mercredi 6 mai 2020

Fotógrafo y filósofo, Jean-Jacques Gonzales entre la realidad y la imagen


5 de mayo de 2020, por Lunettes Rouges




Jean-Jacques Gonzales, L’Atelier contemporain, portada (foto de la serie ramilletes)

La obra fotográfica de Jean-Jacques Gonzales, L’Atelier contemporain, Strasbourg, 2020 (debe aparecer en junio), 200 páginas, 110 fotografías.

Jean-Jacques Gonzales, serie marítimas, p.79

Tengo que confesar que no conocía a Jean-Jacques Gonzales antes de recibir este libro, y que ante todo fue el nombre de Jérôme Thélot (cuya Critique de la raison photographique, había leído con interés) lo que me atrajo. Y sin embargo, no hay que empezar (como lo hice yo) por el texto de Thélot, que representa la mitad del libro, hay que mirar las fotografías de Gonzales antes de leer el texto: es una lástima que en lugar de un portafolio separado, las fotografías se encuentren esparcidas como ilustraciones del texto, lo que conduce a una subordinación disimulada, aún más, como Gonzales no pone leyendas en sus imágenes (sólo nombra las series) son las citaciones de Thélot las que se nos presentan como leyendas. Entonces me parece que hay que hacer lo contrario de lo que hice (en todo caso si usted no conocía la obra de Gonzales): primero tomarse su tiempo para mirar las fotografías, extrayéndose de lo demás, luego leer los extractos del diario fotográfico 1998-2019 («La fiction d’un éblouissant rail continu») que ocupan la mitad del libro, y solamente después, leer la exegesis de Thélot. Y es en ese orden también que les voy a hablar del libro. 

Jean-Jacques Gonzales, serie rastros, p.61

La mayoría de sus fotografías, más o menos 90 en este conjunto, salen de un mismo proceso, de un mismo estilo, que, me parece, luego de haber visto algunas, reconoceremos después al primer vistazo. Gonzales fotografía paisajes desiertos y oscuros, árboles fantasmagóricos, orillas de mar con cielos atormentados, nunca el mínimo ser humano, nunca el mínimo «pintoresco». No hay anécdotas, no hay cuentos ni nostalgias. Sus fotografías son oscuras, casi todas en blanco y negro (y con alguna excepción, los raros colores son leves, apagados), a menudo borrosas o veladas. Proyectan una sensación irreal, una inquietante singularidad, una emoción que si no es fúnebre, es en todo caso melancólica, como si algo se suspendiera, se abstuviera.

Jean-Jacques Gonzales, serie árboles, p.53

Y es que sus fotografías están llenas de imperfecciones, de fallas, de perturbaciones visuales; las lista con humor, rebelándose contra el que fuera (que no nombra) su «Maestro» de fotografía cuando empezó (p.176): «rayas del negativo, polvo, negros cubiertos, blancos vacíos, manchas, fijado, mal lavado, huellas del secado, de dedos, sobreexposición, subexposición, viñeteado, acomodación borrosa, movido, encuadre malo, fondos abarrotados, velado». Y añade: «Las imperfecciones fueron para mí los marcadores exactos de la irrupción de lo real en la fotografía, de la realidad de la fotografía.»

Jean-Jacques Gonzales, serie bloques, p.14

Todo el trabajo de Gonzales se articula alrededor de la relación entre lo real y la fotografía: para él, la fotografía es una huella, un rastro, y hay que tratar de encontrar la realidad detrás de los visible para recrear la emoción que la técnica fotográfica había borrado, para hacer surgir el aparellaje, el dispositivo, y combatirlo. Al trabajar de nuevo en sus imágenes en cámara oscura, les vuelve a dar una suerte de aura e introduce todo lo que las aproxima a lo real, todo lo que las aleja de la reproducción técnica. La técnica permite así subvertir los códigos de la representación. 

Jean-Jacques Gonzales, serie perfiles perdidos, p.91

El otro conjunto fotográfico presentado aquí, unas veinte imágenes, está vinculado con su historia personal: repatriado de Algeria a los 12 años, conservó unas fotografías ordinarias que su padre había tomado, y de ellas saca detalles ignorados, fondos desatendidos, con un artificio ingenioso, el de un estrecho «perfil perdido», en el que los temas fotografiados por su padre se encuentran fuera del foco, cortados, irreconocibles, con el fin de que, miremos el resto, lo que rodea el tema que desde ese momento queda borrado.

Jean-Jacques Gonzales, serie perfiles perdidos, p.165

Jean-Jacques Gonzales es un fotógrafo que filosofa y un filósofo que fotografía. Ha escrito sobre Camus (con quien comparte origen e historia), sobre Mallarmé, Bonnefoy, y su diario está colmado de citaciones de escritores y pensadores, y en él, curiosamente hay muy pocas fotografías (Atget, William Klein, Nadar, Talbot, los Pictorialistas, y algunos desconocidos – por mi parte – Andoche Praudel, Robert Groborne). Es un diario, no un tratado y se navega en él a través de los días, al antojo de los aforismos. He escogido entre otras esta citación de Ernst Jünger que Gonzales apuntó el 29 de agosto de 2013: «El camino es más importante que el objetivo […] El camino contiene más de lo que esperamos – por ejemplo lo posible.» Ahí tenemos toda una concepción de la fotografía que se dibuja, como proceso antes que como representación, como caza antes que como presa. Encuentro un eco con las reflexiones de Flusser sobre el aparato y sus programas, y también con el zen en el arte del tiro al arco y su influencia en un fotógrafo muy diferente de Gonzales. 

Jean-Jacques Gonzales, serie san biagio, p.74

Me parece que es después de este recorrido que se puede disfrutar verdaderamente el texto de Thélot. Sus capítulos tienen nombre, «Presencia y memoria» o «Ausencia y mirada» (sin traducir), y revisita la obra de Gonzales con términos elocuentes. Subrayé su delicada evocación de Morandi (p.51): medios muy diferentes, pero la misma búsqueda del agotamiento de la representación. Todo un capítulo está dedicado a un análisis de LA fotografía en color de Gonzales, la iglesia de San Biaggio en Montepulciano, y la emoción que despierta; y otro (bastante breve) lo dedica a los perfiles perdidos. De Thélot, he escogido esta frase (p.12): «Aunque abraza este mundo, del que aprueba inmediatamente la vida, las esencias y la fortaleza, existe sin embargo un velo, una distancia o una mancha negra en el espíritu que también lo separan de él.» Queda dicho todo. 

Jean-Jacques Gonzales, serie árboles, p.24

Es un libro fascinante, un descubrimiento enriquecedor. La única crítica: el que puso el título no se lo pensó mucho... También podemos leer la crítica sensible, como siempre, del facundo Fabien Ribery (cuya expresión sensible y sensual no es del agrado de algunos.as imbéciles)

Libro recibido en servicio de prensa.

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