samedi 6 décembre 2014

Fotografía o Posesión (Morgane Adawi)

27 de noviembre de 2014, por Lunettes Rouges



(Original en francés aquí)




Éramos solo algunos en la sala cuando las lámparas del techo se apagaron dejándonos unos segundos en la oscuridad antes de que una luz inactínica nos envolviera en una niebla roja que atenuaba las formas. Entonces entró una jovencita con los pies descalzos, el cabello atado, pantalón negro, camisa blanca, que se puso entre dos pupitres y se quitó la camisa con gesto frío, clínico, totalmente desprovisto de cualquier erotismo. Mientras que nuestros ojos, rebeldes ante la frialdad, se fijaban en el esplendor de sus senos, ella, con la mirada fija tomó un marcador con el cual fechó y firmó una decena de hojas de papel fotográfico que había sacado de una bolsa. Luego se untó de crema el seno izquierdo con tan poca sensualidad como una religiosa enfermera (en la época en que todavía moraban en los hospitales). Empezó entonces su rito mecánico : untar un seno con revelador y oprimirlo con una hoja de papel de fotografía durante unos segundos, ir a colgarlo detrás de ella en una cuerda con un gancho de ropa, volver hacia los pupitres y volver a empezar. Y a nosotros espectadores voyeurs nos tocaba imaginar que el gesto de la untada o que la presión sobre el seno variaban imperceptiblemente, a veces con más fuerza, a veces con más languidez, a veces con más moderación; y continuaba inexorablemente su trabajo de obrera en la cadena, esclava de su protocolo mecánico impersonal. Después de cada serie, nuevo paquete de hojas firmadas y fechadas, luego cambio de seno. Sin su belleza, hubiéramos podido estar ante un ballet mecánico, una actuación de robot. La jovencita desnuda se había vuelto un objeto fotográfico. Sin ruido, únicamente el del marcador en el papel y nuestros alientos contenidos, ni una sonrisa, ni un contacto visual. Ningún erotismo, sólo aquel, casi perceptible de nuestras imaginaciones ante su plástica. Y a la espera del final que se acercaba, con la incertidumbre de lo que produciría ese gesto, sin comprender ese mecanismo de producción, que generaba en nosotros una especie de preocupación.






Cuando la pared se llenó de papeles, ella se vistió, descolgó las hojas y se nos acercó para darnos una a cada uno : en nuestras manos, un pedacito de papel de foto en el cual y con esa luz no veíamos nada. Una vez que todos estábamos servidos, salió y la luz blanca volvió brutalmente. Nuestros ojos, estaban saliendo del dulce letargo rojo que los había tranquilizado, y de repente violentados por la claridad, fueron distinguiendo poco a poco en el pedacito de papel que teníamos preciosamente en las manos, formas de tonos claros, azules o rosas : la huella del seno, tan directa como una verónica, que emergía poco a poco de la nada ante nuestros ojos. Mientras que conservábamos el recuerdo de su cuerpo, y que ahora había desaparecido detrás de la escena, asistíamos en directo, en nuestras manos, a la aparición de una imagen incompleta, su cuerpo ausente, retirado, se volvía presente. Éramos testigos del nacimiento de una imagen, y esa imagen era un pezón. Ese papel había tocado su seno y ahora podíamos tocarlo, no era solamente una simple impresión de fotos, era también el eslabón de una relación háptica, único intermediario entre nuestras manos ansiosas y rapaces y la piel de su seno. Por otro lado, no era la textura de su piel lo que creíamos sentir en lugar de la textura de las sales de plata? Cada huella, cuerpo del contacto entre piel y papel era el resultado de una caricia única, intima, reveladora.




Fue entonces cuando mudos y recogidos, agachados sobre nuestras palmas, sin atrever un movimiento por temor a perturbar el nacimiento, contemplábamos casi religiosamente el surgimiento del pezón en el centro de nuestra imagen, cuando uno de nosotros exclamó: "Pero si no fijó las fotos !". Y en efecto, las imágenes que teníamos entre las manos estaban hechas para ser efímeras, desaparecerían poco a poco, amarillentas, borrosas; es verdad que estaban firmadas y fechadas pero pronto ya no representarían nada. Entramos en su intimidad, disfrutamos de su desnudez pero solo conservaríamos un recuerdo mental que, como la imagen, se iría borrando con el tiempo. Había influenciado el juego, nos había engañado. Nuestras miradas ansiosas habían intentado transformar su cuerpo en maquina de producción : producción de erotismo, de fantasma, de suceso, de arte, pero no se había producido nada que pudiéramos poseer. Ella se había escapado, se había escapado de nuestro deseo, escapado de nuestra coleccionitis, se había escapado de nuestras ideas preconcebidas, se había escapado de su condición de mujer artista. Libre, a partir de ahora sólo existiría en nuestros recuerdos, los que poco a poco se borrarían.





Morgane Adawi, es alumna de tercer año de la Escuela de Fotografía de Arles, había hecho fotografías-impresiones de sus senos (y de su sexo), pero hasta ahora las había realizado secretamente en su estudio, para mostrar al público - profesores, compañeros, o aficionados- únicamente el producto terminado (y fijado) de sus investigaciones sin mostrar el proceso. "Es una fotografía íntima y de caricia, una fotografía que hasta ahora había practicado sola, en secreto, aislada en mi cuarto de baño, cuarto oscuro improvisado : buscaba con las yemas de los dedos la imagen de mis pezones parados, la imagen de mi vulva invisible para mi misma, y recogía la huella del contacto entre el papel y mi piel. Yo era la única dueña escondida de ese abrazo masturbatorio, de ese encuentro filtrado entre partes secretas de mi cuerpo de jovencita e impresiones fotográficas reveladas luego a la mirada de los demás.
Cada fotografía era única, imagen háptica de una caricia y de un abrazo : memorias de la dulzura sonriente de mi seno, huellas del deseo silencioso de mi sexo. Y, desde mi orgullosa soledad, ofrecía las impresiones a la mirada de los demás, a los fantasmas de los demás, presumiendo sin rodeos ni pudor de la imagen de las joyas mas preciosas de mi cuerpo"*
Decidió hace algunos días, por primera vez, hacer una representación de arte en vivo, gracias a la acogida de la Galería Laure Roynette. Pero la presencia del público llevó a la artista a modificar un poco las reglas : como el peso de la mirada pesaría más sobre su cuerpo que sobre la imagen producida, como el gesto convertido en público sería para la mirada del espectador, entonces, le pareció que la representación no debía generar obras para conservar, únicamente la firma de la artista añadida sobre nada.



Morgane Adawi, superficies sensibles, 2014

La obra de Morgan Adawi interroga de forma evidente la feminidad, la sexualidad y la relación del cuerpo con el cuerpo del otro; insiste sobre el gesto y su implicación física, comprobándolo a través de la repetición y el agotamiento. También se preocupa por la naturaleza de las formas que produce de esta manera, que se sitúa entre huella, documento y objeto autónomo. Tengamos en cuenta que trabaja con una técnica que podríamos calificar de "pasada", la fotografía argéntica, que le permite trabajar no solamente sobre la representación sino sobretodo sobre la ontología fotográfica, sobre la esencia misma de la fotografía. Gracias a que la fotografía numérica ha liberado la argéntica de su tarea de representar el mundo (al igual que la pintura en 1880 había sido liberada de su tarea de representación gracias a la popularidad naciente de la fotografía) que tal libertad es ahora posible. A su manera, como una pionera, Morgane Adawi, también, juega contra el aparato.



Morgane Adawi, superficies sensibles, 2014



Nota deontológica : el autor contribuyó a la realización de esta representación de arte en vivo.


El texto presentado arriba  entre comillas fue reescrito por el autor a partir de un texto de M. Adawi.


Las fotos de la representación son de Marion Baldi.

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