29 de julio de 2018, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
Paul Fusco/Magnum Photos, sin titulo, serie RFK Funeral Train, 1968. Con la amable autorización de la Danziger Gallery
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El conjunto sobre el tren funerario de Robert Kennedy entre Nueva York y Washington hace 50 años, hubiera podido ser una exposición excelente. Para empezar las fotografías de Paul Fusco, embarcado a bordo del tren, que, durante las ocho horas de ese lento viaje, muestran un país ordinario, blanco y negro, rural y urbano, de clases medias y populares, tristes, que no entienden, desesperanzadas. Vemos a aquellos que miran, los espectadores, a menudo borrosos a causa de la velocidad del tren (y, al final del día, por la abertura más larga a causa de la luz que se va debilitando), y ese borroso auténtico es testigo también a su manera de la gravedad del instante: como Fusco mueve su aparato, el personaje central es bastante nítido, pero el resto de la imagen estalla y se desintegra. Muchas banderas, pocas señales («RFK we love you»), algunos hombres haciendo el saludo militar, jóvenes colegiales negros dirigidos por sus religiosas (blancas) para quienes ese día quedará grabado en sus memorias. Es el evento fotográfico el que crea esta comunidad. Una de las razones por las que este trabajo es desconocido, es porque la familia Kennedy había prohibido que fotografiaran dentro del tren; como Fusco, otros fotógrafos (que menciona el catálogo) enfocaron a la gente, pero ninguno lo hizo con la misma obstinación rigurosa.
Paul Fusco/MagnumFotos, sin título, serie RFK Funeral Train, 1968. Con la amable autorización de la Danziger Gallery |
Es curioso que en aquel entonces, este trabajo no haya sido mostrado, algunas fotos en blanco y negro en Look, y luego se olvidan las imágenes en los archivos. Incluso, la mayoría (850) están en la Library of Congress, pero, si bien entendí, las que muestran aquí, excepto seis, las escogieron entre 150 fotografías que Fusco había conservado en Magnum y que el SF Museum of Modern Art, en donde se encuentra Clément Chéroux, comisario de esta exposición, adquirió; quizás un día podamos tener una visión más global de esta obra. Algunas imágenes aparecen en la revista Georges en 1988 y luego la Photographers’ Gallery en Londres hace una exposición en 1999 (que recuerdo) con un catálogo que entonces no llamó la atención de nadie. Magnum publica igualmente en 2000 un libro con Umbrage: no tiene impacto tampoco. En fin, Aperture publica un libro en 2008, que, en cambio sí se distingue.
Rein Jelle Terpstra,The People’s View (2014-2018) |
Es ese libro que descubre entonces el fotógrafo holandés Rein Jelle Terpstra. ¿Fotógrafo? O más bien colector de imágenes: fascinado por esta historia, se da cuenta de que muchos de los espectadores filman o fotografían, y, 40 años más tarde, busca a través de Facebook, va sobre el terreno, se encuentra con los testigos o con sus hijos, y reúne la otra mirada, el otro punto de vista, el contraplano. Fusco ya había invertido la perspectiva al fotografiar a los espectadores y no a los dignatarios (naturalmente pensamos en el coronamiento de Jorge VI visto por Cartier-Bresson), Terpstra la invierte a otro plano al «dar la palabra» a los espectadores mismos. En esas imágenes vemos el tren que parece ser un objeto casi abstracto: no se ve casi nadie en las ventanas, un tren despoblado (excepto la plataforma trasera, reminiscencia de las antiguas campañas electorales), que parece vacío, simbólico. Un ataúd invisible: como si fuera un cenotafio, vector de duelo, pero sin sustancia, sin materialidad (si se compara por ejemplo con los cadáveres embalsamados ante los cuales desfila el pueblo, con Lenin). Y la escansión de los postes eléctricos que presenta la pequeña película, es la imagen más fuerte, como si el cineasta aficionado, incapaz de contener la emoción se hubiera aferrado a ese sencillo ritmo.
Rein Jelle Terpstra,The People’s View (2014-2018) |
Cuando Fusco quiere mostrar una emoción colectiva, sin «arriesgarse a distraer a los lectores», según dice, no fecha, no localiza, ni pone leyenda a ninguna de sus fotografías, Terpstra hace al contrario un trabajo de archivista, la presentación mural de sus imágenes dibuja el trayecto del tren entre las dos ciudades, incluye hojas de álbumes, dibujos, leyendas manuscritas en el cartón de la diapositiva. Cuando Fusco produce un documental sobre el pueblo visto por el fotógrafo de arriba, desde el tren, Trepstra produce una obra popular, incluso revolucionaria, al darle poder (visual) al «pueblo» de abajo, respondiendo a la puesta en escena oficial. Cuando las instituciones (Library of Congress, Magnum, SFMoMA) conservan las fotografías de Fusco y controlan la difusión, las que muestra Terpstra aparecen en álbumes privados y redes sociales. Un duo perfecto.
Philippe Parreno, 8 de junio de 1968, 2009 (fotograma). Con la amable autorización de Maja Hoffmann/Fondation Luma |
La exposición hubiera podido quedarse ahí. Pero, será a causa de la pequeña cantidad de imágenes disponible (según Le Point) o será el «prestigio imprescindible» de Philippe Parreno, lo que conlleva a una tercera parte, una película de reconstitución que dura 7 minutos (más casi lo mismo en intermitencia de luces entre cada proyección, dizque una firma del artista). Es una reconstitución si sentido, estetiza el viaje de manera vana e inauténtica (además, la rodaron en Upstate New York y en California, y el camarógrafo se preocupó mucho por no mostrar lo que pudiera descubrir la superchería, nombres de calles o vallas del estadio de béisbol, pero el paisaje y la vegetación son reveladores). Mientras que los «reenactments» tienen casi siempre una dimensión política, incluso un papel activista, esta película no es sino melancolía estetizante. Cien figurantes con trajes de los años 60, igual cantidad de técnicos, una cámara de 70 mm para obtener imágenes «precisas y luminosas», la cámara sobre el techo de la locomotora para obtener «el punto de vista del muerto» (siendo que el ataúd de RFK estaba dentro del penúltimo vagón, pero bueno...) y, para terminar, el tópico del árbol agitado por el viento: el tren desnaturalizado. Una lástima.
Michael Christopher Brown, Cuba, 29 Novembre-4 Décembre 2016. Con la amable autorización del artista |
Como un eco, el trabajo de Michael Christopher Brown sobre el funeral de Fidel Castro: nada demasiado oficial, un joven fotógrafo que se atreve y logra meterse en el convoy que transporta la urna funeraria a través de la isla. Son por supuesto, dos países totalmente opuestos, dos líderes en las antípodas el uno del otro, un joven prometedor aplastado y un viejo jefe obsoleto, una manifestación espontánea y la otra bien controlada, aunque, como siempre en Cuba, se va más allá. A las banderas con estrellas para RFK responden los carteles «Yo soy Fidel»: paso del símbolo visual colectivo utilizable siempre a la proclamación individual instrumentalizada. También hay relaciones con la muerte que son diferentes: un ataúd de caoba invisible, escondido de las miradas, y el otro, una urna de vidrio exhibida, cenizas y no un cadáver. Mientras que con la muerte de Robert Kennedy se siente la desesperanza en cada imagen, la tristeza de los cubanos cuando pasan las cenizas de Fidel parece menos trágica, marcada a la vez con una dulce nostalgia y una forma de esperanza casi alegre.
Foto 2 cortesía de los Encuentros de Arles
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