30 de diciembre de 2018, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
Mathieu Pernot, La Santé, 2015 |
Antes de que la tumbaran (y reconstruyeran), Mathieu Pernot fue a explorar la cárcel de la Santé, sin sus prisioneros y a punto de desaparecer (en el 104 hasta el 6 de enero, víspera del día en que la nueva Cárcel de la Santé, va, si nos atrevemos a decirlo, a "abrir sus puertas"). Ya lo habíamos visto intervenir en otros lugares desafectados, hospital psiquiátrico (otro lugar de contención, hablamos aquí) o edificios de apartamentos (en Barcelona también), y conocemos su interés por la demolición, por la implosión; ya había explorado el universo carcelario y las puertas de las celdas, y la prisión vista del exterior, con sus Gritadores. Nos encontramos entonces en la Santé, en terreno preparado (en donde flota la sombra de Michel Foucault...). La Santé tenía una doble arquitectura, panóptica (sistema pensilvaniano, leo en un letrero) para los detenidos aislados, y trapezoidal (sistema auburniano) para aquellos autorizados a trabajar en grupo. Pernot desmonta para nosotros esas arquitecturas en grupos de grandes fotos conmutativas, perspectivales, galerías de colores grises, rosados, azulados. Revela así la adecuación entre forma y objetivo, tal como la habían dibujado los arquitectos de la prisión: el hombre encarcelado es definido por el espacio de coerción.
Mathieu Pernot, La Santé, 2015 |
La cárcel es una lucha constante entre dominante y dominado, entre carcelero y prisionero, entre orden y rebelión, y esa lucha se expresa en formas, planos, decorados, modos de hábitat. La administración penitenciaria impone su arquitectura pero es el detenido quien decora su celda, dentro de cierta forma de libertad. Mathieu Pernot reconstituye la decoración de varias de esas celdas: mujeres desnudas, carros, jugadores de fútbol, publicidades para relojes de lujo, imágenes religiosas musulmanas o cristianas, grafitis y eslóganes en las paredes. Son muestras que recrean todo un imaginario que, algunas veces, da indicios sobre el detenido (como paisajes de montañas de Córcega), pero muy a menudo no son sino un intento para personalizar un espacio propio a partir de elementos anónimos y conformistas.
Mathieu Pernot, La Santé, 2015 |
El aficionado al arte se pone contento al ver por aquí y por allí un Nattier, un Vouet o un Van Gogh, referencias con las cuales está más familiarizado (y si yo estuviera en la carcel, ¿cómo decoraría mi celda, cómo me apropiaría el espacio?). Los autores, grabadores (grafiteros), pegadores, grapadores ya no están, solo quedan esas ínfimas huellas de su existencia, de sus gustos, de sus deseos, de sus frustraciones; huellas que serán destruidas (y es otro aspecto de la exposición, en la que el artista repara algunas imágenes rotas) y que de milagro se hallan así preservadas en la imagen por la imagen.
Mathieu Pernot, La Santé, 2015 |
El punto de encuentro entre esas dos voluntades, la dominante, de la administración, y la rebelde, es la puerta de la celda, frontera simbólica, protección irrisoria. Es allí en donde algunos detenidos pusieron mapas de Francia, del mundo o, irónicamente, de la serie Liberty City: mapas de ensueño, mapas para un viaje imaginario, mapas de evasión, la única posible. Y como la puerta tiene una mirilla por la cual el guardia puede observar el interior de la celda, el mapa pegado se tiene que ahuecar. Para mí, ese hueco en el mundo fue una revelación de esta exposición, no tanto un hueco negro en donde todo se pierde, sino un lugar oscuro de enfrentamiento entre dos mundos.
Catálogo con bastantes reproducciones, pero prácticamente sin textos.
Fotos del autor, excepto la primera. Todas (c) Mathieu Pernot.
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