26 de mayo de 2020, por Lunettes Rouges
Es probablemente apropiado que la primera exposición que veo después del confinamiento y con la cara oculta por un tapabocas, muestre a seres humanos, que tampoco tienen rostro, no puedo distinguir sus rasgos, ni la boca, ni la nariz, ni los ojos (de ellos). La exposición de Julian Opie en el Museo Berardo tenía que abrir el 19 de marzo, pero solamente tuvimos un video inaugural con el artista y la curadora, un aperitivo excelente. El museo abrió de nuevo hace una semana y la exposición dura hasta el 30 de agosto. Además de las salas que ocupa, también hay obras delante del edificio, en uno de los patios y en la entrada misma del museo (y quizás otras que no vi...)
Julian Opie es famoso por su práctica de dibujo de la silueta humana. Excepto en su serie de Retratos, Opie representa a personas de pie, de las cuales podemos ver el color de la piel y del cabello, y de la ropa (salvo Bijou y sus amigas, que no vemos aquí), pero cuyos rasgos de la cara fueron borrados, eliminados, para reducirla a un circulo trazado con compás. La mayoría están en movimiento, caminando, corriendo: algunas veces su marcha se inmoviliza frente a un cuadro, a veces se activa en una pantalla LED (o, pero no aquí, en un fresco de veinte dibujos sucesivos, p.89 del catálogo), tal un Muybridge moderno (y a propósito...). Pero cada uno es un indivuduo, una persona, sin rasgos, es verdad, pero con individualidad propia, como ninguna otra (al contrario de los desnudos intercambiables y «objetificados» de Brigman, por ejemplo), cada uno, cada una tiene su manera de caminar. Opie cuenta además, que para realizar sus dibujos de caminantes, primero filmó transeúntes en Londres, Seúl, Mumbai, Tokyo, Nueva York, Boston, Melbourne, y que, en cada ciudad, hay una manera diferente de caminar, identificable, reconocible, analizable (al contrario de las «teorías» sobre el caminar occidental blanco). Es una pena que no lo haya hecho en Lisboa: ¿qué hubiera encontrado? Un paso extenso, de una lentitud alegre, y ¿la dificultad en las cuestas bajo el sol?
Opie se sitúa en la intersección de dos corrientes: la del artista, descendiente, que distorsiona la representación de la realidad, y la del espectador, ascendiente, razonamiento inductivo a partir de un dibujo hacia una persona. Opie inventa un lenguaje visual, en la frontera entre jeroglífico y pictograma, antes del invento de la escritura lineal, un lenguaje de concepción simple (trazos sencillísimos, contorno negro subrayado o recortado, algunas formas predeterminadas, colores básicos) con significado complejo que le proporciona a cada uno su propia identidad. ¿Porqué unos retratos sin mirada evocan tanto una presencia, tienen tal poder para comprometernos a pesar de la duda que se apodera de nosotros? Belting evita (¿se esmera?) mencionarlo en su libro sobre los rostros: no hay lugar para el antirostro.
Una parte importante del trabajo de Opie está relacionada también con construcciones y paisajes. Aquí hay solamente dos obras sobre ese tema, unas torres en el jardín del museo y una sala en donde unas telas suspendidas evocan la arquitectura manuelina y la Torre de Belem que está muy cerca. Otra sala está dedicada a los animales que parecen juguetes para niños; las palomas de LED que picotean en el jardín son divertidas, pero es una parte que no tiene la densidad de las figuras humanas. El catálogo contiene bonitas imágenes de obras e instalaciones anteriores, con textos cortos de Julian sobre su trabajo, pero nada directamente sobre la obra que muestran aquí, y una introducción corta de la curadora según estas líneas.
Fotos 1 & 2 del autor.
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