29 de noviembre de 2022, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
El libro del historiador de arte, el suizo Henri de Riedmatten, sobre El suicidio de Lucrecia (Actes Sud, 2022, 300 páginas, 84 ilustraciones B&N y 16 planchas coro en un cuaderno central; servicio de prensa) es una suma muy completa sobre la representación del suicidio de Lucrecia en la pintura (y de manera marginal en el dibujo y la escultura) de los siglos XV y XVI, tanto en Italia como en Alemania y Flandres. Empieza con un análisis histórico y literario a partir del texto de Tito Livio y de algunas otras fuentes antiguas que muestran la esencia doble de este suicidio: reacción de Lucrecia a la violación y acto fundador de la República romana. En el primer capítulo analiza también la ambigüedad cristiana frente a ese drama: elogio de la virtud y de la castidad, o culpa del suicidio para introducir así la desconfianza agustiniana, Lucrecia se mata porque sintió placer cuando Sextus Tarquin, hijo del rey, la violó.
Marcantonio Raimondi, según Rafael, El Suicidio de Lucrecia, hacia 1510-12, buril, 21.2x13cm, Ámsterdam, Rijksmuseum |
El capitulo intitulado «Lucrecia política» analiza la dimensión fundadora del acto: Brutus testigo del suicidio jura vengar a Lucrecia expulsando a los reyes y transforma así un acto privado en acto político. El autor sitúa las representaciones en especial por Botticelli y Raimondi según Rafael, en el contexto de los Médicis, tanto en Florencia como en Roma y con el cardenal Juan de Médicis (papa León X) quien compone un poema en honor a una estatua antigua de Lucrecia que habían encontrado en el Tíber. También señala las similitudes entre las representaciones de Lucrecia con un tipo de Venus llamada «Louvre-Nápoles». Cada cuadro o grabado es objeto de un estudio exhaustivo y comparativo de formas y gestos que enriquecen la perspectiva.
Francesco Vecellio (atribuido.), Lucrecia, hacia 1530, óleo sobre lienzo, 102.3×64.7cm, Hampton Court Palace (Surrey) |
El capítulo siguiente «Lucrecia erótica» señala que con frecuencia Lucrecia es representada con los senos desnudos o totalmente desnuda, falta mucha más tela de la que se necesitaría para apuñalar el corazón. Es evidente que la imagen de Lucrecia tiene una dimensión muy erótica, en parte debida a la hipótesis del supuesto placer durante la violación. Esto se acompaña, a veces, de cierta ironía, como en el poema satírico de Giovanni Antonio Bazzi, apodado (con razón) Sodoma: «Sodoma pederasta; Lucrecia, ¿porqué te hizo tan vivaz? / Es porque cree que mis nalgas son las de Ganimedes». Es en Venecia en donde los cuadros de Lucrecia son los más eróticos, como por ejemplo el que se le atribuye a Francesco Vecellio (hermano de Tiziano), en el que ella cubre su cara con un velo para exhibir mejor su pubis: comparándola con estatuas de Afrodita, Riedmatten escribe que su suicidio «ya no sería únicamente el resultado de una reacción casta e inocente frente a un ultraje moral sino también el castigo que se impone como respuesta a su complicidad venusiana en el crimen.»
Lucas Cranach el Anciano, Suicidio de Lucrecia, 1533, óleo sobre madera de haya rojo, 37.3×23.9cm, Berlín, Gemäldegalerie |
En ese mismo capítulo el autor estudia minuciosamente unas Lucrecias de Durero (desnuda pero casta y erótica, viril) y, muchas de Cranach (mucho más sensual, hasta tal punto que bajo Maximiliano I repintaron una de ellas para ponerle una túnica horrible): no cabe duda de que Cranach pintó varias veces una Lucrecia seductora y ardiente (a pesar de la oreja deforme): «Lucrecia pone de relieve su desnudez despreocupada y voluptuosa y recibe la mirada del espectador masculino; una mirada que ella le devuelve de manera como mínimo ambigua y que llama la atención para por lo menos poner en duda y desprestigiar, no solamente la naturaleza del acto sino quizás las intensiones de la figura heroica ... Lucrecia con su actitud seductora alienta la respuesta sexual por parte del espectador: la pintura le infunde el fantasma de la violación y lo invita a que tome el lugar de Sextus Tarquin». Posiblemente una lectura neo feminista del cuadro de Cranach (además Lucrecia figura en esta Cena) sería diferente...
Maestro de la Santa Sangre, Lucrecia, hacia 1520-25, óleo sobre tabla de cedro, 57.7×43.3cm, Bruselas, Museos reales |
El último capítulo «Lucrecia religiosa» propone una tercera lectura de la figura de Lucrecia desde el punto de vista de su analogía con el Cristo y del sacrificio de su sangre, en especial en el cuadro del Maestro de la Santa Sangre, del cual un detalle figura en la portada del libro: no podemos sin embargo negar la dimensión sexual con la doble mandorla como una vulva, «el borde de la marta expresa una erótica de la vellosidad femenina para declarar una vez más la ambigüedad ontológica constitutiva de tales imágenes» y «el hilo de sangre que corre de la verdadera herida para juntarse con el bajo vientre y que literalmente une los dos lugares de la transgresión que se le hizo al cuerpo, entre violación y suicidio». Para concluir, es un libro apasionante, erudito y muy bien documentado (38 páginas de bibliografía, demasiado para este crítico) en el cual un análisis preciso y detallado de las obras se pone al servicio de un pensamiento original y creativo.
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire