mardi 20 mai 2025

Jeff Wall, perfecto, demasiado perfecto


3 de mayo de 2025, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Jeff Wall, The Drain, 1989, cajón luminoso


Sí, admiramos sus grandes fotografías perfectamente compuestas y mágicamente  nítidas en todas las profundidades de campo. Sí, respetamos la inmensa y pertinente cultura artística que irriga su obra, de Cézanne a Hokusai, de Duchamp a Manet. Sí, siempre da gusto sumergirse en sus misteriosas narraciones visuales, como por ejemplo en la Tate en 2005, Guggenheim Berlin en 2007, y actualmente en el MAAT de Lisboa en donde exponen 63 de sus fotografías: las cajas luminosas esencialmente en la rampa de la pieza central y los revelados papel en la sala alrededor. Siempre es un gran placer volver a ver Invisible Man, Odradek, The Storyteller, Cold Storage, y otros iconos. Sobre cada una de esas fotografías se pueden escribir páginas y páginas, contar cuentos, analizar las evocaciones de pintores o escritores, o fantasmear ante algunas inquietantes singularidades como aquí arriba. 


Jeff Wall, Diagonal Composición, 1993, cajón luminoso


Hay algunas fotografías, en general más pequeñas y con frecuencia más antiguas, que no son puestas en escena sino paisajes puros, o mejor, naturalezas muertas perfectamente compuestas también, que no cuentan nada, solamente belleza y materia. Se queda uno mirándolas largo rato sin importar las narraciones vecinas, disfrutando la pureza y la distancia. 


Jeff Wall, Daybreak, 2011, revelado LightJet


Y ¿qué es esa sensación que se ampara del espectador que ya ha visto tantas obras de Jeff Wall, leído tantas entrevistas y exégesis e incluso escrito las suyas propias? ¿Una forma de lasitud, cuando debería estar encantado de tal o tal nuevo descubrimiento, como el montaje de una sola cabeza fotografiada sobre una pintura y luego fotografiada en tamaño real (Recovery)? Cierta irritación ante las puestas en escena, lo no dicho, desazón ante su reserva, su pretendida neutralidad: ante la imagen aquí arriba delante de la cual pasamos rápido, lo que se ve al fondo, parece ser – un simple paisaje al amanecer – y es una cárcel israelí en el Néguev, con sus «detenidos administrativos» palestinos encerrados sin juicio. En el primer plano con cobijas, tirados por el suelo unos beduinos, ciudadanos israelíes privados de todos sus derechos, proletarios agrícolas para la temporada de cosecha de aceitunas, ¿durmiendo al aire libre? «Y ¿quién es libre aquí?, es la pregunta sutil que hace la imagen, discretamente, es verdad, demasiado, sin duda: lo deja a nuestra imaginación...Tampoco sabremos nada de los marginales que con frecuencia le sirven de modelos: tenemos que imaginar. 


Jeff Wall, The Flooded Grave, 1998-2000, cajón luminoso


El sentimiento que domina es una forma de rechazo de la perfección fotográfica: parece perfecto, todo está perfectamente compuesto, pensado, impreso, ni un grano de arena (sólo la rayita negra que indica que a veces hay dos revelados yuxtapuestos pues la imagen es demasiado grande para la máquina), las ilusiones (The Flooded Grave, por ejemplo) son perfectamente verosímiles. Es un ajuste que se quiere perfecto entre realidad (aunque sea construida) y representación. El objeto fotográfico se transformó en icono, en fábrica de ilusión. Todo es liso y nada molesta pero es muy bonito. 




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