15 de diciembre de 2025, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
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| Gerhard Richter, Flasche mit Apfel (botella con manzana), cat. 663-6, 1988, óleo sobre lienzo, 82x62cm, col. part. |
La enorme exposición Gerhard Richter en la Fundación Louis Vuitton (hasta el 2 de marzo), con más de 250 obras presentadas cronológicamente, realizada en estrecha colaboración con el artista, pretende presentarlo como a uno de los más grandes pintores vivos, y, especialmente como casi el único que es a la vez figurativo y abstracto. La cuestión que subsiste cuando se sale de la exposición, me parece que es la siguiente: «No hay duda de que Richter es un artista totalmente único en su trabajo figurativo por su modo de utilizar y desviar las imágenes fotográficas. Pero, en cuanto a sus pinturas abstractas, ¿es igual de original? ¿Qué ha inventado realmente en abstracción? ¿En qué se diferencia de los otros pintores de la abstracción geométrica y del expresionismo abstracto?»
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| Gerhard Richter, Flow (flujo), cat. 933-4, 2013, laca detrás de un vidrio montada sobre aluminio-dibond, 100x200cm, Paris, Fundación Louis Vuitton |
Sus cartas de colores (Farbtafeln) me parecen ejercicios puramente formales, inteligentes, sistemáticos, pero no se siente la emoción que sentimos con la obra de Malevitch, la complejidad de Mondrian o el juego de contrastes y oposiciones de Albers: no son sino cartas de colores. Sus monocromos grises dan testimonio sin lugar a dudas de una búsqueda exhaustiva de su parte, pero ahí también, frente a Klein o Malevitch se siente que falta algo, un vacío: no son sino ejercicios de pintura sin alma. Las pinturas que parecen gestuales atraen más, como el rasguño amarillo con fondo rojo de 20 metros de largo (Strich), salvo que no tienen nada de gestual ni de espontáneo, ni de vital como en la obra de Pollock, sino que son una composición minuciosa, centímetro a centímetro, muy bien realizada para que dé la impresión de ser un gesto. Richter es un pintor abstracto frío y calculador, simulador, y me parece que la corriente no pasa. En última instancia, en lugar de esos ejercicios de pintura, me hubiera gustado ver más sus experimentaciones más allá de la pintura: sus obras digitales (Strip) pero no hay sino dos en la exposición, o sus pinturas en vidrio (Flow), pero solamente hay una.
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| Gerhard Richter, Ema (Akt auf einer Treppe) (Ema, Desnudo en al escalera), cat. 134, 1966, 200x130cm, Colonia, Museo Ludwig |
Entonces, más que sus pinturas abstractas, lo que me fascina en la obra de Richter (y creo que es lo que quedará de él en 50 años), es su utilización de la imagen, la sublimación de la fotografía en la pintura. Podemos estar en desacuerdo con su visión despreciativa de la fotografía pero sólo podemos admirar su manera de digerirla, transformarla, difuminarla, de eliminar la superficialidad para obtener la esencia de la imagen. Algunas son pinturas sencillas sin mensaje particular: su tercera mujer amamantando a su hija (Betty), paisajes, su primera mesa, fundadora (Tisch), un ciervo (Hirsch). Pero la mayoría van cargados de sentido: bodegones magníficos, vela, flores o cráneo, como memento mori; retratos de familia que evocan el nazismo, su tío Rudi en uniforme y su tía Mariana que morirá por eutanasia; sus 48 retratos, todos de hombres, por supuesto. Cuando pintó a su primera mujer Ema desnuda bajando una escalera, es evidentemente un ataque contra Duchamp que había anunciado la muerte de la pintura.
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| Vista de la exposición, Gerhard Richter, Birkenau, Fundación Louis Vuitton (cat. 937, cada una 260x200cm), foto del autor |
Y algunas obras llevan deliberadamente temas políticos, a veces relativamente consensuales y a veces controvertidos. Un lienzo pequeño recuerda los atentados del 11 de septiembre contra las torres del WTC es a la vez discreto (no se ve nada, o casi) y expresivo (se entiende todo). Los cuatro lienzos sobre Birkenau muestran una forma de imposibilidad de pintar a partir de las famosas cuatro fotos de horno crematorio, pero las pone en escena de forma curiosa: al lado de las reproducciones vueltas a enmarcar de las fotos originales y frente a un espejo mural, elección extraña. Pensamos en el rechazo de la imagen de Lanzmann que decía: «Si yo hubiera tenido esas fotos entre las manos, las hubiera destruido», al opuesto total Didi-Hubermann en Imágenes pese a todo. Richter también aniquila las imágenes pintadas, pero sus pinturas convertidas en abstractas necesitan un contrapunto de imágenes originales (no obstante el reencuadre) a su lado: una elección problemática.
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| Gerhard Richter, Gegenüberstellung 2 (confrontación 2), cat. 671-2, 1988, óleo sobre lienzo, 112x102cm, New York, MoMA. |
La serie más controvertida es sin duda la del 18 de noviembre de 1977, que aquí ocupa una sala entera (con un «warning» en la entrada...): es el día en que encuentran a cuatro miembros del grupo Baader-Meinhof (Fracción ejercito rojo, RAF) muertos en sus celdas, «suicidados» inexplicablemente. En 15 cuadros, Richter pinta su muerte, Gudrun Ensslin colgada, Andreas Baader en un charco de sangre en el suelo, con un tiro en la cabeza, Ulrike Meinhof muerta, acostada en el suelo, imágenes repetidas, obsesivas. También la escena del arresto, una vista del entierro, una celda, un tocadiscos, un retrato de Ulrike Meinhof joven, y tres Confrontaciones, retratos de Gudrun Ensslin según unas fotografías tomadas durante un interrogatorio policial: nos confronta a nosotros, nos interroga. Sorprende que Richter que no sentía ninguna simpatía por la RAF, haya sido capaz, a través de ese paso de la foto policial a la pintura, de comunicarnos una emoción, un dolor, «como si el hecho de reproducir los eventos con imágenes diera la posibilidad de entenderlos, de vivir con ellos» (Notas, noviembre de 1988). Ahí está, para mí, el gran Richter, el inolvidable Richter.





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