de todos los cuidados.
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Henri Matisse, Marguerite, Vence, 1945, carboncillo sobre papel, 48x37cm, col. part. |
Lo peor, Marguerite se casa con Georges Duthuit y a Matisse él no le gusta, ella vuela con sus propias alas, prueba la pintura, después la moda, sin mucho éxito. Se convierte en agente comercial de su padre, empieza un catálogo razonado, supervisa las tiradas de las litografías, cosas que los siguen manteniendo unidos, claro, pero ya la magia no existe. Incluso cuando Marguerite tiene un hijo, incluso cuando se separa del promiscuo Duthuit, incluso cuando Amélie, celosa de la hermosa Lydia Delectorskaya, deja a Matisse, los lazos no se vuelven a trenzar. No es sino cuando Marguerite, agente FFI, presa por la Gestapo, escapa in extremis a la deportación hacia Alemania y se vuelve a encontrar débil, enferma, herida, desamparada, que Matisse dibuja de nuevo su retrato en 1945, única y última vez. No sé lo que dice la biografía de referencia del pintor Hilary Spurling (esos libros están en Lisboa y yo en Paris), pero encuentro extraña aquella relación pictórica basada en cierta forma de fascinación por la debilidad del modelo su hija.