30 de julio de 2025, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
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Jean-Baptiste Debret, Feitores (capataz) castigando a unos negros, ilustración 75 |
El pintor Jean-Baptiste Debret (1768-1848) forma parte (como Hercule Florence) de aquellos europeos cultos y pragmáticos que se fueron numerosos a Brasil hace dos siglos. Miembro de la Misión artística francesa, llegó en 1816, a un país que se iba a independizar: el rey de Portugal se había refugiado en 1807 en Brasil para huir la invasión napoleónica, y en 1821 regresó a Europa desconfiado; su hijo mayor se queda en Brasil, proclama la independencia y se vuelve emperador. Después de tres siglos de oscurantismo y de haber estado cerrado al mundo, una época en la que los libros y los periódicos estaban prácticamente prohibidos, la que fuera colonia se transforma radicalmente, se moderniza política y culturalmente hasta convertirse en un estado, pero que mantiene una economía tradicional de plantación que sigue basada en la esclavitud, la que no fue abolida sino en 1888. Debret se quedó 15 años, hasta 1831, durante los cuales fue, es cierto, un pintor oficial, bien establecido en la corte, en donde incluso el Emperador, lo consultó sobre la primera bandera del país.
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Jean-Baptiste Debret, Salvajes civilizados, soldados amerindios de la Coritiba, llevando a unos salvajes presos, ilustración 32 |
Pero, al tiempo que pertenecía a la «buena sociedad», tuvo una mirada lúcida y crítica sobre la sociedad brasileña, sobre las costumbres de los blancos, sobre la violencia y los abusos hacia negros e indígenas. Fue uno de los primeros artistas que denunció sin ambigüedad el racismo y la explotación. La exposición en la Maison de l'Amérique latine (hasta el 4 de octubre) muestra por ejemplo, de qué manera, a partir de una escena bucólica de selva virgen romántica con un indígena Bororo seguido de su mujer y de su perrito en el grabado de Claude-François Fortier, basado en una acuarela de Charles de Clarac, Debret conserva el mismo encuadre y reemplaza a los «buenos salvajes» por dos mujeres amerindias encadenadas con cuatro niños mientras son llevados prisioneros por tres soldados, también indigenas, que acaban de matar a los hombres y de quemar el caserío. Otras ilustraciones muestran la violencia contra los esclavos negros (arriba). Entre 1834 y 1839, Debret publica en Paris su Viaje pintoresco e histórico a Brasil con 153 grabados en colores, basados en sus acuarelas y los textos que las describían. Además es interesante ver como Debret que no es etnólogo y se inspira tanto en documentos existentes como en su experiencia de lo visto, oscila entre su neoclasicismo original y un romanticismo bastante innovador. Obviamente su libro fue muy mal recibido en el Brasil de ese entonces, en el cual la élite política y económica no conocía de él sino su lado oficial y les chocó que denunciara la brutalidad de las costumbres brasileñas: el libro fue prohibido en Brasil. No fue sino a partir del principio del modernismo autónomo brasileño con la Semana de Arte Moderno en 1922 y con el Manifiesto Antropófago en 1928, que Debret fue reconocido en Brasil, en un momento en el que se interesaron por las raíces locales y negras de la cultura brasileña; su libro fue traducido y publicado en 1940 y sus imágenes de difundieron por toda la sociedad para convertirse en la referencia e incluso hasta llegar a ilustrar manuales escolares.
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Tiago Gualberto, Merced, 2014 |
La exposición muestra también de qué manera su obra ha influenciado a artistas brasileños contemporáneos, en especial a aquellos de origen indígena o afrodescendientes confrontados con las imágenes de sus antepasados sin reconocerse en ellas y por lo tanto prestos a cuestionarlas, distorsionarlas, incluso volverlas de carnaval. Encontramos por ejemplo deconstrucciones de imágenes de Debret, de Gé Viana artista militante de las culturas indígenas del Maranhão, realiza collages digitales con fotografías de indígenas actuales y las imágenes de Debret, o borra los personajes blancos de los grabados de Debret. Eustáquio Neves le encasqueta al retrato de su madre la famosa máscara de hierrro de la esclava Anastasie (ver la máscara de Grada Kilomba). Löfgren&Gouvêa decoran los grabados con baratijas que toman prestadas de los cultos afrobrasileños. El que a mí me parece más creativo, es Tiago Gualberto que interviene sobre la discriminación entre piel negra y piel blanca de los medios de reproducción como la fotocopiadora y explora el racismo tecnológico (que otros subrayaron en las películas Kodak antiguas: la tarjeta Shirley); transforma entonces aquellas imágenes en una especie de radiografías alineadas con puntos blancos.
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Portada, con Denilson Baniwa, Arqueiro Digital, 2017 |
El catálogo de la exposición (Editorial Acte Sud, recibido en servicio de prensa) fue escrito por Jacques Leenhardt, gran conocedor de la cultura brasileña. Es mucho más que un catálogo, más bien una reflexión crítica sobre la apropiación contemporánea de la mirada compleja de Debret sobre las desigualdades de la sociedad brasileña. Leerlo aunque no vea la exposición.
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