(Articulo original en francés, aquí)
Oficina Brennan |
Salvo en el arte marginal (el cartero Cheval o Filippo Bentivegna), es bastante raro que un artista decida ocupar un terreno de gran tamaño para exponer en él sus obras, y en general, a los que les da esa locura tienen los medios para hacerlo al tiempo que confrontan su trabajo con el de otros artistas, como por ejemplo Daniel Spoerri en Toscana. Claro que hay museos y coleccionistas que pueden organizar un parque de esculturas con un solo artista, como por ejemplo el jardín Barbara Heptworth en la Tate St-Yves, o más extraño, el Sacro Bosco del príncipe Orsini en Bomarzo. Y es verdad que un artista puede abrir al público su taller al aire libre, como Anselm Kieffer. También hay instalaciones específicas de Land-Art (como las de Walter de María, James Turrell, ...), pero el único ejemplo que recordé ese día, fue el de una artista creadora de un gran espacio, el jardín de los Tarots de Nicki de Saint-Phalle, igualmente en Toscana. Ese día yo estaba en los alrededores de Recife, a orillas de la selva atlántica difícilmente preservada y descubrí un lugar extraordinario. Francisco Brennand, heredero de una rica familia de Pernambouc (no confundirlo con su hermano Ricardo que igualmente rico construyó cerca un parque-museo que no visité pero que me describieron como una especie de Disneylandia medieval) ha transformado desde 1971 una antigua fábrica familiar de tejas y ladrillos en un lugar de exposición de sus obras y únicamente de ellas, en un área de 15km².
Oficina Brennand |
Es una puesta en escena extraordinaria de su trabajo escultural, esencialmente de cerámica, un templo lleno de símbolos y de huellas de rituales con las marcas de una tropicalidad pagana y sensual. Todo está hecho para inspirar pavor y admiración, inquietud y asombro. Uno se pasea en medio de columnas fálicas coronadas con seres híbridos, se cruza una capilla de cúpula azulada en la cual flota un huevo primordial, bordea una alberca en la que cisnes negros de verdad protegen abstracciones calipigias. Todo está marcado con el sello del maestro, una especie de campana con un triángulo arriba (evitemos todo simbolismo de baja gama ...). Una obra en curso desde hace 45 años.
Oficina Brennand, Amarradas, 1981 |
Uno se maravilla y luego se interroga. Ese hijo de buena familia nacido en 1927, luego de una primera formación en Recife (especialmente con Alvaro Amorim y Abelardo da Hora) pasa tres o cuatro años en Francia (en donde fue allegado a Léger y Balthus) y en Italia en donde admira a Masaccio y a Piero della Francesca; perfecciona su técnica de ceramista en Deruta. Más allá de la técnica su estadía en Europa parece haber tenido una influencia limitada en su escultura pero no en su pintura. No creo que se hubiera vuelto tan célebre únicamente por sus lienzos, según lo que muestran en una de las construcciones del complejo : muchísimos desnudos bastante insípidos, sin calor ni fuerza, y unos paisajes de los que los mejores recuerdan algo los colores sosos de Munch. Solamente algunos lienzos llaman la atención, como unos cuerpos amarrados bastante evocadores de su erotismo pagano y brutal.
Oficina Brennand |
En cambio, su estadía europea y su cultura le inspiraron una infinidad de temas para su escultura : mitologías hebraica y griega, historia romana, pero también Juana de Arco, Paulina Bonaparte, Cyrano de Bergerac o Marat que aparecen en los títulos de sus esculturas. Brennand utiliza todo lo que tiene y se inspira de temas muy variados.
Oficina Brennand |
La hechura de sus esculturas de cerámica y su instalación ya no tienen nada que ver con el Viejo Continente. Allí no es más que exuberancia, motivos vegetales y abundancia de animales tropicales, paganos, desenfrenados. Vemos una forma de sincretismo, de antropofagia, de interpretación de la cultura antigua con nuevas formas, muy impresionantes y hechas para ello. El observador atento encontrará una forma que le recuerda a Picasso, o una plástica a la Brecker, incluso un ala a la Brancusi (también hay una columna sin fin), pero todos esos ecos se diluyen en una estética que los devora y asimila.
Oficina Brennand |
El asombro se instala cuando uno se interroga sobre la cultura brasileña : en este estado en donde el cultivo de la caña de azúcar fue sinónimo de esclavitud hasta finales del siglo XIX (no sé el origen de la fortuna de su familia), nada en absoluto evoca ni siquiera por casualidad, la cultura afro brasileña, sus formas o símbolos, juzgados sin duda indignos de figurar en su visión artística.
Oficina Brennand, templo del Sacrificio |
En cuanto a la cultura indígena, los amerindios no están presentes sino en una de las últimas construcciones del lugar (arriba), y no son los indígenas del lugar poco dignos de interés, sino dos grandes emperadores caídos, el azteca Monteczuma y el Inca Atahualpa, muchos más nobles que los pequeños jefes tupí-guaranís. Este distanciamiento de dos franjas importantes de la constitución del Brasil moderno no son para nada extrañas cuando uno conoce el desprecio de tantos brasileños por esas culturas populares. Brennand se libera del eurocentrismo tan común en su generación pero no llega a aceptar las culturas locales y se contenta con una tropicalidad como debe ser, que se limita a la fauna y a la flora.
Oficina Brennand |
Es un enfoque bastante sorprendente el que adoptó Brennand en el templo erigido en su honor : auto glorificación que no deja espacio para nadie más, ni influencias, ni pares, ni discípulos, una especie de autismo auto centrado, una postura que no tiene en cuenta las culturas locales solamente las formas, de cierta manera es una especie de hidroponía.
Oficina Brennand, Caín |
El hecho es que es una obra apasionante en un lugar fascinante. La cerámica se revela in situ, como arte del gesto, de la materialidad, de cierta brutalidad creativa, mucho más que en un museo clásico. Brennand no es muy conocido en Europa : una estancia en Venecia en 1990, exposiciones en Londres en 1989, en Berlín en 1993 y en Oporto en 2001; hay algunas estatuas en parques con esculturas o exposiciones colectivas y es prácticamente todo.
Francisco Brennand, Batalla de los Guararapes, Rua das Flores, Recife |
En el centro de Recife, un fresco de cerámica de Brennand (en bastante mal estado) celebra la batalla de los Guararapes contra los holandeses en 1648, con una forma que recuerda los tapices de Bayeux, una imagen que se despliega a lo largo de unos veinte metros. Es divertido ver la bandera brasileña actual (que existe desde 1889) empuñada por los soldados portugueses.
Marc Lenot es el autor del blog Lunettes Rouges.
Fotos del autor.
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