28 de diciembre de 2015, por Lunettes Rouges
Man Ray / Marcel Duchamp, Criadero de polvo, 1920 (1964), 24x30.5cm |
Hay dos
maneras de visitar la exposición Dust al BAL (hasta el 17 de enero). La más
seria es haber leído el largo texto (70 páginas) del comisario David Campany,
(o llevarlo consigo a las salas de exposición pues se diría que está hecho para
ello ya que un pequeño cuaderno compuesto esencialmente de imágenes se
desprende del catálogo), y mirar cada una de las imágenes que presentan
teniendo en mente el argumento de Campany; es una sólida demostración, erudita,
brillante y más bien bien escrita, al cabo de la cual usted saldrá más o
menos convencido de que el famoso Cultivo de polvo (del cual sabrá todo desde
ahora, todas sus impresiones, todas sus apariciones, y sus atribuciones, al uno
o al otro de los dos compadres) es no solamente la clave de toda exposición
sino también de toda la historia de la fotografía, incluso de toda la historia
del arte, hasta Hemingway y Cage, literalmente. Ya no se preguntará que hace
tal imagen en la exposición y cuál es su relación con la foto de Man Ray /
Duchamp, tendrá la respuesta, todo está explicado, analizado, resuelto,
demostrado en el catalogo. Usted saldrá algo atontado, atónito, no realmente
convencido por lo inverosímil de ciertas afirmaciones, probablemente no más
inteligente pero ciertamente mucho más informado.
O elegir la
pereza, el diletantismo, contentarse del barniz de cultura que ha adquirido por
aquí y por allí sobre el Gran vidrio y sobre esta foto, y simplemente dejarse
llevar por la poesía del polvo, por su invencible persistencia y por su
incongruencia casi elegante. Puede, sin glosar sobre las relaciones complejas
entre Bataille y Duchamp, sonreír al leer al primero imaginando a La Bella
Durmiente cubierta de una capa de polvo, y estremecerse con su idea de un
apocalipsis de empleadas domésticas ("gordas-buenas para todo",
textual) que prevé serán vencidas un día en esta lucha desigual contra el polvo, sometiéndonos entonces a las peores pesadillas. Puede admirar la tranquilidad
de los intelectuales londinenses bajo el Blitz hojeando libros cubiertos del
polvo mortífero de las bombas en una biblioteca desde entonces a cielo abierto.
Se puede conmover con Pompeya e Hiroshima, dos catástrofes altamente
polvorientas, o extrañarse con el atuendo y las prácticas de los habitantes del
MidWest luchando contra las tempestades.
Usted se
puede dejar perturbar suavemente (y, créame, da cierta forma de vértigo o de
embriaguez que entonces lo atrapará) con fotos que de entrada no entiende
(sobretodo que los carteles mal puestos, ausentes o ilegibles al nivel del
piso), cuyas imágenes tienen un aspecto que molesta, extrañamente preocupante, pues si se distinguen formas rectilíneas, estructuradas y otras fluidas y
algodonosas, no tiene ni idea de la escala : ¿ será la vista aérea de un
desierto o de un campo, o será una simple superficie doméstica en la que la
limpieza no se ha hecho ? ¿ será una vista aérea del desierto de Irak durante
la guerra del Golfo de Sophie Ristelhueber o será una micrografía cristalina de
Laura Albin Guillot ? ¿ será un tapete de cepillo o un campo de trigo ? La
reflexión sobre la escala, sobre la percepción del tamaño, es para mí, la gran
ausente de esta exposición que por hablar tanto de historia olvida la geografía
y la escala de las representaciones.
"Las sorpresas del objetivo. ¿Tapete de cepillo o tejido con rizos?", VU, n°397, 23 de octubre de 1935 |
El otro
tema sobre el cual, incluso con catálogo en mano (en realidad, no, lo vi cuando
regresé a casa, pero habiéndolo hecho volveré a ver la exposición como si fuera
la primera vez, si tengo la oportunidad), el otro tema, decía, que hubieran podido
cubrir más ampliamente es el enmarcado. Es verdad que aprendemos que el Cultivo
de polvo fue presentado en dos versiones con enmarcados diferentes, nos
hubiera gustado, una reflexión más amplia sobre el efecto del enmarcado sobre una
imagen de polvo : acentuar el efecto de desorientación, de vértigo, ya no dejar señales para localizar, ni arriba ni abajo ni derecha ni izquierda (como en las
fotos de nubes de Stielglitz). En varias de las imágenes presentadas, se nota
el artificio y hubiera podido descifrarse mejor.
En fin, si
lo estimula esta exposición, deje de pasar la aspiradora en su casa, deje que
se acumulen alegremente
motas y cenizas,
abdique en la lucha contra el dios polvo, viva como los nómadas que montan y
desmontan sus tiendas en medio de torbellinos de arena. A su manera es lo que
hizo Eva Stenram (descubierta como tergiversadora de códigos), quien almacenó
debajo de su cama negativos (analógicos) de fotos (numéricas procedentes de la
NASA) del planeta Marte y evitó hacer cualquier limpieza, meses más tarde los
sacó para fotografiarlos (Per Pulverem Ad Astra : por el polvo hasta los
astros) : es como si se domesticara el planeta rojo, domado por esas motas
blancas, livianas, elegantes, es como si se volviera habitable. Les deseo que
disfruten esta exposición, placer de emociones y sensaciones tanto como placer
intelectual : "sic itur ad astra" (Eneida, canto IX, hacia 641).
Fotos
2, 3 & 4 del autor.
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