(original en francés, aquí)
Gao Bo, Offrande au peuple du Tibet, 2009 |
Gao Bo (que exponen en la MEP hasta el 9 de abril) es, digamos de entrada, algo desconcertante : el argumento bastante elaborado, que lo aparta de otros artistas chinos contemporáneos, no convence sino a medias. Constantemente sentimos una ambigüedad en su obra, entre protesta y negocio, entre conformismo y política. Su serie sobre el Tibet, que abre la exposición, es ante todo una serie documental : a los veinte años se va para allá a "montar a caballo, cazar y jugar al cowboy".
¿ Descubre entonces alguna forma de espiritualidad ? Puede ser, pero sus fotografías son más bien del ámbito de lo pintoresco, no percibimos ni una cultura amenazada por los Han, ni la dimensión teocrática de aquellos monasterios florecientes, son solo buenos reportajes. Es mucho más tarde que, al volver a ver las fotografías, decide añadirles patetismo: inventa una caligrafía de la que nos preguntamos el para qué, rocía con su propia sangre los revelados, una acción entre patética y narcisista pero que gusta mucho. Por la módica suma de 550 euros usted puede adquirir uno de los raros ejemplares de su libro-objeto de lujo de gran tamaño, manchado con sangre que me cuesta ver como de sacrificio, más bien lo veo como un gimmick de marketing.
Gao Bo, Offrandes du Mandala, 2016, vue d’expo |
Y todo o casi todo es por el estilo. ¿ Es él realmente diferente de todos esos artistas chinos que se doblegan ante el mercado del arte, tal y como nos lo repiten todas las paredes de los museos ? O ¿ es simplemente más listo que ellos pues ha entendido los limites del sistema comercial e intenta diferenciarse a través del patetismo ? Toda esta exposición es una puesta en escena elaborada : sus retratos gigantes tachados con neón rojo y que borra con pintura al principio de la exposición para hacerlos aparecer al acabado. Además los pinceles como escobas forman parte integrante de la exposición. Por interesante que sea el tema de la desaparición de la imagen, se inclina hacia una demostración que hace pensar más en un espectáculo de horrores sangrientos exagerados que estéticos.
Gao Bo, Beckette – Faramita Laostist, 2010 |
Queman fotos, desaparece la figura; espejos enmarcados no tienen sino un video pequeño insertado (abajo). Una instalación en la que distinguimos la cara de Beckett agrupa una barca, un chelo feminizado, piedras, neón (arriba). La verdadera búsqueda que se adivina detrás de esas manifestaciones espectaculares desafortunadamente se extravía en un espectáculo demasiado llamativo; la tensión que sin duda alguna habita al artista se diluye en un narcisismo patético. Es así que en la última sala, la pared de pizarra con veinte pantallas en las que vemos la "auto celebración del artista trabajando" en medio de eslóganes básicos ("¿ Porqué ? Porque") no es sino un discurso grandilocuente y vacío que oculta, por ejemplo, la complejidad que podemos sentir cuando evoca el suicidio de su madre ante sus ojos.
Gao Bo, Offrandes aux figures disparues, Disparition de la figure, 2000-2015, vue d’expo |
Me divertí mucho viendo que como el primer artículo sobre él, de Claire Guyot, que apareció en Le Monde no fue de los más elogiosos, el periódico le pidió unos días más tarde a otra periodista mucho más entusiasta, otro artículo más adaptado a la actualidad.
Gao Bo, Offrandes du Mandala, Les pierres aux mille visages, work in progress |
La obra más interesante de la exposición está en el patio de la entrada, sin duda porque su sentido de lo espectacular se adapta mejor en una instalación al aire libre que en una sala : se trata de una acumulación de guijarros sobre los cuales aparecen rostros imprecisos, los de miles de tibetanos. Esas piedras volverán al Tibet en donde serán dispersadas. Más que ante sus fotos artificialmente puestas en escena, aquí sentimos un ritual trágico mucho más grande que el artista, que ya no es otra cosa que el catalizador.
Photos de l’auteur, excepté la première et la dernière.
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