28 de enero de 2023, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
Portada del libro, con Anónilo alemán, Armario con botellas y libros, 1470-1480, Colmar, museo Unterlinden. |
¿Quién recuerda todavía a Charles Sterling? ¿A quién inspira todavía? Todavía releemos con interés a Panofsky, Longhi, Focillon, Chastel, y ¿a Sterling? Posiblemente sobre un tema preciso (el bodegón, por ejemplo), pero no mucho más. Pero ¿porqué? La tesis de la historiadora de arte Marie Tchernia-Blanchard, publicada por Presses du Réel intitulada Dans l’oeil d’un chasseur -En la mira del cazador-, sin traducir, es un libro gordo de 400 páginas, (48 ilustraciones en color, 30 páginas de bibliografía) es una biografía intelectual fácil de leer y que analiza muy bien el pensamiento y la obra de Sterling, estudia en detalle cada uno de sus escritos y los vuelve a situar en su época. Charles Sterling (1901-1991), nace en Polonia y a los 24 años viene a Francia para estudiar la historia del arte en la Sorbona (Michelet) y luego en la Ecole du Louvre; empleado (sin remuneración, como se hacía entonces) por el museo del Louvre se tiene que ir para los Estados Unidos en 1940 a causa del antisemitismo. El Metropolitan Museum lo emplea y cuando vuelve a Francia sigue trabajando con ellos de manera algo ambigua pues al tiempo es conservador en el Louvre. En 1961, poco después del escándalo de la exportación de La buenaventura de Georges de la Tour (aunque no haya estado implicado personalmente, al contrario de Germain Bazin, a Sterling lo criticaron con frecuencia, en especial George Isarlo, porque era cercano a los marchantes y porque adulaba a algunos mecenas como Robert Lehmann), se va del Louvre y del universo museal para ir a enseñar en los Estados Unidos sin que la autora pueda aclarar verdaderamente la razón de su ida repentina. Sterling escribió principalmente sobre el Medioevo y el siglo XVII, obras de síntesis (por ejemplo La peinture médiéval à Paris, su último libro), pero también muchos estudios avanzados sobre pinturas o cuadros desconocidos, la lista es impresionante. Al leer esta obra identificamos, me parece, tres grandes rasgos del pensamiento de Sterling: el atribucionismo, la catalogación y la defensa del genio francés.
El atribucionismo basado sobre la inteligencia y la habilidad para juzgar algo está mas bien pasado actualmente: demasiado vinculado al mercado, demasiado basado en consideraciones subjetivas e intuitivas, la «interpretación sensible», la «certeza moral». En la práctica de Sterling, de sensibilidad más literaria que científica el registro formal prima sobre el contexto social de la creación, el trabajo con los archivos (que delega en los estudiantes) no tiene sino un papel secundario, no utiliza nunca el análisis científico técnico de las obras; es verdad que al principio de su carrera estaban aún balbucientes, pero ya más afirmados al final: sólo cuenta el ojo del «connoisseur». Exactas o erradas, con frecuencia, sus atribuciones son basadas en la comparación con otras obras y algunas veces se prestan a la controversia. Un ejemplo interesante es la autoría de este cuadro, una joya del Metropolitan que se presumía era de David (comprado en 1922 por 200.000 dólares) y que Sterling atribuye a Constance Charpentier (actualmente se le atribuye a Marie-Denise Villers): entre otros criterios, Sterling ve la marca del genio femenino, por el cuidado sutil, los encantos evidentes y las debilidades disimuladas, incompatibles con el genio viril de David. Un ojo, por supuesto, pero bastante sexista. Lo que es más, cuando una crítica de arte estadounidense cuestiona la levedad para quitar la autoría, Sterling la trata de «pequeña arpía orgullosa» (pág.132).
Charles Sterling |
En el Louvre como en el Metropolitan, Sterling hace un trabajo que se destaca cuando cataloga colecciones, sus obras siguen siendo una referencia. También fue comisario de numerosas exposiciones (de entre las cuales Les peintres de la réalité, para redescubrir a de La Tour y que fue recreada en 2006); pero dizque se destacó más por sus reseñas que por su carácter sintético. Es sorprendente además, que habiendo pasado veinte años en Estados Unidos, haya siendo indiferente a las orientaciones epistemológicas de la historia del arte en ese país (como por ejemplo con sus contemporáneos Meyer Shapiro o Richard Offner). Sterling fue toda su vida un defensor de la peculiaridad del genio francés al promover el arte nacional y las características propias de la civilización francesa. Un enfoque nacionalista bastante sorprendente por parte de un hombre tan cosmopolita y políglota, desfasado pues en relación con la interpretación trasnacional de los fenómenos artísticos que prevalece desde los años 1960. Ello explica también en parte porque se le ha olvidado. Otra causa del desinterés por su obra es que nunca tuvo discípulos: para él los estudiantes parecen haber sido más bien asistentes en sus investigaciones que colaboradores, con una pizca de misoginia cuando una de sus estudiantes empieza a hacerle sombra (pág.285-286). La lectura de este libro de calidad puede completarse con dos artículos anteriores de la misma autora (aquí y allá), y con esta película. Libro recibido en servicio de prensa.
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