(artículo original en francés, aquí)
Vasco Araujo, Vulcano, 2012 |
De pequeño yo vivía cerca de los Puys de Auvernia, apagados desde hace miles de años, y recuerdo mi sorpresa a propósito de una erupción lejana y mortífera de la que hablaban los periódicos (me parece que en Tristán de Acuña), mi padre me explicó que como la tierra volcánica era muy fértil, los campesinos escogían a propósito vivir y cultivar al pie del volcán a pesar del peligro. La ambivalencia del volcán, el equilibrio peligroso entre vida y muerte, entre catástrofe y fertilidad, me impresionaron muchísimo, sin duda pues, sin tener en cuenta solo el volcán, este dilema es válido en muchas otras situaciones humanas, y recordé todo esto durante la excelente exposición de Vasco Araújo, Vulcano, en la galería Presença en Oporto ( hasta el 28 de febrero)- una obra que ya había presentado en el Museo de Geología de Lisboa en 2013.
Vasco Araujo, Vulcano, 2012 |
Aquí se trata del Vesubio, por consiguiente de Pompei y de todas las imágenes que la ciudad muerta nos recuerda sin problema, Gradiva por supuesto y las huellas sin los cadáveres en Viaggio in Italia, y Nápoles también, en donde el peligro mortal omnipresente se imprime en la vida cotidiana, en la alegría pesimista de los napolitanos, en su relación familiar con una muerte casi domesticada, y, sobretodo en su religiosidad tan poco ortodoxa y tan sin igual, de San Jenaro a los cráneos de la iglesia de las Almas del Purgatorio.
Vasco Araujo, Vulcano, 2012 |
Para Araújo, el volcán es una metáfora de la vida humana, del mal viene el bien y del bien viene el mal. Su video de 17 minutos es un largo monologo, parece que dirigido a un amigo, recitado con voz trágica, que, pasando del drama al exordio, explora en todos los sentidos la ambivalencia humana y volcánica. Podríamos perdernos por el lado de la resurrección (de la muerte nace la vida) o del Fénix (renaciendo de sus cenizas), pero el argumento se cuida de toda religiosidad, de todo misticismo, de toda espiritualidad, para quedarse en los fríos y claros limites de una filosofía que podríamos tal vez calificar de platónica.
Vasco Araujo, Vulcano, 2012 |
La metáfora volcánica del miedo al cambio profundo de si mismo, de la angustia frente a las mudas a las que el mundo (o nuestra conciencia del mundo) nos obliga, ilustra la toma de conciencia de si mismo que se volvió necesaria, indispensable, vital para la revolución-erupción del mundo actual, de la crisis de identidad que tenemos que atravesar. Incluso si se trata de una obra ahistórica, intemporal, es también, profundamente, una reflexión política, cultural, esencial, de la cual no podemos escapar.
Vasco Araujo, Vulcano, 2012 |
Con una música bastante emotiva de Górecki, el video está ilustrado con cuadros de dos tipos diferentes (que se ven en la exposición en una media docena de composiciones con texto y cuadros) : los unos son retratos (de un pintor contemporáneo, João Fitas) de un hombre hermoso, grave, de facciones finas, que emergen de un claro oscuro bastante caravagiesco, que corresponden con las emociones de la palabra. Los demás son reproducciones (por el mismo artista (quitando toda huella de presencia humana)) de cuadros del siglo XXVIII que representan una erupción del Vesubio. Los cuadros originales fueron un encargo de Sir William Hamilton, embajador inglés ante el rey borbón de las Dos Sicilias a finales del siglo XVIII, quien, muy al estilo de curiosidad científica de las luces (un siglo más tarde, hubiera sido a través de la fotografía), quiso estudiar y documentar el fenómeno natural al cual asistía (y este estudio es el único tema -tanto como la relación amorosa entre su esposa Emma y el almirante Nelson- de la novela de Susan Sontag, The Vulcano Lover).
Vasco Araujo, Vulcano, 2012e |
Impresionan más los detalles, la lava, el humo, la proyección de rocas que por las vistas generales (más o menos realistas) del Vesubio humeando, que son bastante clásicas. La materia misma una vez sacada de su contexto adquiere una dimensión pictórica casi expresionista : más que del preromanticismo, creemos estar viendo composiciones que van hacia la abstracción, y nos sorprendemos pensando en los paisajes de nieve de Munch, en los juegos de luces de Kupka, incluso en los Equivalents nublados de Stielglitz, representaciones puras de la materia sin marco, sin dirección, prácticamente sin referente.
Vasco Araujo, Vulcano, 2012, foto Miss Dove |
Entonces, es a través de cuadros repintados que, de nuevo, Vasco Araújo nos lleva a reflexionar sobre lo humano, sobre la identidad, sobre la ambivalencia. Ese recorrido que hace indirectamente lo que aparentemente le gusta, se divide aquí con el idioma, pues el relato del video y los textos de las composiciones visuales en las paredes de la galería están en italiano, lo que crea obligación, complicación, traducción (explícita en los subtítulos de la película o implícita en el esfuerzo que hacen los visitantes de habla portuguesa para descifrar los textos que acompañan los cuadros), como si fuera un filtro que vuelve más complicado, más difícil el acceso a la verdad. O quizás haya que ver una forma de pesar, de añoranza, de respeto hacia la riqueza italiana y hacia la fascinación que ha ejercido desde el Renacimiento; el temblor de Lisboa, incluso si Voltaire lo convirtió en un símbolo de la fragilidad humana, ha inspirado mucho menos a los artistas y poetas que las erupciones de Vesubio.
Vasco Araujo, Vulcano, 2012, foto Miss Dove |
En todo caso, la alegoría del volcán como detonador de la conciencia humana y como elemento purificador, a través de una destrucción creadora, no deja indiferente.
Las dos últimas fotografías son de Susana Pomba (Miss Dove).
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