(original en francés, aquí)
Inscripción en el libro de oro de la exposición |
Antes de ir a ver Esplendores y miserias. Imágenes de la prostitución 1850-1910 en el Museo de Orsay, uno se pregunta con algo de aprensión si esta exposición será tan vacía como Masculin Masculin, tan superficial como El Ángel de lo Extraño, o al contrario tan estimulante como la de Sade. Al contrario de mi experiencia con esta ultima, no salí conmocionado sino mucho más erudito : es una exposición muy interesante pedagógicamente, describe muy bien el contexto político, social, moral, económico, en el cual se desarrolla la prostitución del siglo XIX, desmontando los mecanismos, descubriendo a los actores y los lugares. Presenta la prostitución como un universo codificado, regulado, con sus leyes, sus guías para el consumidor, sus formas de ser, como por ejemplo los gestos ambiguos que permitían hacerse entender y atraer al cliente : En 1880, Manet nos muestra con tres indicios, al dibujar esos botines, ese trocito de pierna descubierta y esa falda roja, lo que en ese entonces cada cual entiende enseguida sobre la condición de la dama.
Édouard Manet, Deux jambes avec bottines sous une jupe rouge devant un guéridon, 1880, lavis negro, mina de plomo, acuarela sobre papel milimetrado, 18,6x12cm, Muséed'Orsay
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Es naturalmente, una mirada exclusivamente masculina, se tiene que buscar un buen rato antes de descubrir al fin a la única mujer del conjunto, la Castiglione mencionada como coautora junto con Pierre-Louis Pierson de una de las fotografías presentadas; pero era previsible. En la exposición presentan muy bien la dimensión socio-histórica (y la analizan en el catálogo a pesar de las repeticiones de un ensayo al otro), la dimensión fantasmagórica que cada cual, desde el Courbet de la Mère Grégoire hasta el Picasso de la Melancolía, (ya que las Señoritas de Avignon, cuyos dibujos cierran las exposición, pertenecen a otro mundo) intenta expresar, incluso es visible y evidente pero hoy ya no nos conmueve y ese mundo de prohibiciones hipócritas nos parece demasiado lejano. Liberado de la libido, uno siente emoción ante la injusticia, ante la dominación masculina económica y sexual : es quizás el diablo de Munch (uno de los pocos extranjeros aquí, pero París era la capital de las artes y de los burdeles...) el que mejor lo representa con esta terrible litografía.
Edvard Munch, L'Allée, 1895, litografía, 43,5x32.3cm, Munch Museum Oslo |
El único momento de humanidad lo tenemos con Toulouse-Lautrec, tan cercano a las chicas que las captura en dos o tres óleos sobre carton y allí aparece al fin un sentimiento, la mirada de esas dos chicas traduce, al fin, una emoción en el momento en que sus amores homosexuales les permiten volver a apropiarse de sus cuerpos y sexualidades sin ser objetos. Es verdad que otros denuncian la prostitución, Octave Mirbeau o Josephine Butler, pero lo hacen a través de lo escrito o del discurso, no a través del arte.
Henri de Toulouse-Lautrec, En la cama, 1892, óleo sobre lienzo sobre tabla, 53,5x70cm, Museo de Orsay
Cabe resaltar la importancia de la fotografía en la exposición (y el ensayo de Marie Robert en el catálogo) : presentan la mayoría de las fotografías en dos salas cerradas prohibidas a los menores. En efecto, la fotografía libera la mirada, glorifica el ojo erógeno, tiene valor de reproducción, de índice de veracidad, y es por ello que es tan escandalosa. En lugar de las bonitas picardías de Pierre Louÿs (foto púdicamente recortada por Le Point) o los misterios de Jeandel, preferí regalarles esta bella composición de Disdéri, las piernas de 61 bailarinas de la Ópera, identificadas únicamente con sus iniciales, retoños expuestos ante la codicia de señores viejos y barrigones asiduos del Foyer, uno de los lugares más reputados para acceder al demi monde.
Eugène Disdéri, Las Piernas de la Ópera, fotomontaje, hacia 1863, prueba en papel albumina, 11x6,5cm, col. Laure Deratte
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