16 de noviembre de 2020, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
Asta Gröting, Bunker Unten, 2016, silicona, yute, polvo de cemento, laca, 218x266x20cm |
Cualquiera que haya recorrido las reservas de una escuela de arte ha podido sentirse fascinado o perturbado por la colección de yesos que se encuentran en desorden, grisáceos y casi siempre sucios, reproducciones ad infinitum y de diferentes escalas de «grandes» esculturas. Son yesos que se muestran rara vez y en general no llaman la atención. Pero, como cosa rara, una exposición de rehabilitación y actualización de los moldeados fue montada a partir de las colecciones de dos escuelas de arte, la de Paris y la de Lisboa; fue presentada en la ENSBA a finales de 2019 y está en la Fundación Gulbenkian hasta el 25 de enero (el semi confinamiento portugués no ha cerrado los museos). Es además el canto del cisne de Penelope Curtis que dirigía el museo Gulbenkian desde hace cinco años y que se fue huyendo la burocracia y las luchas de poder. Además de los vaciados clásicos, la señora Curtis ha querido también actualizar el moldeado y presentar obras de 16 artistas contemporáneos que trabajan con esta técnica de reproducción (incluyendo la impresión en 3D).
Vaciado de yeso del pie de unos de los hijos de Laocoonte, 28x16x30cm, Facultad de Bellas artes de la Universidad de Lisboa |
Los cincuenta vaciados clásicos procedentes de las reservas de la Facultad de Bellas Artes ocupan simbólicamente el espacio central; hay también bastantes esculturas sobre temas conocidos, faunos que bailan y spinario, Marsias y Petrarca, únicamente fragmentos de cuerpo, como por ejemplo el pie de uno de los hijos de Laocoonte, vaciados de arquitectura (detalles de la catedral de Évora), de botánica (dos rosas, una hoja de naranjo) y de anatomía (despellejados). Eckart Marchand habla con elocuencia en el catálogo sobre la historia del moldeo y su importancia a partir del Renacimiento como medio de conocimiento y de difusión del arte antiguo. La presencia aquí de varios vaciados de la misma escultura insiste sobre la reproducción casi infinita de las formas que éste permite, una obra de arte ya en la época de su reproducibilidad técnica, podríamos decir, aunque la reproducción con vaciado no haya sido tan fácil, claro, como la fotografía. Si la escultura tallada en mármol, madera o piedra es única, la escultura moldeada es múltiple, en número limitado (bronce) o infinito (yeso), obra de arte múltiple numerada o copia sin valor mercantil.
Moldeado de yeso del Gladiador Borghese, 143x133x100cm, detalle, Facultad de Bellas artes de la Universidad de Lisboa. |
Como los yesos son viejos y considerados de poco valor, tanto financiero como estético ya que son copias que se pueden reproducir fácilmente, no se cuidan. Varios, en mal estado, ofrecen perspectivas sorprendentes en su interior: estatuas decapitadas y amputadas, muestran huecos, aberturas dentro de las cuales la mirada se pierde desconcertada. El vaciado es huella, memoria, es múltiple y puede conducirnos al vértigo al que tenemos que resistir para amaestrar la pulsión (¿malsana?) de precipitar la mirada en una decapitación como la del Gladiador Borghese (pero posiblemente yo sea el único que siente esta molestia «unheimlich»; nadie lo confiesa).
Christine Borland, Positive Pattern, 2016, espuma para prototipo metacrilato, MDF |
Alrededor de la sala, dieciséis artistas (los mismos que en Paris), todos pasaron por una escuela de bellas artes y frecuentaron vaciados de ese tipo; presentan obras inspiradas en el vaciado. Penelope Curtis escribe en el catálogo (p.29) que en lugar de los grandes nombres (Paolozzi, Paolini, Cabrita Reis, Croft o Whiteread), prefirió invitar artistas más jóvenes, más contemporáneos y menos previsibles; es una pena que no esté Rachel Whiteread pues su reflexión sobre vacío y lleno hubiera, me parece, enriquecido el propósito (mucho más que el tan previsible Xavier Veilhan...). Pero, dos artistas presentes tratan también la problemática del vacío interior. Francesco Tropa muestra en cuatro ejemplares el contramolde de una estatua de Penélope, cada uno ligeramente más pequeño que el anterior, y vuelve visible, en bronce, el interior de una efigie de Marianne (República): se le reconoce por el gorro frigio, y uno se pregunta (sobre todo en este momento) lo que hay realmente en el interior de Libertad/Igualdad/Fraternidad. Christine Borland moldea en poliestireno el interior de las esculturas de Barbara Hepworth, es de cierta manera darles la vuelta como si fueran guantes, para dejarnos imaginar los planos y orificios de las esculturas iniciales, incluyendo además, una sombra proyectada que parece ser también una huella de la huella; son piezas que le pertenecen al Institute of Transplantation, lo que nos muestra el interés de la artista por la anatomía. Podemos citar también a Asta Gröting (conocida por sus amantes) que hace vaciados de fachadas berlinesas en las que se adivinan todavía huellas de la guerra, proyectiles encastrados, impactos de bala y fisuras, una huella de lo real como tentativa para preservar detalles casi olvidados de nuestra historia (arriba).
Heimo Zobernig, Sin título, 2015, bronce, 227x100x74cm |
Otros artistas se quedan más cerca de la figura humana, ya sea Oliver Laric, descubierto en la última Bienal de Sao Pablo, quien juega con la duplicación de la imagen, su circulación y su recuperación, en estereolitografía o en poliuretano; Simon Fujiwara quien, habiendo llevado con él a una adolescente británica contestataria, la hace moldear cien veces a la manera de los soldados de Xian, o entonces Heimo Zobernig. Este último eligió representar no la estatua de un hombre en sí, sino la fabricación de esta estatua de bronce: conservó lo más cuidadosamente posible todo lo que normalmente se quita, cortando, vaciando, limando, puliendo: mazarotas, chorreados, errores, espiráculos, chimeneas, que quedan como si fueran apéndices o prótesis del sujeto representado, convertido en hombre aumentado, imponente, dominante, enaltecido con sus aparejos.
Jean-Luc Moulène, cinco Caras, 2014, concreto pulido, cobertor azul dimensiones variables alrededor de 25x25x25cm
Para terminar, Jean-Luc Moulène presenta en el suelo sobre cinco mantas azules, cinco de sus Tronches -Caras- cinco cabezas moldeadas, no son cinco máscaras mortuorias (un tema demasiado pasado, sin duda y que no está en la exposición) sino cinco máscaras de carnaval de hombres más o menos célebres (los estadounidenses John Kerry et Mitt Romney, uno de los miembros de Slipknot, los presidentes mejicanos Enrique Peña Nieto y Carlos Salinas de Gortari) en las cuales el artista echó cemento verticalmente y el peso deformó la forma de las máscaras. Enseguida pensamos en las decapitaciones revolucionarias o contemporáneas, pero aquí nos encontramos más en el campo de lo grotesco que de lo trágico. Pero es también un ejemplo, el único aquí, de la manera como el proceso de fabricación puede intencionalmente deformar la imagen. De unas máscaras multiples de carnaval, Moulène saca unos moldeados inexactos, deformados y únicos: la escultura múltiple vuelve a la unicidad.
Portada del catálogo, con una fotografía de Carlos Azevedo |
Catálogos en francés y en portugués (las imágenes sont diferentes), con el artículo histórico de Eckart Marchand y dos ensayos sobre el uso de los vaciados en la escuela de arte, respectivamente en Paris y Lisboa, y reseñas sobre cada uno de los dieciséis artistas.
Fotos 1, 2, 4, 5 & 6 del autor.
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