5 de mayo de 2025, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
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Adriana Varejão, Pared con incisiones a la manera de Fontana (Tríptico), 2002, óleo sobre lienzo ey poliuretano en soporte de macer y aluminio, cada uno 195x260cm, Caceres, Museo Helga de Alvear, cat. 39, foto del autor. |
Esta exposición (hasta el 22 de septiembre) pone frente a frente el trabajo de dos mujeres, la pintora anglo portuguesa Paula Rego, fallecida hace poco (1935-2022), y la artista brasileña Adriana Varejão (nacida en 1964) que pinta lienzos «abiertos» bastante peculiares. La escenografía es muy interesante, en 13 salas pequeñas más o menos temáticas, ponen frente a frente obras de las dos artistas (dos o tres de cada una en general). Y tengo que decir que aparte de que hablen portugués, mucho las separa: la una es una pintora expresionista más bien manierista cuyos cuadros figurativos (casi todos) y narrativos hablan esencialmente (en esta exposición) de la condición femenina y cuentan historias silenciosas; la otra, más inspirada por el barroco latinoamericano, practica una representación mucho más amplia, más simbólica y evocadora y por lo tanto más histórica, y, además de la misoginia, trata de forma brutal, visceral, estridente, otros temas, el racismo, la colonización, la dictadura, la mayoría de las veces en sus cuadros, heridas de las que emergen vísceras sanguinolentas.
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Paula Rego, La Primera misa en Brasil, 1993, acrílica sobre papel encolado sobre tela, 130x180cm, col. priv., cat. 3. |
Tomemos por ejemplo la primera sala entrando a la izquierda, intitulada «Fui tierra, fui vientre, fui vela [de barco] rasgada», las paredes están adornadas con un papel de colgadura de colores dibujado por Varejão. Paula Rego pintó una composición doble: en un cuadro dentro del cuadro vemos la primera misa celebrada en Brasil el día de su «descubrimiento» en 1500, unos diez indigenas desnudos observan; pero lo esencial del cuadro lo ocupa una mujer blanca, embarazada, acostada, de mirada vacía, un pavo que emerge de un ramo de lirios la está cuidando: posiblemente para decirnos que el cuerpo de las mujeres también está colonizado.
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Adriana Varejão, El hijo bastardo II (Escena de interior), 1997, óleo sobre madera, 110x140x10cm, Lisboa, col. Berardo, cat. 5, foto del autor. |
En frente, Adriana Varejão que fue en los años 90 una de las pioneras del arte pos colonial muestra un planisferio ovalado rasgado, con una hendidura sangrante (Mapa del hombre lobo, su primera tela herida y suturada, en 1992), y en este otro lienzo ovalado una escena colonial (inspirada por los cuadros del pintor francés Jean-Baptiste Debret) en la cual se ve a un hombre blanco violando a una mujer negra mientras que una niña negra es objeto de una transacción entre dos hombres blancos uniformados; el comprador toca su pecho incipiente, bajo la mirada de la madre resignada que el vendedor tiene amarrada como a un animal. El lienzo también está atravesado por una hendidura sangrienta, herida, violación que deja ver las carnes. Mientras que en la obra de Rego la violencia sexual no es sino implícita y sugerida, en la de Varejão, es insoportable y explosiva, y viene a rasgarnos las entrañas.
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Adriana Varejão, Testigos visuales X, Y et Z, 1997, óleo sobre lienzo, porcelana, fotografías, plata, vidrio y hierro, 200x250x35cm, col. priv., cat. 6, foto del autor. |
Continuamos con la violencia colonial en la sala siguiente «Memorias de azúcar y sal», allí Rego muestra varias escenas pequeñas de infortunio, el exilio y la deshumanización de una criolla (blanca) jamaicana (según esta novela). En frente, además de otra exploración visceral especialmente violenta, Varejão, pinta (aquí arriba) a tres mujeres colonizadas, una china, una morisca y una amerindia, cuyos ojos fueron arrancados (como en el fantasma del optograma); delante de cada una de ellas hay una joya, parecida a un huevo de Fabergé abierto y en el interior se ven escenas minúsculas de antropofagia femenina que evoca, claro, el manifiesto de Oswald de Andrade. La diferencia de estilo y de enfoque es evidente.
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Paula Rego, Madre, 1997, pastel sobre papel encolado en aluminio, 195x145x6.5cm, Lisboa, CAM Gulbenkian, cat. 11. |
¿El racismo? En la obra de Paula Rego se expresa como un complemento del sexismo y de la dominación masculina, como en este cuadro. Madre (aquí arriba), en la que un hombre blanco con falda le está tocando el seno a una joven sirvienta mestiza vestida de blanco (según esta novela), quizás la única incidencia de una mujer de color en su obra. O, solamente con el título de un cuadro abstracto de sus inicios (1961): «Cuando teníamos una casa de campo, hacíamos fiestas maravillosas y luego salíamos para dispararles a los negros». Sobre el mismo tema, Verajão presenta una obra conceptual sobria visualmente pero radical intelectualmente: gráficos circulares de estadísticas (y los tubos de color correspondientes) que expresan las respuestas de los brasileños al censo de 1976 pidiéndoles que indicaran el color de su piel.
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Paula Rego, Tríptico, 1998, pastel sobre papel encolado en aluminio, cada uno 124x114cm, Kendal, Abbot Hall, cat. 34. |
Un tema muy importante en la obra de Paula Rego fue el aborto, en especial después de que en 1998 fuera rechazada por el parlamento portugués, la ley que lo autorizaba. Sobre este tema hay obras gráficas (Sin título, para un tema tan incalificable) en una de las salas y pinturas (Tríptico, aquí arriba) en otra. Son obras fuertes, que molestan, y que mucho contribuyeron a su notoriedad.
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Adriana Varejão, Extirpación del mal con incisión, 1994, óleo sobre lienzo y material hospitalario, tela 220x190cm, cama 100x185x50cm, São Paulo, col. Susana y Ricardo Steinbruch, cat. 35. |
Varejão le contesta en la sala gráfica, con dibujos fríos de saunas vacíos, muy arquitecturales, clínicos, pero con manchas de sangre y, en pintura (aquí arriba) con una Extirpación del mal con incisión, en la que una figura quimérica con garras y cola bífida (¿el bebé de Rosemary?) ha sido arrancado de la pared para ponerlo en una mesa de cirugía; o se trata de una piel así tatuada y despellejada viva. Actualmente el aborto sigue siendo ilegal en Brasil.
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Paula Rego, Posesión I-VII, 2004, pastel sobre papel encolado en aluminio, cada uno150x100cm, Porto, Serralves, cat. 47. |
En la sala de los cuerpos en transe, al lado de las Lenguas sanguinolentas de Adriana Varejão, arrancadas con violencia de la pared (¿lenguas de palabra, del beso, del sabor?) se encuentra la magnífica serie Posesión (aquí arriba) de Paula Rego, que muestra el cuerpo de una mujer histérica en una cama, en siete posturas diferentes, como en la época de Charcot. Frente a la mirada médica masculina el cuerpo femenino resiste.
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Adriana Varejão, Brasilis Ruin, 2021, óleo sobre lienzo y poliuretano en soporte de aluminio, 226x40x40cm, São Paulo, Pinacoteca, cat. 57. |
Nada es más elocuente que la sala dedicada a la dictadura (« Malgré vous » -A pesar de ustedes-, según una canción de Chico Buarque contra la dictadura brasileña) para ver el contraste entre las dos artistas: Paula Rego presenta dos lienzos, uno no figurativo de 1960, del cual, de nuevo, sólo el título es elocuente (Salazar vomitando la patria) y otro que representa a Magda Lupescu (amante y después esposa del rey rumano Carol II, exiliado en Portugal) y su pitonisa, un tema que finalmente no es bastante político. Al contrario Adriana Varejão tiene aquí la obra que es quizás la más importante de la exposición: una columna con los colores de Brasil quebrada en el medio y que deja escapar unas vísceras rojizas. Una columna similar nos recibe al entrar en la exposición, más completa y carcomida en el medio, estamos ante la ruina del Brasil bajo Bolsonaro...
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Portada del catálogo en inglés, con Paula Rego, Casada, 1994 y Adriana Varejão, Azulejos verde y carne cruda, 2000. |
Deberíamos hablar también de las quimeras de Rego, de los temas religiosos (en la obra de Varejão, la sangre de Cristo que los caníbales se comen y su sangre que se beben), y la gran composición de la pared amarilla lacerada a la manera de Lucio Fontana (arriba); uno se pregunta si las hendiduras fueron hechas por el Ángel vecino de Paula Rego. En su totalidad no me pareció muy convincente el acercamiento, ni por la forma ni por el fondo: frente a la postura centrada en la opresión de las mujeres por parte del patriarcado y sus luchas en la pintura de Rego (las dos terceras partes de las obras presentadas), Varejão tiene una visión más amplia y ante todo descolonizadora. Se trata de un diálogo, es cierto, pero también de una divergencia. Hay que leer el catálogo (en inglés o en portugués): una larga conversación entre Adriana Varejão y los dos curadores (Helena de Freitas y Victor Gorgulho) detalla el concepto de la exposición y el título (« Entre vos dents », -Entre sus dientes- según un poema de la brasileña Hilda Hilst) e intercambian en detalle sobre las obras en cada una de las trece salas. Después hay dos ensayos de Raphael Fonseca de Elena Crippa que analizan también los vínculos entre las dos artistas.
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