(artículo original en francés, aquí)
Victor Brauner, Sevrage du moi, 1949, 83x83cm |
Este año, es la temporada Francia Rumania : un país mucho más aceptable que el del año pasado, y que conocí cuando estaba más joven (bajo Ceaucescu...). Entre las exposiciones que vi, la más interesante es ciertamente (pero no vi todo) la que se intitula Ex-east, organizada por Ami Barak en el Espacio Niemeyer, y es un encanto ver, en el edificio del PCF (Partido Comunista Francés), una obra (abajo) de Ciprian Muresan que proclama "Communism never happened" (las letras fueron recortadas en vinilos de música patriota). Es la exposición más interesante ya que cubre todo el siglo. En la primera mitad del siglo XX París fue un polo de atracción para intelectuales y artistas rumanos. Vemos entonces recuerdos de la obra de Brancusi, de Victor Brauner, Isou, y aunque algunas piezas son menores, tienen el mérito de trazar el panorama (también los Dada de Zúrich, Tzara, Marcel Iancu, Benjamin Fondane).
Mihai Olos, ST, 1970, bois, 52x52x52cm |
El Centro Pompidou lo muestra también de manera más breve (una de las salas ya estaba cerrada cuando fui, y es una pena no haber visto a Ghérasim Luca) : vemos a Brauner y bastantes palos de madera de Cadere, y también, la blusa rumana de Matisse (con Théodor Pallady, no es inolvidable), además el Espacio Brancusi reciba a Mihai Olos. Este último es el mejor descubrimiento : arquitecturas minúsculas inspiradas en técnicas tradicionales de ensamblaje, modulos-nudos que le permiten construir esculturas y pinturas, como una matriz universal que se procura en el pasado la energía del futuro.
Decebal Scriba, Mask series #2, 1976 |
Pero el interés principal de la exposición Ex-east es que crea un vínculo entre las vanguardias históricas y los artistas más recientes, tanto del periodo comunista como de las tres últimas décadas. Durante el periodo comunista, algunos como Cadere o Paul Neagu huyeron a Occidente; los que quedan hacen un arte sobre huir y esquivar. El más conocido es probablemente Ion Grigorescu, quien utiliza su propio cuerpo como herramienta de resistencia. También Decebal Scriba quien lastima su propia cara enrollándola con un hilo censor (dizque muy buena exposición en la galería Bénichou) o Miklos Onucsan cuyas discretas performances recuerdan al checo Jiri Kovanda.
Mircea Cantor, Dior Bihor anthroposynaptique, 2018 |
Entre los que emergen después de 1990, algunos son estrellas del mercado (Adrian Ghenie, Dan Perjovschi, quien realiza aquí una pared de grafitis bastante divertida). Muchos, como Ciprian Murespan, revisitan los mitos comunistas. Sobresale también la escuela de pintura de Cluj. Pero el más conocido aquí es sin duda Mircea Cantor, quien por otro lado está presentando una exposición personal en el Museo de la Caza. Es quizás el que más enlaces hace con el pasado, el que más se inspira del arte popular rumano (el Museo de la Caza está lleno de máscaras y escenas de caza), el que mejor sabe definir el territorio y sus transgresiones. La relación con el pasado parece omnipresente en los artistas jóvenes, a continuación de Brancusi y Olos. La obra aquí arriba (que muestran en Ex-east) está basada en el hecho de que Christian Dior copió una chaqueta tradicional de la región de Bihor; es ciertamente una apropiación post colonial, pero ¿quién puede decir si la chaqueta de Dior está a la izquierda o a la derecha?
Andra Ursuta, Ski resort, 2007 |
Para terminar, entre los más jóvenes, me llamó la atención la fotógrafa Pusha Petrov (actualmente en residencia en la Cité des Arts) quien identifica los palacetes fantasmas construidos en Timisoara por gitanos riquísimos que nunca vivían en ellos pero que reflejaban así su aspiración a la respetabilidad burguesa. Ver también la bandera rumana trabajada con ironía por Andra Ursuta.
Ciprian Muresan, communsim never happened, 2006, 87x52cm |
Bonito panorama de la creación rumana, de su vínculo con Francia y de su arraigo histórico.
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