(artículo original en francés, aquí)
Daniel Blaufuks, Houve um tempo em que estàvamos todos vivos, 2018 |
La última exposición de Daniel Blaufuks (en la galería Carlos Carvalho, hasta el 19 de mayo) parece indicar una evolución interesante, que su serie Intento de agotamiento había iniciado. Podemos en efecto percibirla en tres planos diferentes. El primero sería, conformemente con el argumento del artista, verla como la continuación de la pesadilla en la que había soñado que muchos de sus amigos habían muerto, lo que le da el nombre a la exposición: «Hubo una época en la que todos estábamos vivos». Nos encontramos en el ámbito del tiempo, de la memoria, del duelo, de la melancolía y de la meditación, con los que nos ha familiarizado en su obra.
Daniel Blaufuks, Houve um tempo em que estàvamos todos vivos, 2018 |
El segundo enfoque sería más bien histórico : lo que estamos viendo es el óculo del Panteón romano, un hueco de 8.7 metros de diámetro a 43.3 metros del suelo, proeza arquitectural inigualada y lugar simbólico por varias razones. Fue aquí en donde Romulus desapareció en los cielos, fue aquí que Agripa edificó un templo para todos los dioses. Hadrien hizo un monumento al sincretismo al tiempo que hacía justicia, y «la plegaria se escaparía como humareda hacia ese vacío en el que ponemos a los dioses» le hace decir Marguerite Yourcenar. Convertido en iglesia cristiana, instalaron reliquias (sacrilegio para los romanos antiguos), Raphaël se hizo enterrar, Annibal Carrache también, y dos Reyes de Italia (lo que a veces lo convirtió en lugar de manifestaciones monárquicas). Es un lugar colmado de símbolos, cubo y espera, cuadrado y círculo, perfecciones pitagóricas y número perfecto; es también una especie de reloj solar invertido (es la luz y no la sombra la que marca las horas), como lo muestra este conjunto fotográfico en color negativo (hay otros dos idénticos en color y en blanco y negro), y el sol ilumina la puerta el 21 de abril, día de la Fundación de Roma. Entendemos bien porqué esta densidad histórica puede interesar al artista y cómo un sueño sobre la muerte y la inmortalidad puede incorporarse en este lugar cargado de memoria.
Daniel Blaufuks, Houve um tempo em que estàvamos todos vivos, 2018 |
Y, más que todo, lo que veo es una búsqueda de cine experimental : en tres pantallas yuxtapuestas, la misma imagen del óculo tomado en el objetivo de una cámara revoloteando. Una película es en color, otra en blanco y negro y la tercera, de ángulo, es de color invertido (el óculo es negro). El óculo y las hileras de casetones de la cúpula son el único objeto filmado, y casi lo olvidamos, al concentrarnos únicamente en la construcción de la imagen. No solamente los movimientos de la cámara perturban y sacuden constantemente la visión sino que la imagen se duplica, se multiplica, en simetrías horizontales y verticales para crear así un torbellino visual hipnotizador. Trabajado de esa manera, el óculo de convierte en mandorla, pupila, obturador, es la abertura más allá de la pantalla, un vacío absorbente. Y el sonido, hecho con el bullicio de los visitantes, lo envuelve todo en un zumbido atormentador. Podemos olvidar, el sueño del artista, y la historia del Panteón para dejarnos llevar por esta nueva obra estructurada, abstracta y pura, que ya no cuenta una historia sino que existe por sí misma.
Fotos 1 & 2 cortesía del artista; foto 3 del autor.
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