samedi 24 août 2024

El sol negro de la melancolía (Luis Palma)


18 de agosto de 2024, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Este texto fue editado en inglés y en portugués, en el libro Twenty-Five Words or Less, para la exposición del fotógrafo portugués Luis Palma en el Museo de Faro (que acaba de abrir). 


Luis Palma, Cabeza de buey, Oporto 1983


Otras personas sabrán describir mejor que yo la euforia que sintieron los jóvenes portugueses después de la Revolución de abril, y cantar las emociones que se apoderaron de ellos entonces, su apetito por descubrir, viajar, la apertura hacia un mundo del cual habían estado al margen. Y es eso también que la serie Escuro de Luis Palma comunica. Después de cincuenta años en un sistema que les había ordenado quedarse orgullosamente solos, los portugueses podían por fin, volverse ciudadanos del mundo.  


Luis Palma, En los bastidores del concierto de los Clash, Madrid, 1981


Artes, literatura, cine, política, viajes: todo ese universo hasta entonces cerrado y coercitivo, se abría ante ellos. Y, para muchos esa nueva libertad se expresó con la música. Es lo que nos cuentan las imágenes más antiguas de la serie del joven Luis Palma (que tenía entonces 21 años), las de un concierto del grupo The Clash, en Madrid en 1981, en una España apenas liberada del peso de cerca de cuarenta años de franquismo, como si fuera un compañerismo de fines de dictadura. La euforia musical y rebelde tiene alegres perfumes de alcohol, de droga y de sexo, y la fotografía aquí arriba de una Eva con manzana, desvistiéndose, los evoca con júbilo. 


Luis Palma, New York, 1991


Aquella nueva libertad fue también la posibilidad de viajar, a Nueva York, Toronto o Londres para captar las imágenes dulce-amargas de una modernidad por fin accesible. La salida del yugo permitió entonces definirse de otra manera que según las normas del Estado Novo, inició la búsqueda de identidad, el descubrimiento del sí, que se nota en la mayoría de las fotografías. Ahora que los muros cayeron la libertad va de la mano con la pérdida de certezas, con una fragilidad nueva, rica en tensiones y angustias. Algunos de aquellos interrogantes eran sin duda genéricos: cómo ser portugués en aquel mundo inmenso, cómo afirmarse procedente de un país pequeño cuya gloria pasada fue olvidada. 


Luis Palma, Lisboa, 1990


Pero las imágenes de Luis de Palma muestran, me parece, angustias más existenciales, de forma reservada, expresadas sutilmente pero que transparentan la tensión en las imágenes con la densidad de los negros, con la incertidumbre sobre la mirada del espectador. Tenemos un juego de espejos engañosos (más abajo), camas inhabitadas de sábanas arrugadas (aquí arriba), crucifijos olvidados (abajo). Sin mostrar nada explícitamente se trata de ausencia y de muerte, de exilio y dolor. Al jugar con la densidad y la profundidad de los negros que invaden el espacio con frecuencia, Luis Palma consigue crear la singularidad inquietante que molesta al observador. 


Luis Palma, Paula, Oporto, 1993


En ciertas fotografías enigmáticas, surgen, de la negrura del fondo, un detalle, una llama, un fragmento de cuerpo: toda una realidad indecisa y que no se le entrega a la primera mirada. Otras son más directas: no es por nada que en la exposición de Coimbra las dos paredes de los extremos de la sala estuvieran ocupadas cada una con una sola fotografía grande, mucho más grandes que sobre los otras paredes laterales. La una (arriba) era una cabeza de buey despellejada envuelta en la oscuridad y que recuerda los tonos oscuros del Buey desollado de Rembrandt, una imagen que atrae y repugna al mismo tiempo: en el cuadro como en la fotografía la luz parece emanar del animal muerto. La pared que le corresponde al otro lado de la sala era una fotografía menos oscura pero no menos trágica, una joven desnuda que sufre del sarcoma de Kaposi que marca su piel de manchas negras (aquí arriba). 


Luis Palma, Lisboa, 1990


Quizás sean las imágenes de interiores portugueses las más melancólicas: lugares oscuros, cerrados, silenciados, estrictos, a los que el exterior no entra, a donde no se invita al extranjero, en donde la tristeza es omnipresente. Curiosamente, algunas fotografías me evocan las raras fotografías de Francesca Woodman en las que ella no aparece, imágenes de su apartamento bastante deteriorado en donde flota un fantasma. Sentimos la calidad visual del silencio, como en los interiores sencillos de Vilhelm Hammershøi. 


Luis Palma, Guimarães, 1991


Sobre todo una de ellas me fascinó, es como una alegoría del desdoblamiento, un paroxismo de desorientación de la mirada. Se trata, aquí arriba, de la fotografía de un espejo ovalado con marco dorado esculpido que la imagen no logra encerrar. Vemos entonces la pared en la que está colgado el espejo y la pared que refleja, es como una continuidad interrumpida por el marco: es una pared gris algo rugosa, la pintura parece sucia con unas marcas que la manchan. A los lados del espejo distinguimos tres flores de plástico que están sin duda en floreros sobre la cómoda frente a la cama. Como el vidrio del espejo es biselado, deja adivinar los ecos fragmentarios de la armadura de la cama, en el extremo izquierdo del crucifijo y, arriba una mancha luminosa. La luz procede de un curioso aplique en la cabecera de la cama y sólo una de las dos bombillas tubulares está encendida lo que deja detrás de ella una banda oscura en el lugar en donde está el ángulo de la pared. Por debajo, sobre una mesa de noche invisible vemos un marco metálico adornado con volutas cuyas curvas hacen eco con los arcos de la cama que penetra en la imagen por la izquierda. Dentro de ese marco tenemos el retrato ovalado de un hombre todavía joven vestido con traje completo: esposo fallecido o hijo que se fue a la guerra en las colonias. El retrato es como una apertura hacia el exterior de aquel mundo de encierro, como un escape de esa puerta cerrada. Quizás el Cristo crucificado tenga la misma función que la piadosa habitante (¿porqué estoy tan seguro de que es la habitación de una mujer sola?). Duplicación de la piedad, un rosario con el Espíritu Santo está suspendido debajo del crucifijo. Esta fotografía encerrada en ella misma está construida con un juego de repeticiones y duplicaciones que perturban la mirada: el espejo, el biselado del vidrio, la lámpara, la foto enmarcada y la cama, el crucifijo y la camándula, un juego que sólo rompe la presencia-ausencia del retrato, que significa muerte o exilio. A mí, me parece la fotografía más representativa de la melancolía que inspira esta serie. 

 

Luis Palma, Guimarães, 1991


Hasta ahora yo conocía a Luis Palma por su trabajo sobre los territorios, en donde cazaba las desigualdades, las deficiencias, las paradojas, a la búsqueda de las señales geopolíticas e históricas inscritas en los paisajes. En aquellos trabajos, al tiempo que daba testimonio de su compromiso, mantenía cierta distancia. Esta serie muestra un aspecto más íntimo, más personal, pero discreto, de su recorrido, de su «coming of age» después del 25 de abril. Y esa exploración a veces alegre y otras melancólica, se expresa con elementos visuales a través de imágenes más oscuras, más reforzadas y tensas, fortalecen así esta sensación. 


Todas las imágenes (c) Luis Palma, serie Escuro.


dimanche 18 août 2024

Lygia Clark, de la abstracción a la psicoterápia


11 de agosto de 2024, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Lygia Clark, Baba antropofágica, video, 1973 


La artista brasileña  Lygia Clark (1920-1988) pasa cerca de ocho años en París entre 1968 y 1976, en los cuales enseñó en la Sorbona (Saint-Charles), después de una primera estancia parisina en 1950-52 (durante la cual su marido se ocupó de los niños en Río...). Pero, salvo error, no ha tenido en Francia sino dos exposiciones museales personales, una en Marsella en 1998 y otra en Nantes en 2005. Ahora bien, su recorrido, tal y como lo presentaron en la Pinacoteca de San Pablo (hasta el 4 de agosto) es bastante singular. Cuando empieza, después de su formación parisina (con Fernand Léger y Arpard Szenes), es primero una pintora abstracta de construcciones geométricas bastantes formales, francamente, no son muy originales. Hacia 1959 cuando pasa a la tercera dimensión, su trabajo se vuelve más original, con esculturas metálicas articuladas que llama Insectos, y que pueden tomar diferentes formas según como las muevan la artista... y el espectador. 


Lygia Clark, Bicho, años 1960 (insecto)


Se lleva a cabo entonces una revolución, la interacción con el visitante, la libertad que se le da, no solamente para tocar sino también para articular de nuevo la obra; se introduce una relación nueva tanto por parte del artista que la deja «abierta» y modificable, como de parte del espectador que (modestamente) participa en la elaboración, o en todo caso en la presentación de la obra. En esta exposición nos invitan a hacerlo, no con los frágiles originales sino con unas réplicas articuladas que podemos recomponer como queramos. 


Lygia Clark, Máscara abismo, hacia 1960 


Es a partir de esa experiencia que el trabajo de Lygia Clark va a evolucionar, se aleja de la materialidad de las obras, rompe los límites, y hace énfasis en la interacción con el espectador, primero en torno a la respiración y después animándolo para que reproduzca sus «obras blandas» inspiradas de la banda de Möbius. Luego se dirige hacia obras performativas y participativas con una arquitectura biológica viva en la que el hombre construye su espacio propio, por ejemplo la performance respiratoria en pareja, aquí arriba. En su instalación «La Casa es el Cuerpo» podemos entrar en la oscuridad de un laberinto lleno de balones, piezas de tela, manguitos soplantes, en el cual se supone que se puede experimentar la procreación: penetración, ovulación, germinación y expulsión. Es bastante extraño. 


Lygia Clark, vista de la exposición


También trabaja mucho con el cuerpo colectivo, los participantes van vinculados unos con otros en el interior del mismo «traje», interactuando de manera más o menos mecánica y sensual. Durante sus últimos años se concentra más en la arteterapia, incluso más tarde, solamente en la psicoterapia, en lugar de producir obras de arte materiales o performativas. Ella misma sufrió diferentes enfermedades físicas y mentales. Abre un consultorio y trata a pacientes psicóticos haciéndose pagar: el medio psiquiátrico y psicoanalista la rechaza pero la buena sociedad carioca la adora. Su implicación del espectador en la obra y su insistencia sobre la interacción fueron bastante revolucionarias en su época pero su evolución a partir de su regreso a Brasil en 1976, hacia la psicoterapia New Age nos desconcierta y ante todo, en la actualidad todo eso nos parece bastante rancio. 




lundi 12 août 2024

Francis Bacon, más allá de la carne

 

11 de agosto de 2024, por Lunettes Rouges

Francis Bacon, Jet of Water, 1988, óleo sobre lienzo, 198×147.5cm, col. privada, NY.


Está claro que no hay una sola exposición de Francis Bacon en la cual no se destaque su homosexualidad. Lo que hace la originalidad de esta exposición en el MASP de San Pablo (se terminó el 28 de julio) es que está centrada en su relación con la piel, con la carne misma. Me gustan los hombres dijo, me gustan sus cuerpos, me gustan sus cerebros, me gusta la calidad de su piel. Ese punto de vista asumido por los curadores sobre la dimensión queer de Bacon es elogiable aunque a veces sea exagerado (tal boca baconiana bien abierta que grita no es necesariamente una alusión a la felación...). Pues aunque haya también carcasas de buey, aquí se trata de carne humana. La organización de las salas en función de los amantes de Bacon, Peter Lacy y luego Georges Dyer es algo reductora, es verdad, y la exposición pena a erigirse por encima de la anécdota, de lo vivido; pero presenta lienzos tan interesantes que el visitante, al cabo de un rato, logra tomar distancia por sí mismo. Así el Chorro de agua, arriba (admirado ya hace 15 años en el Tate: «una salpicadura violácea: el cuerpo de espaldas es apenas visible; la caja es como obliterada. Una flechita roja, recóndita, apunta hacia el surgimiento, la eyaculación, el temblor»), es ante todo un paisaje casi inhabitado, cerrado, ceñido, en el cual la única dinámica es el líquido, vibrante, diagonal. ¿Simulacro de eyaculación? ¿Parada en contra de la prohibición de la homosexualidad en La URSS en donde el cuadro fue mostrado por primera vez en 1988? Importa poco, es secundario y anecdótico frente a la fuerza de esta potente composición contrastada. 


Francis Bacon, Study from the Human Body and Portrait, 1988, óleo pastel, pintura aerosol y transferencia en seco sobre lienzo, 198×147.5cm, Museum für Gegenswartkunst, Siegen


En este Estudio de 1988 en el que muestra un cuerpo rosado y desnudo reducido a fragmentos (tal y como lo hace con frecuencia en su último periodo), unas caderas voluptuosas, piernas musculosas y un sexo, enorme, naturalmente, primero nos atrae la sombra en la pasarela diagonal, una sombra plana, aplastada, pero coloreada, como manchada: la carne misma parece chorrear en la sombra, es como una afirmación del lado oscuro y escondido. E, irónicamente, la pintura en blanco y negro de una fotografía más antigua del artista, que surge en el fondo colorido en lugar del tronco, para afirmar quizás su eterna juventud y su dominación de los instintos carnales. 


Francis Bacon, Walking Figure, 1959-60, óleo sobre lienzo, 198.5×142.5cm, Dallas Museum of Art


También tenemos formas humanas desplomadas, encerradas en ellas mismas (un hombre lavándose, como Degas), una mujer gritando (estudio para la enfermera de Potemkine). Pero el cuadro que más me impresionó es esta Figura en marcha de 1959-60, sin duda porque el cuerpo está apareciendo, entrando en el espacio por una hendidura en la pared, como si fuera un nacimiento. No hay ninguna estructura geométrica, ni construcción, ningún accesorio, ni polígono o cubo (¿porque diablos haber puesto este cuadro en un fondo verde? es horrible). Si uno no se limita a la fascinación por el cuerpo masculino (y, raramente, femenino), vemos gracias a esos cuadros, que el genio de Bacon procede primero de su capacidad para estructurar el espacio de sus lienzos como nadie y es eso lo que hay que descubrir por sí mismo en esta exposición, más allá de las apariencias. 







samedi 10 août 2024

Buscando la verdad de Yayoi Kusama

 

5 de agosto de 2024 por Lunettes Rouges

Yayoi Kusama, Dots Obsession – Aspiring to Heaven’s Love, vista de la exposición

Con frecuencia las instalaciones de Yayoi Kusama lo ponen a uno incómodo, todo ese derroche de pepas que lo cubren todo, toda esa acumulación obsesiva y esa forma de ocupar todo el espacio. Casi que nos reprochamos el encanto que nos producen, que incluso nos fascinen todos esos juegos de espejos, de cuartos cerrados y opresivos en los que la imagen se refleja por todas partes como una trampa para selfis – y estuve atrapado (pero la exposición en Pompidou fue mucho mejor, mucho mejor construida). Detestamos percibir detrás de las obsesiones geométricas el intenso marketing, la voluntad deliberada de seducir, el logo, y la venta de productos derivados (y la colaboración con Vuitton...). 


Detalle de la primera página del Daily News, 25 de agosto de 1969 (happening au MoMA)

Una gran exposición retrospectiva que mostraron en Hong Kong en 2022/23 y que está hoy en Oporto (hasta el 29 de septiembre) permite contextualizar el trabajo en su ambiente obsesivo, a la vez el de la filosofía «paz y amor» de la artista (diagnosticada esquizofrénica y que vive en un hospital psiquiátrico), y el de sus esfuerzos desesperados para hacer hablar de ella y de su trabajo. Su estadía poco fructuosa en Estados- Unidos (1957-1973), sus happenings, entre desnudez provocadora y protestas políticas, parecían ser ante todo los medios para intentar construir su fama, sin una dimensión estética muy marcada más allá de banalidades. 


Vista de la exposición Yayoi Kusama à Serralves, sala My Eternal Soul

Entonces tenemos demasiado la impresión de ser sutilmente manipulados por una jugadora destacada que supo crear un estilo que se reconoce de inmediato y se repite ad nauseam vestido de vocablos bastante vacíos. Desde ese punto de vista, su último periodo, los 900 cuadros que ha pintado desde 2021 con el título My Eternal Soul, son de una vacuidad impresionante. 


Yayoi Kusama, Accumulation of Hands, 1980

Sin embargo algunas obras seducen: entendemos los entresijos, entendemos todos los trucos para seducir, no nos dejamos engañar por el discurso banal pero nos aferra. Quizás sea la acumulación frenética que nos deja boquiabiertos: esta señora va hasta el agotamiento físico y mental para construir un universo y apropiarse el mundo, rebozando con lienzos inmensos de motivos que se repiten miles de veces, vistiendo un sofá con centenares de manos de caucho; una obsesión que genera un malestar que a veces sentimos ante ciertas obras de arte marginal, como si una fuerza superior al artista lo arrastrara contra su voluntad. 


Yayoi Kusama, The Moment of Regeneration, 2004


Ello es verdad por ejemplo con este bosque de apéndices rojo y negro en el cual los tentáculos que van de un lado a otro parecen haber escapado a su autora. Kusama es una maniaca del control, estético, ideológico y business, su trabajo es bastante previsible dentro de esos parámetros, pero a veces parece que se sale: y es entonces (rara vez) que podemos sentir algo que conmueve, que molesta, verdadero. 

Fotos del autor.




vendredi 9 août 2024

Los ensamblajes del diario de Daniel Blaufuks


1 de agosto de 2024, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)




Daniel Blaufuks, serie The days are numbered, #0001 (23 de mayo de 2018)


El 23 de mayo de 2018 cuando el fotógrafo portugués Daniel Blaufuks se enteró de que la víspera Philip Roth había fallecido, decidió empezar un diario. No un diario en el sentido estricto. Cada día una hoja de formato A4 en forma de paisaje, numerada, con una o dos fotografías instantáneas, unas palabras, en general manuscritas, en portugués, alemán, inglés, francés, que no son verdaderamente leyendas sino más bien anotaciones; una postal o una imagen sacada de un periódico o de un libro, entre actualidades e historia del arte (vemos a Giotto, Rothko, Caravaggio o a Picasso); algunas veces trozos de papel coloreado, hojas doradas: todo un ensamblaje cotidiano en general bastante riguroso y centrado y a veces descentrado y confuso. Una disciplina cotidiana, como para construir cierto vínculo con el mundo. 


Daniel Blaufufs, serie The days are numbered, #2396 (7 de julio de 2024)


A lo largo de las hojas vemos el agotamiento de lo cotidiano, al estilo Perec, la vista desde su ventana, sus amigos, su madre, unos no-retratos, dice. Me impresionó la omnipresencia de la muerte en las imágenes: Amos Oz, Jane Birkin, John Berger, Robert Frank, Michael Snow, y más cercano a nosotros, Rémi Coignet y Margarida Medeiros, las piedras tumbales de Man Ray y de Gisèle Freund. También bastantes catástrofes, Gaza y unos comentarios comprometidos (« the fascist state of israel » #1842 ou « all eyes on rafah » #2335). Una franja de su vida, de sus secretos y de su cotidiano: el paso del tiempo, un no-diario, su retrato en contrarrelieve. La última imagen de la exposición (#2396) muestra el concierto de Patti Smith en Lisboa el 7 de julio pasado, en donde nos enteramos, justo antes del concierto de que Macron y la extrema derecha habían perdido las elecciones: su leyenda « people have the power, the glorious defeat of fascism in france ». Todo gira alrededor del espacio y del tiempo, de lo público y de lo privado, de la memoria y del olvido, y de la imposibilidad de informar sobre el mundo. 


Daniel Blaufuks, exposición The days are numbered au MAAT, foto Joana Linda, cortesía del MAAT


La exposición de este «no-diario» en el MAAT de Lisboa (hasta el 7 de octubre) muestra en las paredes laterales unas cuarenta páginas de 2018 a 2022 y unas veinte de 2024, fechadas, cuidadosamente separadas para que cada imagen pueda respirar; y, al contrario, en la pared cóncava del fondo, todas las imágenes de 2023 puestas densamente: masa compacta dentro de la cual el ojo es incapaz de una progresión pensada pues salta de una imagen a la otra, circula en los intervalos, erra entre las páginas (recordé el museo profano en el cual no hay nada que guíe la mirada del visitante libre de construir su recorrido), ve las similitudes y los desacordes. Cada página es un ensamblaje y la exposición también lo es; Didi-Huberman escribe, «el efecto que produce todo ensamblaje es que pone en crisis, voluntariamente o no – el mensaje que se supone que debe vehicular». Podemos verla como una apertura hacia la libertad. Un libro, co-editado por su galería parisina, retoma cada una de las páginas de 2023, #1840 a #2206 (recibido en servicio de prensa).