(artículo original en francés, aquí)
Dove Allouche, série Sunflower, 2015, expo Mea culpa de un escéptico, foto. Aurélien Mole |
La exposición de Dove Allouche en la Fundación Ricard (ya se acabó, lo siento) comprendía cinco series de imágenes que jugaban todas con la representación. Se veía su fascinación por la materia de origen, minerales, cristales, estalagmitas, veíamos dibujos de arco iris y evocaciones de pintura rupestre
-tema ideal- : obra formal, encerrada en sí misma, auto centrada, la comisaría se glorifica de haber escrito el texto sin haber visto las obras, tuvo dificultades para esclarecer y en vano les pidió auxilio a Platón, Derrida y Sontag.
Dove Allouche, Sunflower, 2015, expo Mea culpa de un escéptico , foto. de l'auteur |
Pero una de las series se distinguía de las otras, no porque como muchas otras obras fotográficas en cámara oscura, la hiciera en la oscuridad (como en Lascaux, nos repiten sin cesar) sino porque, en lugar de utilizar materiales diversos para hacer imágenes con ellos, esta serie Sunflower, es la imagen misma en su esencia, imagen y fotografía a la vez (como un daguerrotipo o un fisautotipo) es un reflejo doble del mundo, en parte instantáneo y en parte eterno. El artista untó con peltre y plata, en cámara oscura, una hoja grande de cibachrome, técnica tradicional de la fabricación de espejos. Como la aplicación se hace a ciegas no cubre toda la superficie del papel sensible : después cuando se expone a la luz la imagen del mundo no aparece sino parcialmente, sólo en los espacios que los gestos imperfectos dejaron en la capa de peltre y plata. En la imagen que vemos existe un antes, el de la exposición fotográfica, fijado para siempre, y un ahora, nuestra imagen parcial. Fue sin comparación la obra más interesante de todas.
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