mardi 27 février 2024

Cruz-Filipe : cuestiones de lo real


26 de febrero de 2024, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)



Cruz-Filipe, Cuestiones de lo real, 1976, 117x172cm, col. CAM Gulbenkian

Se piensan pintores, se piensan fotógrafos: fue una exposición en el ARC (MAMVP) en 1981. Y los vínculos entre fotografía y pintura datan de la invención misma de la fotografía. Entre los pintores que se volvieron fotógrafos, con frecuencia por falta de talento, y las fotografías para pintores de Atget, el diálogo ha sido constante entre las dos artes, o mejor, entre el gran arte que era la pintura y el arte menor de la fotografía «humilde servidora de las artes», como decía Baudelaire; y la obra de referencia sobre ese diálogo es sin duda la de Dominique de Font-Réaulx, hasta 1914. Si en nuestros días sigue habiendo diálogo, adquiere una dimensión nueva con Gerhard Richter, naturalmente, y también con otros artistas que combinan los dos medios, no como simple reproducción sino de manera creativa. Es el caso por ejemplo de Lizzie Calligas (celebrada por Vilém Flusser), y, lo descubro con el artista portugués Cruz-Filipe (nacido en 1934), que exponen en la Fundación Gulbenkian (hasta el 15 de abril). 


Cruz-Filipe, A medida comun das mais humildes coisas (La medida común de las cosas más humildes), 1972, 95x141cm, col. CAM Gulbenkian

El artista proyecta fotografías en lienzos foto sensibilizados que después pinta. Sus obras más antiguas con fotografías en blanco y negro, como pegadas en los cuadros recuerdan a maestros antiguos, italianos o flamencos y con frecuencia expresan con fuerza el contraste entre las dos artes, los dos medios. Así, de un bodegón con gaita, botella y jarra (sobre el cual parece que flotara un fuego fatuo) emerge el rostro pensativo y sensual de una joven con la piel cubierta de gotas finas de agua, como una alegoría, un sutil memento mori. Una ventana en el interior del cuadro, una fotografía de su taller visto a través de la ventana cerrada (arriba) superpuesta en un bodegón con instrumentos de música, es como un juego de ecos, una puesta en abismo, metáfora de su arte: cuestiones de lo real, en efecto. 


Cruz-Filipe, Orden de las visibilidades, 1988, 56x43cm, col. CAM Gulbenkian


Luego pasamos a motivos más complejos en los cuales la imagen fotográfica, una vez proyectada y repintada, llega a interactuar con las formas mismas de la pintura. Entonces aparecen cuerpos, rostros y con frecuencia manos. Son las manos las que ritman las composiciones, por ejemplo en esta obra, inspirada quizás en Parmigianino, y en la cual las manos resbalan, acarician, designan y construyen una ilusión que, a través de Orden de las visibilidades, 1988, 56x43cm, col. CAM Gulbenkian, linda con ciertas incongruencias visuales del surrealismo (Magritte, por ejemplo). 


Cruz-Filipe, Teatro dos sentidos (Teatro de los sentidos), 1991, 91x67cm, col. part.


Manos y cuerpos femeninos se encuentran. Si una mujer formal mira un Vermeer, otra más audaz, rodeada de manos y pies masculinos, parece fundirse en los brazos de un caballero del Renacimiento. Cada uno de esos lienzos nos dice que hurguemos en nuestra memoria visual para que busquemos en qué cuadro vimos aquel jubón, aquel corpiño, aquel pie o esta mano, y también nos hace vibrar al unísono de las confrontaciones visuales e intenta contarnos una historia de amor, sexo, violencia. 


Cruz-Filipe, Meditaciones sobre la inquietud, 2004, 102x145cm, col. Maria do Céu Soares Machado


Unas áreas verticales enmarcan un cuerpo de mujer, primero desnuda y arrodillada, luego vestida con suntuosidad. Todo intento de narración sería en vano: ¿se estará escapando de la imperiosa mano masculina? ¿O se tratará de una transformación, una sublimación? Cada uno de esos cuadros es un refugio de fantasmas. 


Cruz-Filipe, Otro sueño, 1977, 75x117cm, col. del artista


¿Qué decir de esta mano que soba sin dulzura un seno que adivinamos reticente mientras que a la izquierda la manga de un traje suntuoso se apoya indolente? ¿Quiénes son esos hombres? ¿Qué los une?


Cruz-Filipe, La extranjera, 1997, 146x114cm, col. Fernando Saavedra


Y esta mujer fragmentada, cara y cuello, seno, y un hombro del que no percibimos la articulación y apenas las manos, abajo: mujer descompuesta que se ve a través de una reja, una máscara, que surge de lo oscuro ante los ojos del voyeur.    


Cruz-Filipe, Punto culminante, 1994, 148x110cm, col. CGD


A veces el negro ocupa todo el lienzo, o casi, y aquí solamente vemos dos manos, unas manos masculinas, manos poderosas bajo un cielo atormentado. Cruz-Filipe construye así un universo fantasmagórico, onírico, inquietante: sus fantasmas toman cuerpo en figuras antiguas, vestidas de oropeles de la historia del arte para venir a asediar mejor los espíritus y prevenir el olvido. 


Cruz-Filipe, O espelho (El espejo), 1984, 36x28cm, col. CAM Gulbenkian


La otra parte de su trabajo que muestran en la exposición (26 de los 57 lienzos) sigue mezclando pintura y fotografía (pero esta vez imprime en el lienzo fotos digitales) con motivos de paisajes, algunos son el fruto de viajes en el Ártico y en África, otros salen de su imaginación. Formalmente es un trabajo más acabado, pero sin la carga psíquica de sus retratos, con menos emoción y sensualidad, me parece. 


Cruz-Filipe, Transparência (Transparencia), 2018, 145x102cm, col. del artista


Pero somos sensibles a la dimensión romántica de sus pinturas-paisajes y a la búsqueda de lo sublime, a la luz atmosférica de algunos lienzos. Coquetea más fácilmente con la abstracción al despegarse del motivo para construir formas minerales, marinas o nubes ilimitadas, en donde se es incapaz de reconocer cualquier realidad. El resultado de un proceso a través de cuatro siglos de historia del arte. 


Bonito catálogo (solamente en portugués), recibido en servicio de prensa




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