29 de septiembre de 2021, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
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Ceija Stojka, ST, 1994, acrílica sobre carton, 100x70cm |
Sólo quedan unos días para ver la exposición de pinturas de
Ceija Stojka en la
galería Christophe Gaillard, especialmente si no vieron su
exposición en la Maison Rouge, hace tres años. He vuelto a tomar aquí algunos elementos de la reseña que escribí entonces. Este testimonio sobre el genocidio de los gitanos por los nazis molesta porque que se dijo demasiado «yo no sabía», o en todo caso «yo no era consciente». Fue un genocidio ignorado, que por estar en la sombra del otro, tuvo tanta dificultad para que lo reconocieran, fue un genocidio del que nadie hablaba, que ninguna organización ni ningún estado, claro, ponía de relieve, ¿qué sabemos? ¿El número de muertos nos viene inmediatamente a la mente? ¿El nombre de una joven mártir está presente para todos y su diario en todas las escuelas? ¿Existe un memorial que haya encontrado su lugar en todas las memorias? Nada de todo eso. Aún actualmente hablamos tan poco, pensamos tan poco en ello. Es la razón por la cual
Ceija Stocjka, matrícula Z6399 tatuada en el brazo es tan importante. Porque allí en donde los discursos políticos no dijeron casi nada, en donde los libros de historiadores tuvieron tan poco impacto, allí en donde los raros testimonios quedaron en la sombra, en donde la memoria fue orientada, oscurecida, sólo una artista que
lo vivió puede conmocionar las mentes, ella sola puede cambiar el curso no de la historia sino de la percepción, para hacer justicia, para restablecer equilibrios, para resucitar la memoria. Esos ojos disimulados entre la hierba dicen mejor que las palabras el miedo y el deseo de sobrevivir a pesar de todo.
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Ceija Stojka, Ravensbrück, 20/08/2009, acrílica sobre lienzo, 80x60cm |
Se trata del arte de una autodidacta, un arte naíf, expresionista, en primer grado: las escenas joviales de antes y de después de la guerra no valen sino por sus colores alegres, su contraste tranquilo con las imágenes de la deportación y a nadie les interesarían fuera de contexto. Ceija Stojka da testimonio: dice con palabras sencillas los miedos de una niña de diez años, el consuelo de la presencia materna, la ausencia del terror frente a la muerte. Y es porque sus sentimientos son simples y en bruto y porque los revisita 40 o 50 años después, que su obra tiene tal intensidad. Es porque no sabe pintar bien que sus pinturas nos saltan al corazón. La intensidad se encuentra en las caras ocultas, los cuerpos reducidos a unos trazos y en los colores violentos.
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