4 de febrero de 2021, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
Marcel Bascoulard, ST, 12.7x9cm, MaB296 |
Es verdad que conocemos a Marcel Bascoulard (1913-1978) como el vagabundo que hacía unos muy bonitos dibujos de su ciudad (y subsistía vendiéndoselos a sus conciudadanos); sabemos también que probablemente traumatizado por el asesinato de su padre por su madre cuando él tenía 19 años, se retira más o menos del mundo, reticente a la idea misma de familia, y a él también lo asesinaron a los 65 años en un antro, víctima de alguien más perdido que él, posiblemente por habérselas dado de multimillonario ante el micrófono de Stéphane Collaro. Sus dibujos urbanos, bastante bien hechos, carecen de seres humanos, son repetitivos y no brillan por su originalidad: él mismo se quejaba de ello, reducido a lo que la clientela le pedía para poder subsistir y no se atrevía a aventurarse demasiado haciendo dibujos más abstractos que le parecían invendibles. No lograba entonces escaparse de aquellas obligaciones de mimetismo «fotográfico» de lo real en el ámbito del dibujo, y es a través de la fotografía que le dio rienda suelta a su fantasía: pero la fantasía estaba más en la vestimenta que en la fotografía.
Marcel Bascoulard, ST, 13x9cm, MaB202 |
Marcel Bascoulard, aquel Diógenes más bien misántropo, sucio, hirsuto, pordiosero y hediondo, se vestía de mujer y se paseaba por las calles de Bourges (de ahí los tumultos e intervenciones de la policía, especialmente cuando le ponía a su traje el letrero «a la mierda la sociedad»). Algunos de sus trajes son blusas grises deformes y rotas pero otros son más elegantes, inspirados en figuras de moda que él dibuja y que una costurera que paga con dibujos le fabrica. Son de cuero sintético o plástico negro, se acercan al estilo ciencia ficción incluso al estilo sadomasoquista, aunque la mayoría son trajes burgueses convencionales, a veces con bolso, una que otra vez con sombrero de copa y siempre o casi siempre con un trozo de espejo, entre aderezo y metáfora de la fotografía. Es modelo antes que fotógrafo, un modelo-creador de la puesta en escena de sus retratos y que utiliza el temporizador o le pide a cualquier transeúnte o conocido que inmortalice su pose, siempre con el mismo protocolo y el mismo encuadre; a menudo regala las impresiones (la mayoría de las veces únicas). Aunque sus rasgos suaves y su pelo más bien largo podrían demostrar cierta ambigüedad, no hay sexualidad evidente en sus retratos : su travestismo revela más asexualidad que transexualidad. Pero sin hablar de su gusto por los vestidos, podemos suponer una forma de identificación con su madre asesina, y, una feminización inconsciente del mundo en el cual el hombre sin estar ausente sería secundario. Pero sabemos poco de la psicología de Bascoulard.
Marcel Bascoulard, Pose 7, 28 de junio de 1969, 12.8x9cm, MaB230 |
La aparente asexualidad lo distingue de los fantasmas sexuales refinados de Pierre Molinier, de la sofisticación provocadora y de mal gusto de Luciano Castelli, de la búsqueda identitaria de Urs Lüthi, de la rebelión corporal de Michel Journiac, o, en un universo similar, de la obsesión rubenesca de Marian Henel (1926-1993). Solamente algunas de las composiciones de April Dawn Allison (Alan Schaeffer, 1941-2008) tienen el mismo estilo ordinario de buena mujer que Bascoulard en maruja sin pretensiones; mientras que otros son más francamente eróticos lo que hace que se les ponga la etiqueta LGBTQ, algo que nadie se atrevería a hacer con Bascoulard.
Marcel Bascoulard, ST, tinta sobre papel, 31x48cm, MaB288 |
En 2019 en Arles vimos fotografías de Bascoualrd. La Galería Christophe Gaillard, las muestra por primera vez en 2016 y prepara el catálogo razonado del cual en este momento presenta unas veinte (hasta el 27 de febrero) con un fondo de papel de colgadura con árboles que recuerda los árboles delante de los cuales a Bascoulard le gustaba hacerse fotografiar. También hay un dibujo onírico. Conocemos algunos «dibujos humorísticos» de Bascoulard (« Boulangerie-Tapisserie » en 1962, « L’Optisien Fotographe » en 1963, « Le paternel à Bébert » en 1972) los cuales, ya se diferencian completamente de sus vistas repulidas de Bourges, pero este dibujo es mucho más complejo. Se trata de un festín de motivos que se ensamblan, se mezclan, se penetran y estallan en todos los sentidos sin importar las escalas: humanos, un caracol, gallos (ahorcado o tirando un cañon), una trompeta, un tenedor, un gancho, nada tiene sentido, es una anarquía de formas que recuerdan al Bosco y a Dalí. Cada elemento de la composición abre puertas secretas. Detrás de la fachada del taciturno casto dormían sin duda algunos monstruos de los que no sabremos nada. Otro indicio de su secreta complejidad, este lapsus (?) por parte de un hombre que era autodidacta pero culto, políglota, frecuentaba la biblioteca, copiaba mapas de los atlas sin errores, y en sus numerosos poemas dominaba perfectamente la ortografía: «si me paseo vestido de mujer, es que (soy) amo este traje más estético»; a Lacan le hubiera encantado. [Catálogo de 96 páginas, textos de Patrick Martinat y Damien Voutay, 11 dibujos, 50 fotografías].
El Fetichista, ST, 2001, 15x10cm |
En la misma linea de fotografía poco convencional, hay que mencionar la exposición que terminó hace poco, de un fotógrafo anónimo y desconocido que el galerista Christian Berts bautizó «el Fetichista»: decenas de fotografías de piernas de mujer tomadas en la calle, en las terrazas de los cafés, en los bancos públicos, una obsesión monomaniaca (más enfocada que la de Tichý). Y dentro del conjunto no solamente tenemos las medias de Thierry la Fronde sino también autorretratos que se limitan a la mitad inferior de su cuerpo igualmente con medias. [Catálogo de 200 páginas con textos de Marc Donnadieu y Magali Nachtergael].
Fotografías cortesía de las dos galerías.
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