(artículo original en francés, aquí)
Luigi Ghirri, L’Île Rousse, 1976 |
Luigi Ghirri (en el Jeu de Paume hasta el 2 de junio) es posiblemente el fotógrafo más visionario de finales del siglo XX, el que más « inventó » la fotografía, y nos ponemos a soñar en lo que haría hoy si hubiera vivido más tiempo (tendría 76 años), en una época en la que las fotos se hacen de cualquier manera y están omnipresentes. Se le celebra como el primer fotógrafo verdaderamente en color, pero no es ello lo que me interesa pues no comparto la presuposición de que la fotografía en colores es más « auténtica », más parecida al mundo real : como escribe Flusser en el quinto capitulo de su Filosofía de la Caja oscura (o de la fotografía) : «Mientras más « fieles » sean los colores de las fotografías, más mentirosas serán, al esconder mejor la complejidad teórica que las vió nacer (ejemplos : el « verde Kodak » contra el « verde Fuji ») ».
Luigi Ghirri, Marina di Ravenna 1986 |
Más que el color, lo que distingue a Ghirri, me parece, es su capacidad para ver una imagen en el interior de otra, y construir su fotografía con esa base. La exposición (que trata solo los años 70) se divide en quince series : es demasiado y hubiéramos preferido un enfoque más conceptual, menos anecdótico. A menudo vemos que Ghirri hace fotografías de imágenes existentes, carteles, postales, fotografías, marcos y no solamente en la serie Vedute. Ese concepto atraviesa toda su obra : el marco ya existe en el paisaje, la imagen ya existe antes de presionar el disparador, no tanto como sujeto sino como objeto enmarcado, la mirada ya está predefinida, determinada en el interior del rectángulo.
Luigi Ghirri, Infinito, 1974 |
Infinito, es un procedimiento similar al de las fotos de nubes, en nada diferentes (salvo el color y de vez en cuando un avión) a los Equivalentes de Stieglitz : pedazos de cielo sin norte ni sur, sin derecha ni izquierda, pero que el fotógrafo recorta en el paisaje celeste, excluyendo de manera arbitraria lo que no está en el marco, él mismo elige y no es el tema que se lo impone. Ghirri hizo 365 fotos de nubes, una diaria, pero ello es secundario, me parece; lo que cuenta es el marco, ese intento vano, por apropiarse a través de la fotografía un tema que se sustrae.
Luigi Ghirri, Salzburg, 1977 |
A Ghirri no le interesa para nada la gente, únicamente para llamar la atención en la composición. Casi todas sus fotos llevan un nombre de lugar, esa es su identificación. Los personajes que fotografía no solamente deben formar parte del lugar, sino sometérsele, como estos miradores, de espalda, delante de la imagen, tarjeta, cartel, están allí solo para darle significado a la mirada y llamar la atención de la nuestra.
Luigi Ghirri, Bastia, 1976 |
A Ghirri tampoco le interesa la importancia de lo que puede ocurrir ante su objetivo, construye una visión a partir de las cosas más insignificantes, las más ordinarias, los objetos más triviales. Como este afiche rasgado en la pared, que crea un desfase de la mirada, entre el motivo apenas visible (las superestructuras de un barco) y el aspecto táctil de la piel mural.
Luigi Ghirri, Atlante, 1973 |
Amigo (y editor) de Franco Vaccari en Modèna, Ghirri (quien fue topógrafo) es tanto filósofo del signo fotográfico como fotógrafo. Aunque el folleto de la exposición es algo escueto, el catálogo, Cartes et territoires (Mapas y Territorios), es excelente, y podemos ponernos a leer sus ensayos (en inglés, más de 200 páginas, a leer se dijo). Su dimensión conceptual es más evidente en su serie Atlante, allí fotografía las páginas de un atlas que de niño lo hizo viajar en sueños : es así que la representación simbólica del paisaje se convierte en objeto fotografiable, antes que el paisaje en sí mismo. El signo es rey.
Julie Béna, Anna and the Jester in Window of Opportunity, 2019, vidéo |
En el resto del Jeu de Paume, me decepcionó bastante la exposición de Florence Lazar : muchas ideas políticas (Serbia, los franceses musulmanes, el pasado colonial, la explotación de la Martinica) con las cuales no podemos estar de acuerdo ya que parecen lisas, desfavorecidas por una forma que no impresiona, fotos y documentales sin asperezas ni creatividad. En cambio, me atrajo la fantasía desenfrenada de Julie Béna en el espacio satélite (cuya programación de este año, por Laura Herman, será sobre la experiencia corporal y psíquica que podemos tener con la arquitectura; estará también en el CAPC de Burdeos); sin tratar demasiado de encontrar el hilo del « relato » o encontrar como sea el sentido abstracto, podemos dejarnos llevar por ese cuento extraño entre Anna Morandi, un Jester (bufón), niños que sufren malformación y una mesa de vidrio gigante que es el personaje principal. El 1 de junio, la artista hará una performance sobre la transparencia; espero ir.
Fotos 1, 3, 4, 5 & 7 cortesía del Jeu de Paume.
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