2 de diciembre de 2024, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
Nan Goldin, Nan after being battered, 1984 |
Parece un estereotipo, pero las artistas mujeres hablan de la intimidad ¡muchísimo mejor que los hombres! En todo caso, es lo que se siente en la exposición «Intimités en fuite ; autour de Nan Golding» -Intimidades fugitivas en torno a Nan Golding- ; en el MAC/CCB (ex Museo Berardo, de donde el presidente acaba de hacerse despedir, mínimo, inelegantemente) en Lisboa (hasta el 31 de agosto). En la pared a la derecha, unas cien fotografías de Balada de la dependencia sexual de Nan Goldin (cuya valiente intervención en Berlín, sobre el genocidio en curso está presente en todas las memorias). La intimidad aquí no son tanto la desnudez, el sexo o la droga, sino más bien, la complicidad, la empatía, el apoyo, la ternura.
Rineke Dijkstra, Olivier, 21 juillet 2000 – 13 juillet 2003. |
En las salas de enfrente, 34 otros artistas, tanto hombres como mujeres. Pero la curadora (Nuria Enguita, nueva directora del museo) parece haber escogido obras masculinas más distantes, menos íntimas ((Brauner, Delvaux, Bellmer: todos son artistas de calidad, claro, pero que miran más la intimidad sin ser actores), incluso artistas de los cuales uno se pregunta qué están haciendo ahí (por ejemplo Yves Klein y su salto al vacío: ¿lectura en primer grado?); Bruno Pacheco y Wolfgang Tillmans son los únicos que logran compartir una emoción más íntima. Y por ejemplo, la performance de Sanja Ivekovic que recibe a los visitantes con los ojos vendados al son de latidos de corazón es inmediatamente más directa y conmovedora. Con alegría volvemos a ver a Chantal Joffe y sus figuritas, Ana Mendieta ataviándose con una barba y un bigote postizos, Marina Abramovic y Ulay cruzándose desnudos, Helena Almeida recorriendo su taller a zancadas. Los siete retratos del legionario Oliver Silva por Rineke Dijkstra, y su transformación en tres años, de adolescente incómodo a soldado experimentado, son de manera sencilla y notable la demostración de la intimidad que una fotógrafa puede crear con su tema. Como lo muestra el texto de presentación, esta exposición, por querer ser demasiado intelectual, pierde un poco la dimensión emocional de la intimidad.
Ângela Rocha, Metade dos Minutos, 2023 |
Si en esta exposición éramos espectadores de la intimidad, en la instalación de Ângela Rocha en Culturgest (hasta le 5 de enero) podemos experimentarla. Subimos a la escena en un teatro pequeño (la artista es originalmente, escenógrafa de teatro), no nos atrevemos a tocar un escritorio cubierto de agujas afiladas, que atrae y repugna al mismo tiempo (hay que acariciarlas por el buen lado), después se entra para hundirse en un laberinto estrecho con paredes iluminadas con un haz de fibras ópticas. Se rozan aquellos ramos cegadores que se animan a nuestro paso y con nuestro aliento; no se puede cruzar a otro visitante sin que , involuntariamente, los cuerpos no se toquen, es como un desafío libertario pos-covid. Uno toma consciencia de su cuerpo, se abandona y tiene la sensación de hundirse en un cuerpo vivo, como en el útero del Taller van Lieshout o en las esculturas habitables de Niki de Saint Phalle en Toscana. Luego, en la penumbra al exterior del cubo-laberinto, las manos acarician las paredes rosadas afelpadas, como una delicadeza después del climax interior. Una obra íntima, sensual y táctil, que le devuelve su valor al cuerpo y a las manos.
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