13 de noviembre de 2019, por Lunettes Rouges
Sigmar Polke, Sin título (Lady Shiva), 1977, Colección de Georg Polke |
¿Vieron ustedes en 2008 la exposición Objectivités en el MAMVP, en la cual las fotografías de Sigmar Polke se desplegaban en el espacio, en la cual la escansión espacial se unía con la manipulación fotográfica para crear una forma de irrealidad hipnotizadora, en la cual incluso los tratamientos heterodoxos de la imagen le hacían eco a su tema artístico (como por ejemplo el velo creado con pliegues y curvas instalado delante del combate del oso y los perros)? ¿Vieron ustedes la interesante exposición que Guy Tossato hizo en Grenoble en 2013, en la que se mezclaban experimentos pictóricos y fotográficos, y que mostraban sus combinaciones y oposiciones? ¿Vieron ustedes el excelente libro que Xavier Domino le consagró a lo que él llama las Polkografías (Le Point du Jour, 2004/2007), un libro erudito y poético al mismo tiempo, lo que es una referencia en las fotografías de Polke, de carácter híbrido, sus técnicas de experimentación y sus vínculos con el tema, con el contexto, con la política, ya sea en Bowery, Brasil o Uluru?
Sigmar Polke, Sin título, 1970-1980, Colección de Georg Polke |
Si es así se van a sentir decepcionados con la exposición en el BAL, intitulada «Infamies photographiques» (hasta el 22 de diciembre) en donde muestran 300 fotografías de Polke que recién su hijo encontró en el fondo de una caja o de un cajón y que nunca se habían mostrado (salvo en Leverkusen justo antes de Paris). En total su hijo descubrió 900 fotos, y un buen número de ellas va a llegar al mercado: la exposición debe entenderse en este contexto. Es verdad que vemos toda la gama fascinante de experimentaciones de Polke, todos sus juegos con la imagen, todo su distanciamiento con la realidad, toda la contaminación con la pintura, y, si nunca había visto polkografías, quedará intrigado, maravillado, impresionado.
Vista de la exposición, por Mathieu Samadet |
Pero todas esas imágenes tienen el mismo formato y están enmarcadas sin fantasía, aun cuando Polke jugaba mucho con el tamaño de sus fotografías; además están alineadas a lo largo de la pared de forma monótona (a veces divididas en dos) en una banalidad escenográfica que da pena. En el catálogo, el co curador Fritz Emslander explica la linealidad hablando de «manera casi cinematográfica, al estilo del road movie» (?) y se justifica diciendo que Polke había presentado una de sus series, Hamburger Lerchenfeld, de esta manera: basta con buscar un poco para ver que la única serie lineal de Polke en realidad comprendía, según las imágenes que veo, un alboroto de impresiones de formatos diferentes, unas al lado de otras, sin marco, y a veces se superponen unas con otras, nada que ver con este alineamiento aburrido. En realidad, parece claro que en ese fondo de cajón solo había un formato, y que el enmarcado sistemático y uniforme vuelve las imágenes más vendibles: entonces la exposición, al tener que que incorporar esta obligación, lo ha hecho de manera banal y, digamos, perezosa.
Sigmar Polke, Sin título (Hannelore Kunert), 1970-1980, Colección de Georg Polke |
Por otro lado, presentan las fotografías en bruto, sin contexto, sin explicación, con un nombre de vez en cuando y nada más. Presentar así las fotografías, sin situarlas en el tiempo o el espacio (para ello se hubiera necesitado un trabajo serio de búsqueda) no reduce la potencia de la imagen o el interés de la experimentación, pero la reduce a un puro juego técnico. Sabiendo que, en muchos casos, Polke tenía en cuenta el contexto de sus imágenes en su trabajo de transformación de la fotografía: si hace tal tipo de mutación fotográfica sobre una imagen de vagabundos de Bowery o de las grietas de Uluru (que no están en esta exposición), no es al azar, no es para que «se vea bonito» o diferente, está relacionado con el lugar, con las personas que ha conocido, y con su propio estado de ánimo. Sin esa contextualización, el espectador no tiene otra opción que mirar una forma de arte por el arte, desconectada del mundo, lo que es el colmo para Polke y para sus fotografías. La única excepción es la serie de imagen sobre su intervención en la Bienal de Venecia en 1993, intitulada Athanor (es decir el horno alquímico), del que vemos bastantes imágenes, pero no lo suficientemente explícitas, y un libro del que nos hubiera gustado saber más y, por ejemplo, poder hojear un pdf. Además nos dicen que por desgracia, no hay imágenes de las paredes del pabellón alemán, las que, recubiertas de pintura hidrosensible cambiaban de aspecto y de color en función de las variaciones de temperatura y de humedad; pero en dos clics vemos que las mostraron en el Palazzo Grassi en 2016, pero pertenecen a otro fondo.
Portada del catálogo |
Para terminar, un video de una batalla de almohadas entre Polke y su mujer, es divertido puesto que actúa sobre la falta de unidad del lugar, pero uno se pregunta para qué está ahí, lo único, para añadir un poco de fantasía dentro de un conjunto tan en la norma. El catálogo tiene bastantes reproducciones, un ensayo interesante del comisario Bernatd Marcadé y una entrevista divertida de Polke con Bice Curiger; a propósito de las Viejas de Goya no vemos sino una nota de pie de página del libro que citamos arriba de Xavier Domino el cual aporta muchísimo más a la reflexión que este catálogo. Pero a pesar de todo, si usted no sabe nada de Polke, vaya a ver esta exposición y sino, considérela como un pequeño anexo de la polkografología.
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