(artículo original en francés, aquí)
Sara Bichão, Agosto 2017 (Août 2017), 2017, tinta sobre jersey, uno de los diez dibujos |
En el ultimo cartel de Visiones del más allá (Accademia en Venecia), El Bosco pintó la subida de los bienaventurados hacia el empíreo con la forma de un túnel luminoso y deslumbrante en el que flotan las almas asexuadas apenas sostenidas por los ángeles. En él se ha visto un símbolo de las experiencias de muerte cercana, y, es también difícil no pensárselo frente a la experiencia (y a la exposición en la Fundación Gulbekian, hasta el 4 de junio) de Sara Bichão. La artista cuenta que, nadando en Auvernia en un lago circular dentro del cráter de un volcán apagado (como este al que, hijo de esos lares, iba a veces y del cual en ese entonces aún circulaban leyendas aterradoras), de repente se encontró, en el centro mismo del círculo lacustre, en transe, habiendo perdido todo sentido de la orientación, desconectada de ella misma, con vértigo, suspendida. Habiendo escapado del abismo y a pesar del pánico, imaginó este proyecto artístico de título violento y ambiguo (quizás esquizofrénico) : « Encuéntrame y te mato ».
Sara Bichão, Volta (redondo), 2018, intervención con 18 LEDs |
La forma circular del lago volcánico se convierte en el tema mismo de su obra sobre esta experiencia, muerte inminente de la que escapó, pánico que ha superado; el círculo en lugar de la reja ortogonal, coordenadas curvas que no son cartesianas, confusión en lugar de sistema de orientación. ¿Pasar de la muerte inminente al arte? En su prefacio del catálogo de una exposición, Deadline, sobre los artistas que se acercan a la muerte, el director del museo, Fabricio Hergott escribía «el arte una manera de soportar la muerte», mientras que un poco más lejos veíamos un autorretrato de James Lee Byars, tres años antes de su muerte : un marco circular de madera dorada enmarcando únicamente negro. La exposición de Sara Bichão se abre con otro círculo fúnebre, un círculo luminoso en el techo, con lámparas azules y rojas, calientes y frías (y dos blancas, eje Norte-Sur, sentido de la dirección perdida); está en el centro del vestíbulo, es más luminoso pero no por ello parece menos amenazador.
Sara Bichão, X, 2018, tela, cuerda e hijos de algodón, cable eléctrico, LEDS azules |
Cuando se entra en la sala de exposición silenciosa, lo que primero sorprende es la oscuridad. Conociendo ya la obra de Sara Bichão y habiendo visto su reciente exposición (se terminó el 29 de abril, en el Taller-Museo Julio Pomar), lo que se espera es un white cube, esculturas formales y claras, frías y abstractas, ni figurativas ni cargadas de afecto, sin mucha escenificación. Es asombrosa la manera como esta artista de ni siquiera 32 años, supo, aquí, transfigurar artísticamente su trágica experiencia. La sala es oscura, oscurísima; primero vi dos cadáveres, dos cuerpos en el suelo. El uno, más lejos, tan rígido como se debe y habitado por luces LED azules; se llama X, el rayado, el que ya no es, que lo ha perdido todo. Su brillo frío azulado me recuerda los cinco diamantes de Byars, aquel pentágono en forma de cuerpo a través del cual escenificaba su muerte cercana.
Sara Bichão, GRAVE, 2017, jersey, pepa de durazno, cuerda e hilos de algodón, marcador, pegante |
En contraste, el otro cuerpo en el suelo es más blando, tiene más contorno, se le ve lánguido, abandonado como si fuera un ahogado expulsado por el oleaje; fabricado con tela de jersey y cuerdas de algodón, está decorado con pepas de durazno, como torácicos que se le hubieran pegado. Su nombre es Grave, y, más alla del sentido en portugués (idéntico al español y al francés) no me puedo impedir colocarle el sentido inglés, tumba (o ausencia).
Sara Bichão, Vertigem (Vertigo), 2018 tubo de concreto, acrílica & Direcçao (Direction), 2018, jersey, dedales de latex, agua, bmadera, LEDS rojos |
En toda la longitud de la sala, 25 metros, corre una tela suspendida, iluminada con LEDs rojos, que más que una hamaca evoca algo así como una mortaja . En el interior unos dedales, que al principio pensé que eran preservativos llenos de agua y que parecen huevos de reptil en gestación dentro de un vientre fecundo. Da la impresión de un ritual secreto, de fuerzas ctonicas prontas a liberarse, de prácticas animistas mágicas. Enfrente, un pozo, otro círculo, vinculo entre profundidades y cielos : su nombre, claro, es Vertigo. El vértigo que se apoderó de ella en aquel lago, el vértigo que puede cogernos en alta montaña o en altamar, el que podría salir de una experiencia visual hipnótica (como el óculo de Daniel Blaufuks), aquí lo amansa, lo domestica, lo encierra dentro de concreto, adornado con una cenefa de listas azules, al nivel del torso de la artista. Todo aquí es a su medida, su peso, su talla, su largo de hombro : el cuerpo de la artista, invisible, está omnipresente, «a la medida de toda cosa». En la pared de atrás unos diez dibujos que hizo justo después de que no se ahogara, sobre telas divididas como si fueran pieles de animal (arriba). Más lejos, diferentes objetos hechos de látex, algodón, madera, goma, pan, café, pedazos de uñas comidas, que recuerdan más su práctica de la escultura y que se encuentran en hilera como en un borde con el nombre de Porto seguro, el refugio, el lugar en donde podemos abrigarnos después de los peligros marinos (o lacustres).
Sara Bichão, ESTELA (Stèle), 2018, jersey, madera, clavos, algodón y poliéster |
En la oscuridad de auditorio vecino, anexo a la exposición, una forma flota en el aire por encima de los sillones. Estirada también como la piel de un animal en estrella de dieciséis puntas, cocida con una cicatriz naranja en el diámetro central, nos obliga a una visión en contrapicado, una ascensión visual tan desconcertante como un picado en las profundidades del lago. La estela (Estela) ¿es también funeraria? ¿Esta exposición es sólo una peripecia ligada a su experiencia de muerte inminente? ¿O es un cambio decisivo en la obra de Sara Bichão, hacia obras más oscuras, más simbólicas, más expresivas, más performativas, más ligadas con su propio cuerpo?
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Fotos de Mariano Piçarra, cortesía de la Fundación Gulbenkian y de la artista (excepto la primera, del autor)
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