(artículo original en francés, aquí)
Claude Rutault, Se vende, 1981 (obra de la misma serie que la presentada en la exposición) |
Hay varias cosas que me fascinan en la obra de Claude Rutaut, y ante todo es sin duda su dimensión protocolaria, metódica, matemática. Las definiciones / métodos de sus obras son a menudo formulas que definen conjuntos, A, M y Z y relaciones entre esos conjuntos, translaciones, homotecias, reducciones. Geometría, naturalmente, y también teoría de los conjuntos y calculo numérico.
Claude Rutault, pintura-suicida n.3, 1989 |
La segunda razón de mi interés por Rutault es la relación con el tiempo que induce su obra : ya no se trata, como algunas veces en la pintura, (Poussin por ejemplo) del tiempo intrínseco de la obra que está en juego, un tiempo metafísico y descifrable con el tema del lienzo. Tampoco es el tiempo de la realización de la obra, ya sea instantáneo como a menudo en fotografía o al contrario que se estire de forma desproporcionada como en las pinturas en evolución de Eugène Leroy o en las fotografías de larga duración de Michael Wesely. Tampoco se trata de contemplación, tiempo necesario para ampararse de la obra cuando sea difícil de ver, cómo los retratos negros de Adam Fuss. O que requiera atención particular cuando se vuelve varias veces ante el lienzo para impregnarse de él (digamos, la Vista de Delft, por ejemplo). No, el tiempo de Claude Rutault es el tiempo de actualización de la obra, de su realización, es verdad, pero diferido, digamos delegado, descentralizado. Y a veces también, una dimensión aleatoria de ese tiempo, como en las pinturas-suicidas en las que la obra está condenada a desaparecer salvo si ocurre un acontecimiento más o menos casual y en todo caso imprevisible, compra de la obra o muerte del artista que interrumpa la caída hacia el abismo. Y, como en la vida real el tiempo que pasa nos acerca a la nada : las pinturas-suicidas que todos los años diminuyen de tamaño y los AMZ se reducen en función de su distancia de Carquefou, y también de su fecha de "adquisición".
En resumen, con Rutault la pintura ya no es pintura : ya no era representación obligada del mundo real desde el auge de la fotografía a finales del siglo XX, ya no era necesariamente figurativa desde hacía ya un siglo, ya no era lienzo con soporte desde Support Surface (y las obras de juventud de Helena Almeida) y después de todo eso son bien valientes los jóvenes destajeros contemporáneos de la pintura o de la pretensión. Con Rutault ya no es ni siquiera un objeto, llegamos al cabo de lo que Stoichita describía en La Instauración del Cuadro. Un cuadro de Rutault, definido con su fórmula definición / método a ejecutar, es ahora una partitura que cada quien puede tocar respetando las prescripciones y restricciones (mi favorita
es : "Placer al lado de la pila de un readymade de Marcel Duchamp, sin importar cuál"), y también añadiendo su propio toque, su color, su estilo, su interpretación. También se trata de un fenómeno de desaparición parcial del autor : mientras que Philippe Thomas no se deshacía de su autoría que al dejar que sus compradores aparecieran como los autores de sus obras, Rutault se deshace al dejar cierta autonomía a su coleccionista dentro de reglas bien definidas, algo así como Franco Vaccari en su Experimentación en Tiempo Real en la Bienal de Venecia en 1972.
Estas son algunas de las razones de la fascinación por la obra de Claude Rutault : fue en el Centro Pompidou, pero se acabó desde el 11 de enero.
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