20 de agosto de 2020, por Lunettes Rouges
(Artículo original en francés, aquí)
Jan Fabre, La Liberación de la Pasión, 2019, detalle |
En la iglesia de la Cofradía napolitana de la Misericordia, Caravaggio pintó un cuadro extraordinario en el cual, en un espacio estrecho, se concentran las siete obras de misericordia a través de los actos de unos doce personajes terrestres (y cuatro celestes). Me gusta quedarme un buen rato observando este cuadro que nunca saldrá de ese lugar y que lo transforma en un sitio en donde se siente el soplo del espíritu. Impresionados por la obra maestra y a la vez preocupados por su comprensión confusa, los miembros de la cofradía encargaron, para adornar las otras seis capillas (la iglesia tiene un plano octogonal con siete capillas de tamaño casi idéntico), lienzos más explícitos : así, Santafede (dos veces), Battistello, Azzolino, Forti y Baglione (reemplaza actualmente el Giordano prestado a Paris) pintaron determinadas escenas cristianas para ilustrar las obras de misericordia. Por buenos que sean esos cuadros, ninguno tiene el genio de Caravaggio, ninguno lo iguala.
Jan Fabre, La Libertad de la Compasión, 2019, detalle |
Jan Fabre, muy familiarizado con Nápoles, quiso medírsele a la grandeza del lugar: los miembros de la cofradía le pidieron que instalara de forma permanente, cuatro esculturas pequeñas en los nichos laterales de cuatro de las capillas (las de los lienzos de Battistello, Azzolino, Forti y el Santafede de la izquierda). No se ven enseguida pues el Caravaggio delante de nosotros nos atrae de inmediato aunque percibimos de reojo un resplandor rojo que intriga. Todas están hechas de coral rojo luminoso de Torre del Greco, que queda muy cerca (material que le gusta, nacido de la sangre de la Medusa), todas (podrían estar mejor iluminadas) son composiciones de símbolos religiosos que evocan uno u otro de los lienzos vecinos. Todas tienen un corazón, y su rojo es el de la sangre, tan presente en el imaginario napolitano, de San Jenaro a Hermann Nitsch.
Jan Fabre, La Libertad de la Compasión, 2019, detalle, f. del autor |
Un ejercicio arriesgado para Fabre ya que puede caer en lo trivial y lo decorativo, y todavía más arriesgado en un lugar tan mágico con este. Y el ejercicio no salió bien sino a medias. En efecto, me parece que dos de las esculturas no son sino baratijas religiosas a las que sólo el material dota de cierta elegancia: la una (La Resurrección de la Vida), inspirada por Giordano, es una cruz clavada en un corazón y rodeada de hiedra, simbólica un poco burda; la otra (La Pureza de la Misericordia) un corazón coronado de azucenas que se apoyan en dos mandíbulas de asno que evocan el Sansón de Caravaggio saciando su sed. Aunque se admire el trabajo de los artesanos que esculpieron las dos esculturas, no hay una densidad intelectual o estética que impresione .
Jan Fabre, La Libertad de la Compasión, 2019, coral precioso de las profundidades, 113×101.7×39.5cm, f. del autor |
En cambio, las otras dos emocionan. La Libertad de la Compasión es una paloma que podría ser un águila con las alas abiertas; la rama de olivo que lleva en el pico es un vaso sanguíneo que habría arrancado; y en las patas, que son dos garras, tiene un corazón envuelto en cadenas. Aunque formalmente la escultura evoca la liberación de los cristianos cautivos de los berberiscos, una de las obras importantes de misericordia que ilustra el cuadro vecino sobre San Paulino de Azzolino, ¿qué enamorado triste no verá la representación trágica de su sufrimiento, corazón encadenado, cuerpo exhausto y destrozado por un ave de rapiña disimulada con la apariencia de una paloma ?
Jan Fabre, La Liberación de la Pasión, 2019, coral precioso de las profundidades, 125.3×101.8×43.5cm, foto del autor |
En fin, La Liberación de la Pasión en la cual el mismo corazón herido está encerrado dentro de unas rejas y una llave insertada en la cerradura dentro del corazón, lo libera: las llamas de la antorcha de encima son unos cuernos napolitanos pequeños en forma de pimiento que protegen del maleficio. Es cierto que aquí se trata de San Pedro, guardián de las llaves de la iglesia, pero en el lienzo de Battistello es también un prisionero liberado por un ángel. Y la flama en el lienzo de Caravaggio, uno de los puntos principales de la composición, tenida por un sacerdote por encima de un cadáver, alumbrando a un muerto y éste viene a socorrerlo. Pero, ¿será sacrilegio ver allí un corazón prisionero, consumido por un amor imposible, víctima de un maleficio pero a quien una llave milagrosa liberaría? Estas dos esculturas contienen una fuerza y una violencia totalmente opuestas a las dos otras baratijas religiosas, además son "desviables", transferibles del amor sagrado al amor profano.
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