26 de enero de 2023, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
Active Stills, Familia Tanboura, Beit Lahiya, 25/08/2014, tres muertos entre ellos dos niños. |
La exposición organizada por el grupo (Un)Common Ground (hasta el 26 de febrero) en el centro de arte Largo de Lisboa (que ahora se encuentra, temporalmente, en un lugar que fue cuartel de la Guardia Nacional Republicana, mientras lo transforman en edificio residencial) tiene tres partes: dos exposiciones, Fronteras porosas y Visiones de paisajes en vías de extinción, además de una pared exterior con fotografías del grupo palestino-israelí Active Stills. La pared tiene unas cien imágenes en cuadros o en grandes formatos de imágenes de la demolición de las casas, la expansión de las colonias, de los bombardeos de Gaza, de la resistencia, de los checkpoints y de las familias destruidas. Esto permite desde el principio medir la diferencia entre una fotografía documental como la que practican los miembros de Active Stills, con la interpretación artística y creativa de la realidad que practican los artistas que exponen en el interior. No es que la frontera entre los dos sea hermética (como lo muestran en Francia Bruno Serralongue o Luc Delahaye, y tantos otros), pues además el trabajo por series de Active Stills sobre los desaparecidos lo demuestra bien con los retratos de palestinos muertos durante los bombardeos de Gaza a los que la mano de un pariente sobreviviente sostiene. En un caso la voluntad documental y el testimonio militante priman sobre la estética, y el mensaje es entregado claramente, sin tomar distancia, sin perspectiva; mientras que en el otro caso (el mio, en todo caso) nace primero de la forma y de la sutileza de las imágenes, detrás de las cuales percibimos la sensibilidad del artista (es por ejemplo uno de los puntos fuertes del trabajo de Taysir Batniji, cuya obra es biográfica antes de ser política, universal antes que netamente palestina).
Samira Badran, Memory of the Land, 2017, película animada, 12’50, captura de pantalla |
En el interior, por ejemplo, tratan también los checkpoints pero de manera muy diferente. Samira Badran (de quien había admirado el trabajo sobre el mismo tema en Sharjah) hizo una película de animación, Memory of the Land, en la cual un cuerpo contusionado es prisionero en un checkpoint, sometido a la violencia de la ocupación, choca contra las paredes, las barreras, las barras de acceso, queriendo escaparse pero en vano. Un cuerpo reducido a unas caderas con piernas, acéfalo, corto en todo sentido, la rodilla izquierda tiene un ojo, el derecho está herido y sangriento, quizás el corazón. Es el único de colores en un universo gris, sus compañeros de miseria parecen fantasmas. Los ocupantes carceleros se expresan en una lengua inventada y cuya violencia rompe los tímpanos al igual que el cuerpo del personaje está reventado por la violencia física. Durante esos 13 minutos uno se queda suspendido, sin poder respirar bien, el horror en los ojos. Cualquiera que en la vida haya pasado por un checkpoint (es verdad que en mi caso fue como un extranjero privilegiado) no puede despegarse de esas imágenes.
Jumana Emil Abboud, Smuggling Lemons (Galilee, Jerusalem, Qalandiya), 2006, vidéo, 20′, captura de pantalla |
Jumana Emil Abboud se confronta al checkpoint y da testimonio de la ocupación en su país, con limones. Unos limones de un amarillo brillante que recogió en la finca de su familia en Galilea y que transporta en la Ciudad Vieja de Jerusalén en medio de un gentío variopinto y ruidoso (arriba, Puerta de Damas), después en un taxi colectivo que bordea el muro silencioso y hostil, a lo largo del cual la cámara avanza contrastando el brillo del limón y la monotonía del muro hasta el checkpoint de Qalandyia. La cámara sigue entre las rejas frente a las interdicciones, esperando el semáforo en verde para avanzar; los limones se traban en la cinta transportadora del detector, las imágenes se vuelcan, también está prohibido filmar. Sigue a pie y deposita ritualmente los seis limones en un lote descampado después del checkpoint, según la misma disposición que en el jardín de sus abuelos al principio, para unir simbólicamente las tierras palestinas separadas por el muro; después vuelve a pasar el checkpoint en el otro sentido. Va vestida de negro y lleva unos zurrones rojos en los que transporta los limones, como si fueran las granadas de un combatiente. En esta película de 20 minutos se pasa de los cuerpos en movimiento de la Ciudad Vieja al desierto vacío a lo largo del muro y después a los cuerpos bajo presión del checkpoint; se pasa del ruido animado de la ciudad al sonido monótono del motor del taxi y después a los ladridos ciegos en hebreo del checkpoint. Este contrabando de limones (después les regala su jugo a los habitantes de Ramallah) se sitúa en la continuidad de su trabajo sobre las tradiciones palestinas, los cuentos de hadas y la evocación de una época en la que cada familia palestina tenía su jardín con algunas viñas, un limonero, una higuera, un olivo y un granado.
Fatma Shanan, Carpets on a flat roof, 2017, vidéo, 13′ , captura de pantalla |
Fatma Shanan da testimonio contra la ocupación con alfombras. En su ciudad de Julis en Galilea, jóvenes de la ciudad, como en una performance coreográfica, instalan alfombras en el techo de la casa de su familia, en la calle delante de la casa y en el jardín, para componer un mosaico de colores y apropiarse así el espacio que sus padres o abuelos perdieron durante la Nakba hace 75 años. Los motivos tradicionales de las alfombras y los cuerpos de los jóvenes protagonistas componen una suerte de alfombra inmensa que la cámara al elevarse transportada por un drone, incorpora como un elemento del paisaje. Fatma Shanan es ante toda pintora y la alfombra es un leitmotiv en su obra. Con ella las alfombras no tienen solamente un papel práctico y doméstico, adquieren un papel cultural, identitario, político. Salen de la intimidad de la casa para ser expuestos en espacios semi públicos que siguen vinculados con el hogar pero que son visibles desde el extranjero, por el Otro, a quien desafían como para afirmar: «No nos quedaremos confinados por el miedo, pasaremos las fronteras que nos quieren imponer y ocuparemos el espacio público; no seguiremos siendo motivos folclóricos orientalizados sino que afirmaremos nuestra identidad».
Miki Kratsman & Shabtai Pinchevsky, Anti-Mapping, Al-Jammama, 17/12/2018 13h27, fotografía. |
Miki Kratsman y Shabtai Pinchevsky proponen vistas aéreas más bien trágicas. Krastman (que es además presidente de la organización Breaking the Silence) pasó, como dicho anteriormente, de foto periodista reportando entre otras las Intifadas, a un trabajo más distanciado, más creativo y artístico (ver el libro con Ariella Aïsha Azoulay). Con su ex alumno Pinchevsky adepto de las exploraciones de archivos fotográficos y de su reconstitución, presenta fotos aéreas de tres de los 500 (o más) pueblos palestinos destruidos durante la Nabka, en un proyecto intitulado Anti-Mapping. Mientras que en el resto del mundo se tiene acceso a través de Google Earth por ejemplo, a fotografías aéreas con una resolución de 0.5 m2 por pixel, Israel prohibe por encima de su territorio y de los que ocupa, una resolución mejor que 2.5 m2 por pixel. Kratsman y Pinchevsky evitaron la censura al hacer su propia anti-cartografía» de aquellos pueblos: podemos entonces distinguir, disimulados por la vegetación, los vestigios indígenas, ruinas de casas o de cercas, trazos de caminos abandonados. Cada imagen lleva: coordenadas, altitud; hora y fecha de la toma. Aquí arriba en Al-Jammama, podemos distinguir construcciones, un muro, huellas de calles. En la exposición el espectador examina las imágenes e intenta ver alguna ruptura en la continuidad de la imagen, algún indicio marrón en medio de los fondos verdes, algún punto del pasado que la historia de los vencedores haya negado y que hacen todo para volverlo invisible. Más allá del aspecto documental, es la interacción intencional con la imagen lo que le da tanta fuerza a las imágenes.
Miki Kratsman & Shabtai Pinchevsky, Anti-Mapping, Tantura, 03/01/2022 11h00, fotografía |
La imagen aquí arriba es de Tantura, un pueblo que no solamente fue destruido sino en el que tuvieron lugar numerosas masacres de civiles, doscientos están enterrados en una fosa común, debajo del estacionamiento cerca de la playa; masacre que Israel niega; el primer estudiante que la documentó sufrió el ostracismo y no es sino recién que empezaron a surgir los recuerdos de los soldados que lo hicieron. En esta imagen no se ven ruinas: la invisibilidad total de los palestinos tal como la ha organizado el estado de Israel.
Ryuichi Hirokawa, The Nakba Archives, Ain Hawd, 1970- , fotografía |
El único artista que viene de otro lugar, Ryuichi Hirokawa (fotógrafo de la masacre en los campos de Sabra y Chatila), yuxtapone las fotografías actuales de cuatro de los 500 pueblos palestinos destruidos, con las de las familias originarias de aquellos pueblos y que ahora están exiliadas y refugiadas en campos. Hay uno completamente arrasado, no queda nada; en otro se ven todavía casas en ruina sobre terrazas; en el tercero, unos judíos ocuparon la mezquita y viven allí. El cuarto, aquí arriba, es el ejemplo más instructivo: Ein Hod, un pueblo en el que una vez que mataron o expulsaron a sus habitantes fue convertido en colonia artística con 2 museos, 22 galerías y 14 talleres para artistas. Fue creado por Marcel Janco que pasó de Dada a la colonización, y, el colmo de la ironía, hay un trozo del Muro de Berlín, símbolo maravilloso de la inconsciencia: no se hubiera podido encontrar mejor que transplantar en un pueblo destruido por la colonización la ruina de un muro destruido por la democracia. Si usted visita ese pueblo encantador, le contarán su historia que empieza en 1949: antes, nada, por supuesto.
Sharif Waked, Bathing Time, 2012, vidéo, 2’12, captura de pantalla |
Igual de absurdo que la importación del Muro de Berlín es el objetivo de la asociación israelí Starting Over Sanctuary, que mientras que el ejército de su país mata a los habitantes de Gaza, «salva» del matadero a los burros de Gaza: un sentido instructivo de las prioridades (y como tienen demasiados burros pues los han exportado a Francia). Sharif Waked, siempre irónico, nos muestra a un burro que escapó de ese tráfico: lo volvieron cebra en el zoológico de Gaza, el donde sus predecesores, cebras de verdad, murieron a causa de los bombardeos o del hambre. Hacer llegar una cebra desde Egipto por los túneles hubiera sido demasiado costoso, entonces el propietario del zoológico se contentó pintando a un burro. En un video de Waked, el burro se ducha y se le van los colores. Bonita alegoría del estado de Palestina: hacer como si, como si el embargo no existiera, como si fuera una cebra de verdad, como si fuera un país de verdad. En la misma sala, Hanna Qubty presenta la similitud entre el árabe y el hebreo en un video con un pez pintado de rojo y uno de azul en torno al personaje del pezoptimista (u optisimista u peptimista según las ediciones) de Imil Habibi. Y los faroles de Mohamed Abusal iluminan con gaz las noches de Gaza. Anotar también algunas conferencias (Sholmo Sand), la próxima proyección de la película Tantura de Alon Schwartz, y bastantes libros traducidos al portugués.
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