dimanche 11 juillet 2021

Mujeres, artistas y negras

 

7 de julio de 2021, por Lunettes Rouges

(artículo original e francés, aquí)


Lebohang Kganye, Ke le motle ka bulumase le bodisi II, série Ke Lefa Laka, 2013, 42x42cm [Soy bella en panty y brasier II, serie « Her-Story »]



Otra exposición de mujeres artistas es la del Museo de Arte Moderno de Paris (hasta el 22 de agosto). Unas veinte artistas en su mayoría de Sudáfrica y Nigeria presentadas por dos curadoras de las cuales una es angoleña; yo no conocía sino a tres de las artistas, Lebohang Kganye y sus fotografías en las que divide en dos a su madre (y aquí, también el personaje de su abuelo); Kapwani Kiwanga (recién premio Duchamp con el video de un duelo silencioso entre dos mujeres que se cubren con telas tradicionales); y Grace Ndiritu (hace quince años su trabajo estaba centrado en su cuerpo y en 2012 cambió radicalmente para volverse más espiritual y más formalista). Como en Francia solamente conocemos los artistas africanos de la ex colonias salvo raras excepciones entonces son descubrimientos que me inspiran algunas preguntas. Para empezar, se insiste sobre la pertenencia de las artistas al continente africano en su totalidad, sin individualizar las culturas propias de cada artista, tanto las de sus orígenes como las heredadas del colonialismo; todas esas diferencias no están explícitas y parece que han sido borradas. Estoy lejos de ser experto en la materia, pero imagino que las diferencias históricas entre una ugandesa y una nigeriana deben de ser tan grandes como entre un griego y un noruego que presentaran en una exposición de arte europeo; además, venir de un país de apartheid o de una colonia portuguesa crea personalidades diferentes. Pero ello no se explicita en ninguna parte de la exposición. La segunda sorpresa para mí viene del hecho de que si la mayoría de las artistas combinan bastante bien sus raíces culturales y su pertenencia al mundo contemporáneo, no es el caso de todas. Así, la pieza de Gabrielle Goliath que denuncia los feminicidios al hacer oír las detonaciones de armas de fuego, podría proceder de cualquier país del mundo; su única «africanidad» es que la frecuencia de las detonaciones corresponde a la de los feminicidios en su país... un tema gravísimo pero la realización se queda corta. 


Buhlebezwe Siwani, Mombathiseni, 2020, instalación, foto del autor [Viste-lo]


Pero la mayoría de las piezas son al contrario a la vez intrigantes y fascinantes. Todas se sitúan alrededor del cuerpo de la mujer, de su afirmación, de su emancipación; todas, o casi, son sutiles y utilizan la metáfora antes que la afirmación militante básica. Se empieza por una excelente instalación de la sudafricana Buhlebezwe Siwani, una obra mágica en la que trenzas de lana de colores navegan por la pared hasta el techo y enmarcan dos proyecciones de dibujos de una mujer frente al mar. Como es curandera profesional, la artista incorpora sus orientaciones espirituales, su sentido de la comunidad, su don para tranquilizar (y su rechazo del feminismo blanco). Se puede quedar uno bastante tiempo delante de esta instalación, dejarse poseer, meditar, soñar. Más lejos la mozambiqueña Reinata Sadimba (nacida en 1945) muestra cerámicas antropomorfas sacrificadas, mujeres embarazadas, dando a luz, madres, toda una afirmación de su creatividad frente a las presiones culturales de su pueblo. 


Wura-Natasha Ogunji, Will I Still Carry Water When I Am A Dead Woman?, video, 2013 (11 m 57s), captura de pantalla del autor.


La nigeriana Wura-Natasha Ogunji presenta un video en el cual siete mujeres en traje tradicional y que por lo tanto cubren sus caras, transportan bidones de agua por las calles de la ciudad, algunas como si fueran grillos amarrados a los tobillos; los pasantes, extrañados, las miran, mientras que una joven pasa con una carga de verdad en la cabeza. Una performance sencilla pero potente. 


Keyezua, The Power of My Hands, trensas de pelo sintético, 200x360cm, detalle, foto del autor


En la instalación de Siwani con la cual corresponde, para mí la pieza más impresionante fue la que le dio su nombre a la exposición, The Power of My Hands, de la angoleña Keyezua: vista de lejos son dos tapices negros el uno contra el otro, de más cerca, un material desigual, fluctuante, hormigoso, todo un paisaje; de muy cerca es un tejido artesanal con cabellos (sintéticos) de mujeres africanas, trenzas, rastas, masas rizadas. La pieza exhala una feminidad discreta; hay que resistir al deseo de sumergir la mano en esa masa casi viva. El cabello en el lugar del cuerpo, lo sintético en lugar de lo real, identidades múltiples en lugar de una feminidad esencialista. A los colores tornasolados de Siwani les contesta la negrura brillante y radical de Keyezua. En otro lugar del museo, a la vuelta de un pasillo nos topamos con una serie de fotografías del nigeriano J.D. ‘Okhai Ojeikere: otra manera de afirmar el poder político y erótico de los peinados africanos. 


J.D. ‘Okhai Ojeikere, Abebe, 1975, fotografía, 27×20.7cm



En esta exposición prácticamente todas las obras mezclan lo íntimo y lo social, lo personal y lo político, el relato y la forma, el arraigo en la cultura local con el  estatuto de ciudadana del mundo, la feminidad y la negritud con la definición de una identidad compleja. Me hizo mucha falta Grada Kilomba, cuyo discurso hubiera sido mucho más pertinente tanto en la exposición como en lugar de los ensayos del catálogo. Éste último tiene también reseñas sobre cada artista y un cuestionario algo simplista (¿Cómo se volvió artista? ¿Quién la ha influenciado? ¿Se considera como una artista feminista? ¿Qué proyectos tiene?). Recibido en servicio de prensa.

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