(artículo original en francés, aquí)
Abd el-Kader llegando a socorrer a los cristianos (col. BNF) |
Hoy en nuestro país, en donde el racismo se manifiesta sin vergüenza, y en donde los prejuicios contra las religiones (bueno, sobre todo una) han pasado del bar de la esquina a los foros del Monde, es difícil hacer una exposición sobre el tema de la coexistencia religiosa y de los lugares sagrados compartidos. Es en ello que han trabajado los dos comisarios de la exposición en el Museo de la Historia de la Inmigración (que fue objeto de hostilidades típicamente francesas y patrimoniales), que, además, son antropólogos más que historiadores, teólogos o mediólogos (hasta el 21 de enero). De un formato no muy diferente, la exposición fue mostrada en MUCEM, en el Bardo y también en Salónica.
Michelangelo Pistoletto, Lugar de recogimiento y oración pluriconfesional, en MUCEM |
Es una exposición muy interesante, pero sus dos comisarios avanzan con pudores de gacela y con equilibrio de apotecario. La exposición empieza con la hermosa instalación de Michelangelo Pistoletto en torno a su metro cúbico de infinito (un cubo cuyas paredes interiores son espejos que se reflejan entre si pero cuyo aspecto exterior es tosco, frío y tedioso) : cinco ábsides con paredes de tela fina, tres de ellas con objetos de meditación religiosa (buda, menorá, ciborio), una con un libro (Corán) y la última vacía para los impíos como yo. Más allá de las creencias, veo la distancia entre puro espíritu y materialidades en las cuales se supone que se debe encarnar el espíritu (la imagen arriba es la de la instalación algo diferente del MUCEM).
Ian Knowles, Nuestra Señora que hace caer los muros, Bethléem, 2014, f. Manoël Pénicaud / Le Pictorium |
Luego vamos a Jerusalén, la ciudad tres veces santa, y allí, se manifiesta la prudencia de los comisarios : « desacuerdos », « exacerbación », « competencia », « apropiación », todo está hecho para evitar una argumentación demasiado política que hablara de colonización, de ocupación, de depuración. La película muestra apenas un segundito una imagen fugitiva del muro. Es más difícil evitar la política en Hebrón, con la cripta de los Patriarcas dividida en dos y con el recuerdo de la masacre de Baruch Goldstein : no está compartido está dividido.
Quedándose en « Tierra Santa », también se ve la gruta de Elias en Haifa, que transformaron en sinagoga en 1948 después de la Nabka, pero a donde los musulmanes siguen yendo a rezar, y Belén con su devoción a la Virgen : me enteré de que el nombre de María lo citan 34 veces en el Corán y solamente 19 en el Nuevo Testamento, y la veneración musulmana por María se manifiesta en particular en la gruta de la leche. Como las interseciones de María pueden evolucionar en función de las situaciones, aquí tenemos a Nuestra Señora que hace caer los muros (pintada por Ian Knomles, un encargo de las hermanas del Convento de Emanuel, pero, es extraño que no aparezca el nombre del pintor en la exposición, sólo el del comisario que tomó la foto..) : su necesidad es incuestionable, y su eficiencia dudosa, es una pena...
Abdallah Akar, Sura de Maria, 2004, detalle |
A María la veneran en las dos orillas del Mediterráneo, de Oran a Nimes, de Argel (en donde se puede leer, en las paredes de Nuestra Señora de África « Ruega por nosotros y por los musulmanes ») a Marsella, un bello ejemplo es esta escultura del calígrafo franco tunecino Abdallah Akar quien reproduce con hoja de oro la Sura de María.
Cruces esculpidas con la madera de barcos de migrantes de Lampedusa, 2017 f. Manoël Pénicaud / Le Pictorium |
Se trata más de lugares sagrados, de peregrinación que de lugares de culto (los que a menudo son más comunitarios), lugares en los cuales el compartir y la hospitalidad hacia el Otro respeta la diferencia sin implicar necesariamente el diálogo. Entre los lugares más interesantes tenemos Lampedusa en donde durante siglos, un oratorio estuvo dedicado a la Virgen y a un santo musulmán; y el guardia del lugar, según el barco que llegara decoraba de tal o tal manera. Voltaire, Diderot, Rousseau elogiaron la plasticidad utópica de esta práctica. A menudo las islas son lugares con autonomía firmemente rebelde, de contactos entre marineros de culturas diferentes y algunas veces de heterogeneidad religiosa o étnica : la Ghriba en Djerba y su peregrinación fraternal, el monasterio en una de las islas de los Príncipes en la que muchísimos musulmanes van a rezar, y la sinagoga de la Canée, lo ilustran bien. Y la situación actual en Lampedusa que contra viento y marea es un lugar de encuentros entre culturas y religiones : esas cruces están talladas en la madera de los barcos en los que llegan los migrantes.
Última peregrinación de Louis Massignon a los Siete-Santos en Bretaña, con Mohamed Taki, 1962 f. Louis-Claude Duchesne |
Luego pasamos a los hombres que fueron vínculos entre religiones : Abd-el-Kader, quien, estando preso en París, iba a rezar en la Madeleine puesto que no había mezquita, y que salvó unos cristianos de Damas durante unos disturbios (arriba), el cheik Bentounès, Louis Massignon, anticolonialista (aquí vemos su firma en una petición por la liberación de Bourguiba, Messali Hadj y otros al lado de Sartre y Camus) gran conocedor del Islam (organizó la peregrinación de los Siete durmientes, aquí al lado del futuro presidente de Comores), y el jesuita que desapareció en Siria, Paolo dall’Oglio. Es cierto que había que mantener cierto equilibrio pero es sorprendente ver, en lugar de Maïmonide (« el rabino musulmán ») o Hannah Arendt, a André Chouraqui, por cierto, gran traductor y también consejero de Ben Gurion y miembro del equipo de Teddy Kollek, alcalde de Jerusalén quien organizó la primera expulsión de los árabes de la ciudad (« a maximum of land with a minimum of Arabs ») : no exactamente un modelo de tolerancia con el Otro, me parece.
Kalliopi Lemos, Rledges |
Terminamos con el proyecto berlinés de un lugar común para las tres religiones, House of One. Sin duda una utopía necesaria, el peligro es que se oculte el hecho político en beneficio del hecho religioso. Encontramos la ambigüedad de la exposición por interesante que sea. Delante de la entrada al museo, un barco, procedente de Ayvalik, frente a Lesbos, cubierto con placas de metal que contienen la identidad de algunos migrantes de Afganistán, Siria, Sudán, Palestina y Somalia, y cuyos nombres se descifran con congoja; se mezclan también manos de Fatma y ex-votos griegos del mismo formato. Es una obra conmovedora de Kalliopi Lemos, Pledges.
Fotos 4 y 7 del autor; fotos 1, 3, 5 & 6 cortesía del Museo de la Historia de la Inmigración.
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