(artículo original en francés, aquí)
foto Bruno Lopes |
Aquí ya no se trata simplemente de dormirse delante de un vídeo, ni de dormir en un hotel lleno de obras de arte sino realmente de pasar una noche o dos en una cama de verdad en un museo de verdad. Experiencia rara : el Palacio de Tokyo lo ofreció pero en un contenedor sobre el techo (y por una tarifa exorbitante); el visitante número 10 000 000 del Rijksmuseum fue invitado a pasar la noche en su interior ante los Rembrandt; y, hace 30 años, Jean Dethier, al preparar para Beaubourg una exposición sobre el diseño de los cuartos de hotel, quiso transformar El Centro Pompidou en hotel en el cual hubiera sido posible pasar la noche durmiendo en la exposición misma (la seguridad no quiso). No se trata (a mi edad…) de inscrustarse clandestinamente, a la Ben-Ner en Ikea o a la Lazar Kunstmann en el Panthéon. Si comer y beber en los museos no es extraño (y también con Patrick van Caeckenbergh en la Maison Rouge o con Rirkrit Tiravanija más o menos por todas partes, o a veces para levantar fondos con ricos mecenas), pasar la noche en el museo en más que raro. Entonces, acabo de pasar dos noches en el Museo de Arte, de Arquitectura y de Tecnología de Lisboa (Belém), una antigua planta eléctrica transformada en museo hace 11 años (es en esa parte en donde dormimos) y cuya bellísima extensión desde el punto de vista arquitectural, recién fue inaugurada.
foto Bruno Lopes |
Es lo que propone la artista portuguesa Ana Perez-Quiroga (hasta el 9
de octubre) : en este proyecto invita a curadores, artistas, críticos, a dormir allí, intercambiar con ella y con los visitantes, para que luego narren sus experiencias. Ante todo, no es por nada si la reservación se hace a través de Airbnb (en donde el alojamiento está clasificado como cabaña), cuando uno sabe que el espíritu y el encanto de Lisboa se están marchitando bajo la afluencia de los turistas y cuando uno ve que barrios enteros (como Altama) están ocupados especialmente con arriendos para turistas y casi vaciados de sus habitantes locales que ya no pueden alojarse allí. Bueno, en el nivel inferior del museo, en donde estaba la sala de cenizas (todavía vemos las carrileras para los carritos), un jardin/playa y una casa. La arena de la playa es en realidad de corcho, las paredes muestran 14 variedades de azul para el mar y el cielo; podemos perecear en sillones de playa mirando videos de la artista. La casa es cómoda y agradable, los muebles los diseñó la artista y están estampillados APQHome, además todo está en venta : son entonces objetos de arte que merecen un multiplicador de precio elevado : un tenedor, 25 euros y el pequeño aspirador 350 euros. Lo que veo ahí, más que una manera fácil de ganar dinero gracias a los tontos, es una denunciación sutil de los mecanismos financieros del mundo del arte, en linea directa con R. Mutt.
Y ¿qué hace uno durante dos días en el interior de un museo? no se está preso, se puede salir para pasear al sol a orillas del Tajo, visitar las otras exposiciones a las horas de apertura (12am-8pm), leer, escribir, enviar mensajes (yo estaba en el momento en que anunciaron la tentativa de d'artwashing con la pretendida Bienal del Mediterráneo), y sobre todo, hablé con algunos visitantes, con aquellos que parecían interesados por el proyecto, recuerdo, portugueses, estadounidenses, canadienses, mejicanos, un colombiano, italianos, franceses, una suiza, españoles, escoceses, ingleses, holandeses. Cosas que recuerdo, entre otras :
- N & S con su bebé de 5 semanas, interesados por todo y por el neón azul
- los comisarios de una exposición anterior de la artista
- dos jóvenes escoceses a quienes invito a una
cerveza
- H & V con quienes hablo de Nápoles
- dos encantadores chicos traviesos quienes, apenas doy la espalda, escriben palabrotas en el libro de oro
- una arquitecta griega que vive en Australia, a la que le parece que es la mejor exposición del MAAT y que me pregunta "puesto que todo está en venta, ¿porqué no usted?"
- un inglés de la región de Newcastle que se detiene ante los enormes pilares metálicos y muy emocionado me dice que trabajó en la acería de donde provienen, hoy cerrada
- una de la mediadoras del MAAT, más curiosa o menos tímida que sus compañeras (página 68), con quien hablamos de Miroslav Tichy
- y una tropa de scouts...
¿Y de noche? Pues de noche, salgo a cenar y después a dormir, sin que la luz del día me despierte (lo que me hace falta). Me hubiera gustado deambular por las salas del Museo en medio de otras exposiciones y :
-romper la pared de Fernanda Fragateiro
- hacer músculo en los aparatos inaccesibles de Igor Jesus
- recorrer el astroturf de Carlos Garraicoa (arriba)
- o desplazar los cuadros de Ana Cardoso y perturbar el orden de conmutación (me parece la mejor pieza de esta exposición colectiva), pero claro que no pude hacer nada de todo eso ... (y, a propósito de las otras exposiciones, estuve de acuerdo con la arquitecta griega).
Dos informaciones complementarias :
- el 8 de septiembre pueden ir de fiesta
- hay almuerzo el 7 de octubre.
foto Bruno Lopes |
¿Qué enseñanzas sacar? Primero que el paradigma de Ana Pérez-Quiroga sobre la porosidad de la frontera entre público y privado, entre íntimo y expuesto, sobre el cual está basada toda su obra, funciona perfectamente : estoy "en casa" pero cualquiera puede entrar, sentarse en un sillón o probar una cama. Es cierto que son visitantes de museo a priori bien educados y que sólo es entre 12am y 8pm, pero yo siento cierta forma de molestia, de situación desagradable (y evito rascarme la nariz). Es una forma de transmutación, de alteración del cotidiano. Luego, el hecho de estar allí, ni artista, ni mediador, ni visitante, me lleva a reflexionar sobre mi sitio, y por consiguiente sobre lo que es un museo y cómo lo percibimos. En fin, ello cuestiona sobre el papel de la artista misma, para quien esto, es una obra de arte total, pero que desaparece el primer día después de recibirme : creó un dispositivo y luego lo deja funcionar, un poco como en la linea de lo que Franco Vaccari hizo en Venecia en 1972 (y en otras partes...), me parece.
Ana Pérez-Quiroga, Cubiertos Swissair, 32 €, 2014 |
Es entonces un proyecto emblemático del enfoque de la artista entre público y privado. Es así que ha realizado todo un proyecto artístico en torno a su apartamento, con un catálogo sistemático de todos los objetos que allí se encuentran, y la posibilidad de compartir su comida y su espacio de vida, y la de comprar cualquiera o todas sus posesiones. El apartamento ya no se compone de zonas tradicionalmente privadas (habitación, cuarto de baño) y de zonas públicas (sala), todo se mezcla. Su sensación de intimidad no está basada en sus posesiones (ni en su cuerpo), sino en sus sentimientos, sus pensamientos : su pudor protege sus afectos, no su desnudez. En otras instalaciones de su Breviario del Cotidiano, objetos robados aquí y allí en lugares públicos, cucharitas de café, bolsitas de azúcar, audífonos distribuidos en aviones, etc. se exponen en vitrinas de museo, numerados, catalogados, documentados : lo que hicimos un día y de lo que no nos vanagloriamos se muestra aquí, confesión pública (sabiendo que los robos de obras de arte siguen impunes, metopes del Partenón con Bodas de Caná).
La abolición de la distancia entre vida privada y su postura de artista se encuentra en numerosas obras suyas. He visto, en el Museo del Chiado, una instalación en la que, sobre una pared tendida de rojo, para evocar un interior burgués tradicional, había dispuesto 35 platos de porcelana decorados con una imagen de ella (impresa sobre la porcelana como los retratos de los difuntos en las piedras tombales), desnuda sobre una mesa, expuesta como una mercancía, un objeto de consumo (lo que deseaba la arquitecta griega con quien me encontré en el MAAT), y a la orilla del plato, en cuatro idiomas, la frase, "Detesto estar gorda, cómeme por favor" (« I hate being fat, eat me please »). La oposición al hogar burgués, la intrusión de una sexualidad casi pornográfica, el mandato al conformismo estético de la delgadez, el llamado ambiguo a consumir alimentaria como sexualmente, contribuyen a afirmar un discurso político y feminista que, cubierto de ironía, es de una violencia radical.
Ana Pérez-Quiroga, The Walking Women, 2010 |
Otro ejemplo de sus transgresiones entre intimo y público : Cuando la Exposición Universal de Shanghai, las autoridades desaconsejaron a los habitantes que salieran a la calle en piyama, como lo hacían de costumbre. Llevar piyama en público está considerado como transgresivo, no solamente es una negligencia poco elegante sino que también es desvelarles a los demás de forma impertinente la intimidad de la cama (sueño y sexo). Entonces, la artista se paseó por las calles de Shanghai, en un centro comercial y por el Consulado de Portugal, en compañia de una china, las dos empiyamadas. Esta performance perturbadora, independientemente de su dimensión histórica (dizque la piyama fué un invento portugués que los chinos adoptaron en el siglo XVIII), es también una forma de cuestionar el lugar de la mujer en el espacio publico.
Ana Pérez-Quiroga, After A Pilha de cores, 2010 |
Como si nada, Ana Pérez-Quiroga, en efecto, afirma con fuerza su enfoque feminista, en torno al estereotipo del ama de casa, de la asimilación de lo íntimo y de lo femenino, y de la dificultad cultural para las mujeres de tener presencia pública. Así, sus numerosas piezas de tela de colores (una alrededor de la bandera, otra con su economía participativa, o aquella y todas las que decoraban las paredes y el techo de la cabaña del MAAT) no son solamente decorativas : reflejan el paso de la artesanía al arte (con, como ejemplo, Anni Albers), y de la manera como ese pasatiempos femenino se pudo afirmar como arte. En resumen, en toda su obra, sistematismo e ironía son las herramientas para hacer un discurso político y critico.
Las fotos sin leyenda son del autor
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