dimanche 28 janvier 2024

Gilles Aillaud, en dos tiempos y algunos movimientos


17 de enero de 2024, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Gilles Aillaud, La Mirilla (pared amarilla), 1969, 117x90cm, col. part.


Desde luego que a Gilles Aillaud siempre le gustaron los animales, y los cuadernos de su infancia en la exposición del Centro Pompidou (hasta el 26 de febrero; ver las imágenes aquí) nos lo recuerdan. Pero estamos lejos del naturalismo de François Pompon o de la cursilería de Rosa Bonheur. Y el subtítulo de la exposición, «Animal político», es revelador. Aillaud fue filósofo antes de ser pintor, también fue dramaturgo y decorador, y ante todo fue poeta. Podemos decir de él (como decía Jean Gênet en Gênet à Chatila -existe en inglés-) que su relación con la política es «una relación amorosa inédita puesta en juego en […] un arte poético», frente a las «sirenas desengañadas que cantan el espíritu de la época.» Aillaud dijo que aunque pintara animales encerrados o desplazados, no se trataba de pintar la condición humana sino más bien la ambigüedad de la relación entre el hombre y el animal y «la singularidad de los lugares en donde se lleva a cabo el secuestro silencioso e impune». Leer el bonito texto de Mylène Ferrand. Aquí tenemos dos lienzos directamente políticos, el uno sobre Viêt-Nam y el otro sobre la catástrofe de Fouquières-lès-Lens (pero no está el lienzo adquirido recién por Pompidou y pintado con otros cuatro artistas, entre ellos Arroyo, y cuyo título completo que con demasiada frecuencia abrevian, es «La Datcha, o Louis Althusser dudando en entrar en la datcha tristes mieles de Claude Lévi-Strauss en donde están reunidos Jacques Lacan, Michel Foucault y Roland Barthes en el momento en que la radio está anunciando que los obreros y los estudiantes decidieron abandonar alegremente su pasado»; por esta vez podemos leer a BHL). Pero el otro lienzo no animal (aquí arriba) es mucho más elocuente: data de 1969, dos años después de La Sociedad del Espectáculo, seis años antes de Vigilar y Castigar (Foucault fue el único que salió de la datcha con la creación del GIP), justo después del compromiso de Gilles Aillaud con Mayo 68. No es sino una puerta, un dispositivo técnico sencillo, arquitectural; la pintura amarilla se agrieta, el suelo de pequeñas baldosas multicolores parece inestable y la mirilla está prevista para un enano al menos que la puerta mida 4 metros de altura. Nada trágico a primera vista, pero enseguida, uno se siente encerrado, atrapado en una estructura de control, de vigilancia, de opresión. 


Gilles Aillaud, Reja y alambrado, 1971, 195×250.5cm, Fundación Gandur, Ginebra


Más que animales, Aillaud pinta rejas, jaulas, fosas, ataduras, encierros: da la casualidad de que las víctimas son los animales pero podríamos ser nosotros. La reja podría ser un checkpoint en Palestina ocupada. El patio podría ser en la cárcel de la Santé. La jaula podría ser la de Abu Ghraib o de Sde Teiman. El cercado... etc. Especista o no, es para estremecerse. 


Gilles Aillaud, Orang-outang, 1967, 195x130cm, col. part.


Y cuando detrás de las rejas se encuentran felinos o un primate, sentimos más intensamente la cesura, la fractura entre el hombre y lo que le hace a otros seres vivos, aquí animales, allá humanos. 


Gilles Aillaud, Los pájaros del lago Nakuru, 1990, 200.3x452cm, col. part.


En 1988, Gilles Aillaud se va cuatro meses para Kenia con Franck Bordas quien le permite producir allí unas litografías para su Enciclopedia de todos los animales, incluyendo los minerales (cuyas planchas exponen aquí) y Jean-Claude Bailly quien redacta los textos, la descripción de su experiencia está en un ensayo en el  catálogo. Viaje exclusivamente animalista: el país no le interesa para nada, ni los kenianos, ni los derechos del hombre y, salvo error, a la vuelta, por su parte, no expondrá su trabajo. Un viaje exótico vagamente colonial quizás, pero ante todo, una experiencia casi iniciática de reconciliación con la naturaleza. De una pintura del encierro, Aillaud pasa a una pintura de apertura, de grandes espacios, de respiración; de ahí en adelante una fusión sin trabas de formas entre los animales y la naturaleza, con una paleta más suave de líneas menos duras: se siente su felicidad. Se acaba la denunciación (¿demasiado simplista?) del encierro: otro artista, otra reflexión sobre la animalidad y la humanidad. 



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